La Albañil

Capítulo seis, parte 3

El silencio reinó durante esos pasos en los que una Alva calmada le entregaba su bolso para que lo colocara sobre él, muriendo de risa en cuanto lo colgó del lado más favorable en el que iba preparándose para lo siguiente en la lista.

—Iremos de compras—alzó sus cejas—. No es para mí, no te preocupes—calmó—. Tengo que llevar abastecimiento a mis empleados—expuso al posar su mirada en la mujer, quien ya veía al frente, aceptando su compañía—. ¿Te molesta?

—En lo absoluto—confesó—. No tenía nada que hacer.

—Entiendo—acercó su palma a su brazo, detenidos un segundo al contemplarla de arriba hacia abajo, pasando esa sensación agridulce que su paladar generó al tenerla así, pendiente de lo que sea que iba a salir de sus labios.

—Estás diferente hoy—musitó, ocultando los efectos de esa palabra frente a él.

—Supongo—encogió sus hombros.

—No miento, Alva—detuvo su paso—. Estás muy hermosa.

—Gracias, Patrick—sonrió, cortés—. No puedo decir lo mismo de ti—hizo una mueca.

El hombre rió, dándole la razón.

—Lo sé—suspiró.

—Por eso necesito calmarte antes de contarte lo que sé—hizo énfasis en ello—. Lo otro que averigües, lo harás con menos peso en ti—siguió, frunciendo el ceño al notar sus ojos iluminarse—. ¿Qué pasa?

—Te preocupas por mí—el rubor en sus mejillas le hizo saber que no podría ocultarse de nuevo, sacudiendo la cabeza al oírlo burlarse, direccionados al establecimiento por el que había optado al dejarlo afuera, encargándose de llamar a Robert quien cargaría las compras hacia los hogares destinados, en la espera de verlo llegar en esa limusina donde separaría las pertenencias por las partes de la misma.

Se adhirió a la fémina en cuanto el hombre llegó, ocupándose de ayudarla con lo que hacía falta, aunque en realidad tuviese dinero de sobra para los pagos y las medicinas que adquirió para las familias de cada uno.

Se quedó fijo en lo que hacía, perdido al dejarla desenvolverse en esos cuidados que le parecían tan extraños, sin haber empleado nada de eso con sus subordinados aunque sí sabía que durante mucho tiempo, su madre armaba las mejores opciones para aquellos que necesitaban, olvidando ese legado del que ahora ella se hacía cargo en una forma diferente, feliz de obtener lo que los haría felices, lo que mejoraría su salud y ese estado de vulnerabilidad que pronto iba a ir desapareciendo si ganaba contra él.

El miedo lo atravesó un segundo, estando con la vista al frente, lejos del llamado de la mujer, quien tuvo que tocarlo para que volviera en sí, bajando sus ojos a ella.

—¿Estás bien? Ya terminamos, nos podemos ir—él asintió, pasando las palmas por su rostro, afectado.

—Robert está esperado, dile cómo terminar de acomodar lo otro—sopesó en un carraspeo.

—Bien—mantuvo su atención en él—. ¿Patrick?—Negó, apartándose un rato de su presencia al tener que irse ante su reacción, desconcertada por lo que sucedía, yendo hacia el trajeado con quien conversó sobre las fundas, ayudándole en el camino.

—Nunca estuvo cuando su madre hacía esto—lo oyó—. Sueles recordarla ella.

—Bueno, no hago esto por su mamá—habló—. A mi casa no llegaban sus compras, no estoy afianzada a esa señora.

—Él no lo ve así—ambos se vieron—. Sabes que Pato no le dio una buena vida a su mamá, por eso lo que ha escuchado o lo que quizás vio y no le importó, ahora le pega porque sus acciones no fueron justas en el camino empresarial.

—Esa es su consecuencia, Robert—reviró—. En la vida, todos aprendemos de lo que hacemos mal—el presente aguardó en silencio, seguido de sus indicaciones hasta terminar con la presencia del jefe de su ex padrastro, quien abrió su puerta para que fuera a un lado del chofer, sentándose atrás.

—¿Cómo haces para la compra de las medicinas?—formuló.

—Tengo un permiso legal para obtenerlas con sus autorizaciones hasta que el tiempo de trabajo termine. Debo enviar información sobre si están en labor o no y en esta última opción, como existe un procedo judicial, el contrato que firmaron conmigo indica que me hago cargo de sus faltas en cualquier área que lo necesiten mientras se resuelve el inconveniente que no les permite obtener sus cosas por cuenta propia—declaró—. Cuando su tiempo conmigo finiquite, entonces tienen oportunidad de recoger sus medicinas durante unos seis meses por su propia cuenta, luego el Gobierno se encarga de hacerle la entrega al acabar ese periodo por medio de salud pública.

—¿Cómo hiciste todo eso?—Ella exhaló.

—No es una tarea fácil, pero trato de dejar asegurados a mis chicos siempre que las empresas elijan contratarme—pregonó—. Llevo en esto años, así que tengo permisos para seguir empleándolo.

—¿Te has reunido con gente de arriba?

—Por supuesto y es lo más complicado, porque nunca tienen espacio para verme—comentó—. Y sí, también he tenido que hablar con Jueces para ello.

—No hay dudas de que te merecen—susurró—. Incluso en lo más cotidiano, alumbras el mundo, sol—Alva frunció el ceño al saber que no se lo decía directamente, sino en un pensamiento en voz alta que quería asentar en sí mismo, pasando de ese efecto extraño en su interior al dejarlo pasar, con Robert llegando a la primera indicación.




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