Glosario de Términos!☆;
(Usados en este capítulo)
Alta Princesa: Título otorgado al heredero de sangre directa de la Casa Real.
Elandor: Nombre del Reino que agrupa a las cinco naciones.
Las Cinco Naciones: Thorneveil, Svalmont, Ravenhold, Valemont y Merrowind.
Arconte: Gobernante de una nación dentro del Reino de Elandor.
Reconte: Llamados así a los hijos ilegítimos (hijos fuera del matrimonio, infidelidad)
Miral/Mirala: Título otorgado a Hijos de Arcontes.
Heraldos: Maestros importantes, como sacerdotes.
(...)
Año 185, Después de la Coronación del Cielo.
La mañana había despertado con un aroma diferente en el Castillo de Sovereign. No era el perfume de los cerezos en flor, ni la brisa salada del río Zernes, sino algo más denso y vibrante: el aire mismo parecía cargado de expectación.
Desde las primeras rayos del sol, el palacio entero se había convertido en un enjambre de actividad. Sirvientes corrían de un ala a otra cargando estandartes, guirnaldas de flores blancas, candelabros, y platos de porcelana fina. Los caballeros practicaban formaciones ceremoniales en el patio de armas, haciendo relucir sus armaduras recién bruñidas, mientras los jardineros recortaban con precisión cada rosal que bordeaba la Gran Galería.
Desde una ventana alta en la Torre de la Naciente, Soreya observaba en silencio el ir y venir de la vida palaciega.
Apoyada contra el alféizar de piedra, la joven princesa mantenía la vista fija en los jardines que serían escenario, esa misma noche, del baile de su mayoría de edad.
Su vestido aún no estaba puesto; por el momento, vestía una simple camisola de lino y una falda ligera. Su cabello rubio opaco, suelto y ondulado, caía como una cascada sobre su espalda.
—Mi lady —la voz suave de Lira la llamó desde el interior de la estancia—. Es hora de comenzar.
Soreya soltó un suspiro, dejando que la nostalgia de aquel momento fugaz quedara atrás, y se volvió hacia su dama de compañía. Dos doncellas más esperaban junto a la gran cama, donde el vestido del día descansaba extendido como un océano de azul pálido y bordados de plata.
La preparación comenzó.
Primero, el baño en agua tibia perfumada con lavanda. Luego, las capas de ropa interior: enaguas ligeras, un corsé de seda blanca que Lira ajustó con manos expertas, y mangas interiores bordadas que apenas se verían bajo las telas principales. El vestido fue alzado sobre su cabeza con sumo cuidado, deslizándose como un río frío sobre su piel.
Luego vinieron los detalles: guantes largos de encaje, zapatos de raso, y una delicada tiara de plata, sencilla pero perfecta para una alta princesa aún sin corona propia.
Mientras las doncellas trabajaban, Soreya dejó vagar su mente.
Hoy cumpliría quince años. La edad en que, según las tradiciones de Elandor y las Cinco Naciones, se dejaba atrás la niñez y se entraba, irrevocablemente, en el juego de los adultos.
Hoy debía parecer perfecta. Sonreír como una futura reina. Aceptar danzas, regalos... y candidatos.
Y, sobre todo, no debía mostrar debilidad.
Ni siquiera una grieta.
—¿Sabías que el Jardín de los Rosales era antes un campo de entrenamiento? —dijo Lira en voz baja mientras abrochaba el último botón del vestido.
—¿Un campo de entrenamiento? –Soreya arqueó una ceja.
— Durante la Guerra Fría. —Lira hizo una pausa, midiendo sus palabras— Antes de la Coronación del Cielo, cuando los cinco reinos luchaban sin tregua. No había bailes entonces. Solo barro, sudor... y sangre.
Soreya miró su reflejo en el espejo de cuerpo entero.
Allí estaba ella: adornada, adornada como un símbolo viviente de la paz que había costado tantas vidas.
La Guerra Fría no era una historia lejana; sus consecuencias aún latían en los pasillos del castillo, en las miradas cautelosas de los consejeros, en los mapas colgados en la Sala de Estrategias.
—¿Crees que estamos realmente en paz? —preguntó en voz baja, casi para sí misma.
—Creo –respondió Lira, ajustando un mechón suelto detrás de su oreja- que esta paz depende de lo que hagas esta noche.
Un golpe firme en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Mi lady, los invitados comienzan a llegar -anunció un mayordomo.
Soreya cerró brevemente los ojos, reuniendo su coraje.
Cuando los abrió, su reflejo ya no mostraba a una niña soñadora.
Era la imagen de la Alta Princesa Soreya Thorneveil de Elandor, hija de la paz y heredera de las esperanzas de cinco naciones.
Con pasos seguros, salió de la habitación y descendió las escaleras de mármol.
Las grandes puertas del Castillo de Sovereign se abrieron de par en par, y una ráfaga de música, perfumes y promesas no dichas inundó el vestíbulo.
La noche, y su destino, apenas comenzaban.
(...)
Soreya se acercó a los escalones que daban al Salón Real. Desde allí, distinguió el murmullo elegante de las conversaciones, las risas cuidadosamente medidas, los jóvenes reunidos -algunos de su edad, otros ya en la flor de la adultez- aguardando su aparición. Su aliento tembló. Dio un paso atrás, ocultándose tras el arco del pasillo.
—¿Mi lady? —susurró Lira, su doncella y amiga—. ¿Se siente bien?
—Solo... unos minutos, por favor -respondió Soreya con la voz entrecortada.
Lira, comprensiva, hizo una seña discreta a las otras doncellas para que anunciaran la llegada de la princesa. Luego tomó la mano de Soreya entre las suyas.
—¿Tienes miedo? —preguntó suavemente—. Es solo un baile. No debes decidir nada esta noche. Puedes conocer a los pretendientes, pero nadie espera que elijas ya.
—Lira... –Soreya la miró, vulnerable—.No quiero crecer.
—Soreya... —murmuró Lira, apretando su mano.
—No quiero salir. No quiero enfrentar esto. Tengo quince años y...
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Editado: 04.05.2025