La Albañil

Capítulo diez

Alva terminó de acomodar los papeles en su despacho del garaje, con las cajas recibiendo los materiales al haber parado todas sus funciones laborales durante esas semanas, quedándose con ese día en que entregaría por fin el hogar a la familia que ansiaba tener en frente, ganándole la ansiedad al terminar de ajustar el escritorio, habiendo deshecho la representación en lo que se preparaba para la próxima partida.

Unos pasos más y pronto estaría sobre ese avión, de camino a Inglaterra para ver a sus suegros, esos abuelos que su hijo tanto anhelaba ver, habiéndose conectado con ellos más veces de las que recordaba en ese tiempo que pasaba.

Lo había visto más ameno desde la despedida con Aaron, de lo que se enteró a la mañana siguiente, sintiéndome más recuperada de esos sueños repentinos, del cansancio y del desgaste por las emociones que pronto fueron equilibrándose al sentir que su vida volvía a una normalidad distinta, pero a la que no tenía miedo de adaptarse, tomando esa evolución como otra puerta que se abría para sí, entendiendo que debía seguir por sí.

No había otros modos de asentarlo a su vida, considerando que el camino lo transitó sobre espinas, encontrándose en ese instante con las rosas de verdad, las que no lastimaban sus pasos, concentrada en seguir allí al no querer retroceder en nada.

Lo último que supo de sus muchachos, era que terminaron por encontrar un lugar más amplio para lo que pondrían, además de recibir las asesorías de sus allegados, poniendo sus granitos de arena mientras el proceso seguía afianzándose, disfrutando de las buenas noticias que mantenían su ánimo equilibrado al permanecer más en los quehaceres de la casa.

Terminó por saldar las cuentas de su empleada al no necesitar más de su ayuda, ocupando la cocina, los días de lavado, de limpiar el piso y las habitaciones, intercalando a su hijo con las responsabilidades en lo que iba aprendiendo cada vez más de lo que depararía su vida.

Volver con la psicóloga en educativa también ayudó en lo que cursaba, abriéndose en dimensiones distintas con los tres, pues su hijo la acompañaba, permitiendo que el apego entre ambos se afianzara en lo seguro, respondiendo las dudas que pudieron haber surgido con todo lo que pasó.

Usó las palabras adecuadas con él, consciente que algunas menciones podrían afectarle, por lo que el día a día fue forjando ese conocimiento entre los dos, liberándose de las cargas que no necesitaba e igual, él no optaba por tomar en su interior.

La vida volvió a sonreírle esas horas que pasaba con su pequeño, saliendo aunque a veces no le apeteciera e incluso, atreviéndose a ejercitarse juntos al dar vueltas por el vecindario, volviendo a saludar a sus vecinos, quienes ya los acompañaban con sus termos de agua a correr.

Se sentía como respirar de nuevo, alejar la constipación, los nudos atorados en su garganta, encontrando la libertad en los pequeños momentos que surgieron, haciendo más grande su mundo, iluminando más su universo, al igual que su galaxia volvía a explotar, esta vez por el amor que desarrollaba con los que la rodeaban, vívida en todo eso que una vez olvidó.

Poco a poco, el tiempo se fue acortando, por lo que terminó de arreglarse, ayudando a Darian al acabar, viéndose en el espejo del baño por un momento. Algo la hizo quedarse ahí, contemplándose antes de darse una sonrisa pequeña, dejando el sitio tan pronto se dirigió a la habitación de su chiquillo, quien fue colocándose sus prendas.

Arregló el cuello de su camisa al sonreírle mientras movía sus pies en la cama, volviendo a la sala en lo que juntos se dirigían a la puerta, cargando las llaves de la camioneta, cerrando al salir al dejarlo en la parte trasera, besando su frente.

—Estás precioso, mi negro bello—su hija rió, encantado.

—Tú también estás hermosa, mamá—acotó—. Brillas—Alva soltó una risa.

—Eso es por el maquillaje, cariño—dio la vuelta, entrando al encender el motor—. Vamos a conocer tu antigua casa.

—Ya he estado ahí—lo miró un segundo.

—¿Cuándo?—Abandonó la residencia, conducida a su destino bajo la curiosidad de sus palabras.

—En mis sueños—alzó las cejas.

—Espero que te guste cómo estará ahora—afianzó, siguiendo a la dirección que no quedaba tan lejos, bajando al llegar, viendo a sus chicos contemplar el lugar, con su hijo yendo hacia ellos en una hermosa algarabía.

Lastimosamente, Melissa estaba perdiéndose del hecho al haberse ido antes que su contrato terminara debido al estado de su madre, quien requería de su atención.

Su habitación estaba vacía, por lo que no volvería a estar con ellos al tener en cuenta que irían hacia allá, por lo que solo le quedaba sacar lo su hijo y lo suyo, teniendo las ideas a flote al preparar sus pertenencias, esas que no usaba, en una caja para alguna beneficencia o venta de garaje que pudiera dar resultados favorables a otros.

Las prendas de Brans las había entregado a los vulnerables del ejército junto con una donación que pudiera ayudarles, considerando que algunos tenían bajas donde sus familias y su economía quedaban afectadas, sin querer quedarse con lo que no era suyo al tomar eso como un punto de partida, sin retorno, consciente de cómo se hallaba de ligera su estancia después de eso.

Había acumulado cosas durante mucho tiempo, por lo que ya era hora que pudiesen volar, al igual que ella lo haría más pronto de lo que esperaba al tener presente que los días estaban corriendo más rápido de lo que recordaba como normal, al menos habiendo alistado sus papeles para los vueltos hacia Inglaterra.




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