La Albañil

Capítulo nueve, parte 2

Su respiración se hizo pesada, desabotonando un par de botones de su camisa al abrirse el saco, afectada en lo que el silencio reinaba en el espacio, pasando saliva mientras intentaba asimilar lo que ocurría, necesitando claridad. Una que no la apretujara tanto, ni le hiciera sentir hundida en la sala que los apretaba, la misma que empezaba a sentir que la consumía cada segundo que pasaba con la incomodidad entrando en sus poros al cerrar sus puños a los costados.

Sus ojos lo atravesaron al verlo de lleno, directa, como si con ellos no estuviera nadie más, afianzados a esa unidad en la presencia de otros que mantuvieron su expectación en ambos al seguir tomando torbellinos de aire que solo afectaban sus pulmones con cada minuto que seguía corriendo al no ver que no podía sostenerle más la vista, recubierto ante la fémina.

Su corazón bajó a sus pies al entender que ignoraba la súplica que en ese gesto le había entregado, pidiendo que fuese mentira, que se tratara de una barbaridad que terminaría por refutar en su presencia para aclarar las cosas, no obstante, la realidad era otra, una que se hallaba aplastando la ilusión, la poca esperanza que le entregó en ese periodo de silencio para que soltara las palabras mágicas, le indicara que se trataba de alguna broma de mal gusto o un hecho fatal que no iba por ese camino, sino que tomaron la opción equivocada al hablar en ese momento.

Tragó, negando al no poder aceptar lo que vivía en ese instante, muriendo en el interior lo que sea que le había entregado horas atrás, dándose cuenta que todo ese tiempo, esa intimidad, esos encuentros y su conexión en general, fueron un chiste para él, de igual modo que se aprovechaba de la vulnerabilidad que la acogía al estar a su lado, parpadeando por los retazos que llegaron a su memoria al seguir viéndolo, al continuar en la espera de otras palabras que ordenaran la situación.

Un sollozo se le escapó en el área, irguiéndose al cubrirse los labios, intentando respirar mejor de lo que su cuerpo merecía allí, cerrando sus ojos con el jalón en el pecho intensificándose al apretar más sus puños.

—¿Necesita un minuto, señorita?—La demanda del Mayor llegó justo a tiempo, dándole un asentimiento en lo que tomaba la salida de la sala, inspirando el aire fuera de ese ambiente, aunque la entrada del mismo no le hacía el efecto que quería en lo profundo, consciente de lo mucho que eso estaba ardiendo, molestando, deteniendo su pase de saliva al incrementar el nudo en du garganta mientras pegaba su espalda a una de las paredes con tal de solidificarse a pesar del torrente que se liberaba por sus ojos.

Deseaba recordar que no era de gelatina, que no iba a derretirse allí, que estaba en un presente que ansiaba de sí, de su serenidad, sin querer irse a otro lado, a ese donde todo lo vivido se agolpaba, nublando su cabeza, llevándola a un estado donde la claridad se deshacía y solo se hallaba en el pesimismo, en el dolor, en el daño que la retuvo durante tantos años aislada, pensando que no merecía nada bueno.

A pesar de esa verdad, los días fueron mejor de lo que pensó, por lo que debía de aferrarse a lo bueno, a lo que aún tenía, a lo que todavía le quedaba, sabiendo que Patrick no era una pieza asentada dentro de sí a pesar de llevarse algo de ella en el camino.

Pasó las palmas por su falda al mirar el alrededor, el sitio sin nadie, aunque las cosas la rodeaban, dejándole claro que no moría, que seguía de pie, aún teniendo la oportunidad de luchar, de volver a recomponerse en el proceso, alejando el sudor y los restos de sus lágrimas de las palmas en cuento se limpió con la tela, buscando de igual forma borrar alguna cosa de la prenda, eso que no tenía, una mancha invisible que ella sabía que estaba ahí, porque le estaba molestando que no se fuera, que sus ojos se empañaran de nuevo al agolparse el líquido contra ellos, llorando más.

No lo entendía. No sabía cómo, ni cuándo, ni el por qué o qué había hecho para merecer algo así, para que se lo ocultara así, como si no valiera la pena soltar esa realidad, confesarle un hecho que podría incluso emocionarla por la carga emocional que compartía con esa mujer, las ganas de darle un abrazo, de agradecerle por lo que hizo cuando en su funeral ni siquiera logró llorar.

Lo hizo en casa, en su habitación, liberándose de las emociones que se acumularon al quedarse más sola que nunca, al darse cuenta que la gente que quería, la abandonaba, se iba, así sin más si no era que lastimaba lo más hondo de sí, tal cual él en ese momento.

Tomó una bocanada de aire al volver a limpiarse, con el pecho apretando mientras intentaba alejar la sensación de la ansiedad que quería acogerla, ordenando las muestras de los años anteriores para que no tomaran el control de su sistema en lo que buscaba las fuerzas para volver a entrar.

¿Qué iba a pasar si se iba? Posiblemente casi nada. Estaba claro que su abogado la representaba en todo, ella no tenía tanto para decir ni fue con intenciones de hacerlo, por lo que esa opción le pareció favorable, aparte de saber que la comparecencia era flexible, tenían limitaciones, sin embargo, los presentes podían expresarse como quisieran sin faltar el respeto ni emplear nada ilegal o que afectara a quienes les acompañaban, quedándose con eso por un instante al analizarlo cada vez más.

¿Intervendría? Solo en lo necesario, donde alguien pidiera su opinión, pero no para dejar algo en claro frente a los demás, de eso se encargaría su abogado si el tema lo ameritaba, porque al parecer, Patrick no tenía otras intenciones con ella, solo las de dejarle en claro que se hallaba estorbando en sus negocios, en lo que tenía para su Corporación, sonsacándole una culpa que no debía de cargar al sentir la traición golpearle en el profundo después de haber optado por no hablarle.




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