Año 185d.C Sovereign Capital de Thorneveil - Aposentos Privados del Arconte Rey.
— ¿Un torneo?
La voz del Arconte Rey Maeron se escucho por la habitación,. El hombre levanta la vista para mirar a su hija.
— Si, se que creo que es demasiado pronto pero, me gustaría elegir nuevos guardias, para mi.
— Hija, ya tenemos suficientes soldados en la guardia — recordó su padre — Traer más, serian más demanda con los sueldos y demás costos.
— Cubriré yo los sueldos de mis guardias elegidos — habla ella — tengo ahorros
— Hija, no es así de sencillo
— Padre
Hablo sobre él, soreya avanza unos pasos para quedar frente a su padre, que era más alto que ella, levantó su cabeza para poder mirarlo a los ojos.
— Ya que no me van a pasar tus títulos cuando sea reina, prefiero tener mi nuevo consejo, mis guardias, mis propios heraldos — añadió — ¿O esa opción también me la van a quitar?
Maeron la miró y suspiro algo frustrado.
— Solo tiene quince años, deberías estar estudiando con los Heraldos en vez de estar tratando de formar un ejército ahora, tienes tiempo
— No lo parece — soreya lo miro — tengo 15 años, y siento que me quedo sin tiempo.
Maeron desvía su mirada unos segundos, luego pone sus manos sobre los hombros de su hija para hacer que lo mirará.
— No sientas presión, tu padre está aquí, el Arconte de Thorneveil y rey de elandor está frente a ti, yo te guiare.
— ¿Debería sentirme aliviada?
— Soy la máxima autoridad — Recalco — Nadie puede pasar sobre mi, ni siquiera tu.
Soreya miró a su padre en silencio, ella suspira para desviar su mirada.
— ¿Entonces por que deseas cambiar la Ley de los títulos hereditarios?.. — Murmuró Soreya bajó — ¿por qué ahora?
— Quiero que ganes esos títulos — Hablo su padre — Yo se que podrás hacerlo
Soreya simplemente bajo su mirada. Maeron siente los hombros de su hija temblar, y luego el primer sollozo se escucho.
— ¿Y si no logro obtenerlos? — murmuró soreya mientras sus labios temblaban ligeramente —. Papá, pronto mi hermano nacerá, y si el consejo-
— No lo permitiré — la interrumpe — Tú, fuiste elegida por los cielos, y la piedra del fundador.
— Hice que la piedra brillará Dorado, no rojo como tú, no como el abuelo..
— Pero la hiciste brillar — Hablo su padre para acariciar su hombro — Ninguna persona fuera de nuestro linaje lo logró aunque quisieran, no pueden, Por que el cielo nos eligió a nosotros, como Gobernantes de Thorneveil y reyes de Elandor.
Maeron miró a su hija, la cual tenía 15 años, pero la miró una vez más y no pudo evitar mirar a la niña de 5 años, la cual reia mucho, y corría por los pasillos buscando un escondite para no ser encontrada por los guardias.
La niña que en muchas ocasiones se dormía en las almohadas del asiento esperando a que terminará sus deberes para poder jugar.
Recordaba la primera vez que se había caído en los jardines por correr sin mirar al frente, su rodilla sangraba mientras lloraba, las doncellas la habían atendido, pero ella solo quería con su padre.
Ver esas lágrimas de dolor y miedo, que solo buscaba su consuelo y ayuda., Podía verla ahora mismo, mientras la sostenía sujetando sus hombros, ella ya no era una niña, ya tenía 15 años.
Maeron la atrae hacia su pecho para abrazarla, soreya corresponde el abrazo mientras envolvía sus brazos en su espalda para sollozar contra su pecho, sin importar los protocolos. Soreya lloro en los brazos de su padre, sobre sus penas, dudas, miedos.
— No cambiaré la ley — murmuró Maeron contra su cabello mientras besaba el costado de su cabeza — si eso te hace sentir tan mal, no lo haré.
Soreya simplemente asiente con su cabeza en silencio mientras sus lágrimas marchaban el traje de Maeron.
— Pero debes conseguir títulos propios, ¿de acuerdo?. — murmuró maeron — Se que puedes conseguirlos.
(...)
185d.C Aurenthal Territorio de Thorneveil — Casa Del Comité de Consejo — Sala Menor.
La sala estaba apenas iluminada por tres candelabros de hierro forjado. Las cortinas estaban corridas, y los guardias habían sido reemplazados por hombres leales a Lord Brennar.
— No nos reunimos esta noche para hablar de simbolismos —dijo Lord Varek, de IronWood, apoyando sus manos sobre la larga mesa de roble—. Nos reunimos porque el cielo ha hablado, y hemos decidido ignorarlo.
— ¿Ignorarlo? —bufó Lady Halven—. Hicimos todo menos ignorarlo. La piedra brilló dorada, por los Dioses. ¿Cuándo ha ocurrido eso?
— Jamás —susurró Lord Dorian, de la Casa Ravenhold, bebiendo de su copa—. En los registros sobrevivientes, el dorado no es siquiera mencionado. Es una aberración, un error celestial... o una advertencia.
Lady Urila se mantuvo en silencio, pero no dejó de observarlos. Su mente aún debatía con su conciencia.
— Quizás no es error del cielo —intervino Lady Nerisse de la Casa Glaive—. Quizás es error del hombre. ¿Estamos seguros de que Soreya es hija del Arconte?
Un silencio áspero se extendió por la sala. Solo se escuchó el crepitar del fuego.
— Nadie lo dice en voz alta —murmuró Halven—. Pero todos lo piensan desde que Soreya tocó la piedra del fundador.
— Su madre Puede ser cualquiera del sur —añadió Varek con desprecio—. Un Arconte encaprichado puede cometer errores... un reino no puede darse ese lujo.
Urila frunció el ceño.
— No hay pruebas —dijo—. La piedra eligió.
— La piedra cambió el color. Eso es prueba —respondió Brennar, por fin tomando la palabra—. Y si no bastara, pensad esto: ¿por qué apresurarse en coronarla a los quince años, sin formación, sin educación, sin magia? ¿Por qué no esperar al hijo que aún está por nacer? El Rey teme morir. Pero los cielos no tienen prisa.
— El niño aún no ha nacido —objetó Dorian—. Podría ser una niña. Podría morir en el parto. O la reina.
— Y si es varón —dijo Halven—, será moldeable. Educado por nosotros. No por ideales románticos ni brillos dorados.
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Editado: 03.06.2025