Año 185d.C Aurenthal de Thorneveil — Casa Del Comité de Consejo
—Soreya no es digna —dijo Lady Halven, paseando con determinación por la habitación que le había sido otorgada.
—Es joven. No conoce las leyes, no sabe leer un mapa... y mucho menos liderar un ejército —continuó, sin ocultar el desdén en su voz.
—Bueno, no dijiste mucho durante la reunión antes de la ceremonia —intervino Lady Urila, alzando su taza de té con elegancia.
—El Arconte Rey estaba molesto —espetó Halven—. Me habría cortado la lengua.
Urila asintió lentamente, sin apartar la vista de su taza.
—A todos nos habría cortado algo —murmuró con una sonrisa apenas visible.
Halven se detuvo de pronto. Una idea oscura cruzó su mirada.
—El único apoyo que tiene Soreya... es su padre —dijo con lentitud.
—¿Y eso cambia algo —preguntó Urila sin mayor interés.
—Nadie juró lealtad —susurró Halven, casi con satisfacción—. Ni tú, ni yo, ni el resto del consejo juramos proteger su reclamo.
—No me digas que estás considerando una Confrontación Terciaria —Urila lamiró, entre divertida y escéptica. Halven no respondió. Solo la observó.
La sonrisa de Urila se desvaneció poco a poco.
—No estarás hablando en serio...
—Una vez se logró —replicó Halven—. En el Reino de la Primera Reina, Ilennia. Su reinado duró apenas cinco años.
—Eso fue una guerra inevitable. La Reina Ilennia se granjeó demasiados enemigos desde su infancia.
—Y le costó caro —murmuró Halven, retomando su andar alrededor de la mesa.
—La situación es distinta —insistió Urila, dejando la taza con un leve clic sobre la mesa—. Ilennia era la únca hija del rey. Tenía sangre real, su derecho era incuestionable.
Se puso de pie y caminó hacia Halven, enfrentándola.
—La piedra brilló de rojo cuando la tocó. Y la Corona de los Cielos fue puesta en su cabeza. Eso fue un signo sagrado —dijo con firmeza.
—Soreya también hizo brillar la piedra —añadió—. Fue coronada. Los cielos la aceptaron como heredera.
Halven negó lentamente, con una sonrisa tensa.
—Te olvidas de algo, Urila... Estavez la piedra no brilló de rojo.
Urila se quedó en silencio.
Volvió a sentarse, frustrada. Se frotó la frente con los dedos, pensativa.
—Lady Halven...
—Lady Urila —interrumpió Halven, con voz tensa—. Es un mal presagio. ¿Por qué no lo ves?
Avanzó hacia ella, deteniéndose a seis pasos exactos, como marcando distancia con precisión ritual.
—La piedra quiso advertirnos con ese color inusual. No podemos ignorrlo.
—No tenemos pruebas para sostener una teoría así —dijo Urila, aunque su voz ya no sonaba tan firme—. Soreya tiene quince años. No es una amenaza. No posee magia. No empuña espada. No tiene... nada.
—Lo tendrá —afirmó Halven con una calma peligrosa—. Y cuando lo haga, ¿quién pagará el precio?
Urila negó con la cabeza y dio media vuelta, pero se detuvo al sentir un agarre firme en su antebrazo. Se giró y se encontró con los ojos ardientes de Halven.
—¡Abre los ojos, Urila! —gritó Halven—. Este reino arderá en cenizas s Soreya asciende al trono.
Urila guardó silencio. Se soltó con fuerza del agarre justo cuando la puerta se abrió. Ambas mujeres se giraron de inmediato.
—Lord Brennar —dijo Urila, haciendo una reverencia al igual que Halven.
—Deberían bajar la voz —advirtió Brennar, entrando con paso firme—. Si el Arconte Rey las escucha, sus cabezas acabarán colgadas en la muralla.
—Lord Brennar... —murmuró Halven, con un tono más bajo.
—Lady Halven, será mejor que continuemos esta conversación en un lugar más... privado —dijo Brennar, mirándola con intención. Halven comprendió al instante y asintió, esbozando una sonrisa apenas perceptible.
—Y tú, Lady Urila de Valemont —continuó él—, deberías unirte. Ya sabes... por el bien del reino.
Urila lo miró, luego a Halven. Esta le tendió la mano con suavidad.
—Por el bien del reino —repitió Halven.
Urila dudó. Sabía que lo que tramaban era conspiración. Sabía que, si eran descubiertos, morirían sin juicio ni piedad.
Y sin embargo...
—Por el bien del reino —repitió en voz baja, dejando que sus dedos rozaran los de Halven.
(...)
Año 185d.C Sovereign Capital de Thorneveil — Palacio
— Un nuevo consejo no estaría mal — Hablo Maeron mientras leía un mapa, sentado en su silla de su escritorio.
Soreya miró a su padre y suspira para caminar, se detiene frente a la chimenea, la llama crepitaba mientras ella más acercaba sentía el calor.
— ¿Y cómo debería escoger mi propio consejo? — preguntó ella — ¿debería escoger gente de tu consejo padre?
Maeron asiente sin mirarla mientras marcaba algunos ríos mientras levanta su mirada para mirarla unos segundos, le sonríe suavemente.
— Aunque también podrías escoger gente nueva, hay muchos hijos de lores que están estudiando para ser elegidos, quizás, deberías escoger una generación joven, y crecerán a tu lado.
Soreya miró a su padre y sonrió algo burlona
— ¿Como si fueran mis hijos?
— Hermanos, algunos son más grandes que tu
Soreya desvía su mirada divertida.
— Bien, me gustaría escoger un consejo,. Quizás ver más gente de mi edad por aquí me traiga algo de paz.
Maeron ríe leve mientras enrolla el mapa para guardarlo en uno de los cajones. Y sacar un escrito para ofrecerle a soreya, ella lo toma inmediatamente.
— Entrega esto al heraldo, él se encargará, pero antes debes escribir algunas cualidades que desees en tu consejo, Alta princesa.
— Gracias padre.
La joven se acerca a él para abrazarlo, Maeron sonríe.
— Mi hija — Hablo rompiendo el abrazo — Ve, antes de que el heraldo tenga su horario de descanso.
Soreya asiente para hacer una reverencia y avanzar hacia la puerta, su vestido que tocaba a penas el suelo, se movía levemente, ella toca la puerta, mientras los guardias de afuera abrían las puertas.
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Editado: 03.06.2025