La Albañil

Capítulo siete, parte 2

Lo siguiente que supo fue que era suya de nuevo y él se desbordaba por completo en su interior, ajustada a sus brazos, a su cuerpo al hundir su cabeza contra su cuello, respirando desbocada allí al buscar ese retorno a lo surreal donde seguían los dos, disfrutando de la burbuja que los cubría. 

Él la afianzó aún más, llevando su brazo alrededor de su cintura al atraerlo, alzando el rostro para besarlo, llena de la pasión que corría en esas paredes, acariciados el uno por el otro, manteniendo la firmeza en su glúteo al probar de su boca, indispuesto a detenerse, siguiendo su instinto, la naturaleza de esa tentación, prendados a lo que no buscaron parar en lo que sus dedos se incrustaban contra su piel, rasguñándolo.

Cedió a lo de ellos sin necesidad de pararlo, de manchar la ocasión con otra historia a la que aún no le llegaba su tiempo para exponerla, acariciando sus labios al hundirla más a él, permitiendo que lo aferrara al llenarse de ímpetu, quedando sobre su cuerpo en el sostén de sus caderas, guiados al son de un baile que respondía a sus íntimos anhelos.

Nada los alejó de ahí, fijo en explorar el paraíso una nueva vez, sosteniendo las muñecas de la dama a cada lado de la cama en lo que contemplaba su fin en él, tomando esa imagen que viviría por siempre en su memoria antes de caer sobre su piel, aún invadiéndola. 

Mantuvo el agarre al llevar su boca por cada rincón que la caracterizaba, rozando sus concavidades donde se perdió una por una en esa vez, experimentando más de lo que le mostró al inicio. 

Débil, suya, llena de espasmos, la encontró, devorando con su boca lo que era, lo que tomó y seguramente no repetirían de nuevo, prefiriendo morir a cualquier cosa que llegara a su cabeza, poniendo por encima el complacerla, llenando su pecho de esa emoción satisfactoria, permaneciendo un poco más.

Estuvo ahí un largo rato en el que no se quejó para que se detuviera, oyéndola afianzarse en sus pedidos, gustosa de esa derrota que le daba al ir marcándola, enredando su palma libre en su cuello al sentirla vibrar consigo, probando de sus dedos lo que le entregó antes de arrastrarla al borde de la cama, hincado como todo un esclavo frente a esa devoción.

Alva lo enfocó apenas, sentada al saber que la había colocado así con tal de que lo viera sumergirse con ella, sin saber a ciencia cierta qué le causó esa imagen, pero no estaba equivocada si decía que fue más de lo que esperó, llevándola al límite al no compararlo con sus torpes manos ni con el difunto quien al parecer no estaba ganando ante ese hombre por muy experto que en su época fue. 

—Si algo te molesta o no te gusta, dilo—aprensó su mentón para que la viera. 

—Sigue, creo que hasta olvidé lo que iba a decir antes—rió, besándola al acomodarse en el espacio, siguiendo el mapa de su cuerpo. 

—Me encanta saberlo—bajó a su vientre, besando allí. 

—Estás celoso—descubrió. 

—No le voy a entregar mi noche a un muerto—golpeó su hombro al carcajearse—. Mira, ya no te lo tomas tan personal. 

—Porque estoy bajo efectos psicodélicos en los que no me has dejado respirar—formó. 

—Y sí, estoy celoso—soltó—. Porque tú serás suya toda la vida y yo sólo te tendré hasta que acabe la noche—acarició su mejilla, inclinada a besarlo. 

—Piensa que mereces esto, Aaron. Aunque hayas hecho todo mal, puede que sea lo único que necesitas de alguien—besó su palma, su mano, su dorso al aceptar sus palabras, consciente que no era merecedor de eso, de lo que le estaba entregando, bajo la espera de lograr seguir valorándolo en lo que le restara de camino en su existencia.

La atrajo un poco más al embarcarse en su nueva misión, buscando al hallar lo que ese tesoro le proveyó, fundidos uno con el otro en las caricias, con ella acoplándolas todas al no dejarlas pasar, esta vez participando de liberarlo en cuanto terminó, cerrando sus labios en su pecho al ir por él, quien permanecía de pie, vivo en sus sensaciones, dejándola recorrer sus sitios donde encontraba más fuentes de placer, con sus manos cubriéndolo desde la espalda en lo que esperaba, nervioso, consciente que no podía dejar de admitir eso último porque alguien lo iba reconociendo en esos segundos que volaban, conectados allí.

Había querido sentirse así durante tanto, experimentar el pensamiento de que era amado, que merecía esos detalles, ese desenvolvimiento de los dedos al rozarlo, los ósculos que lo llenaron con parsimonia al tragar profundo, intentando no detenerla de lo que hacía por el nerviosismo que azotaba su ser.

Si bien tuvo su primera vez con Laura, mantuvo el acuerdo con ella durante esos años y solía ser bueno en la intimidad, no dejó de lado que quería ser mirado, deseado más allá de lo que plasmó, necesitado de saber que no era él el problema al pedir eso en su interior, que también podía vivir el sueño de que alguien lo eligiera por primera vez, dándole una oportunidad, un momento en su vida, un periodo donde mostrara lo que llegó a ocultar por causa de su desdicha.

Fingir que no le afectó la separación, que no lo observaba con ojos de amor, que no entregaba todo, le permitió resguardarse al casi llegar a aceptar los rumores que surgieron cuando el finiquito de la relación se dejó correr en los periódicos, la farándula y otros lugares, leyendo lo que la gente expresaba en internet, las deducciones de otros por asumir que Lianna lo había dejado por su bajo estándar de virilidad, porque no era masculino como todos pensaban o estaba interesado en personas de su mismo sexo con quienes nunca tuvo nada, por mucho que sus alrededores no lo negaron.




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