- Reino de Elandor.
La noticia del nuevo torneo que se realizará pronto a nombre de su Majestad, La Alta Princesa Soreya. Provocó muchos comentarios y atrajo miradas. Apenas fue nombrada heredera hace tres semanas, y ahora ¿haría un torneo?, parece que la princesa disfrutaba de su nuevo poder ahora.
Muchos años atrás hubieran dicho que este camino que Soreya empezó a correr sería por el de la ambición, de la ambición a la desgracia. Como en la guerra fría.
Pasó solo un siglo, de la guerra fría, un siglo desde la coronación del cielo, y un siglo con 85 años desde el año 0, el día que el Descubridor, o cómo muchos lo llaman, El fundador del reino de Elandor.
Había poca información de la Guerra Fría en las escrituras, muchos decían que era por lucha de poder, ignorancia y ambición. Otros dicen que fue un error, que se pudo haber evitado, pero se tardaron en intervenir. Hasta decían que todo ocurrió por culpa de una mujer en común entre ambas naciones que iniciaron la guerra, Thorneveil y Valemont.
Pero de lo que todos estaban de acuerdo era de que uno de los motivos de la guerra, era el poder, el trono de Elandor.
En los primeros años, desde el año 0 al año 64 las cinco naciones: Thorneveil, Valemont, Svalmont, Ravenhold y Merrowind. Vivieron en armonía, todos consideraron que el fundador, debería ser rey del reino de Elandor, que contenía las cinco naciones. Pero el fundador se negó, por razones que ya no existen en las escrituras.
Lo llaman la Guerra Fría,
pero fue fuego lo que consumió los cimientos de la unidad.
Entre los años 64 y 85, las cinco naciones dejaron de hablarse en lengua común. Las embajadas cerraron, las cartas cesaron y las promesas se rompieron como alas bajo tormenta.
El Fundador aún vivía entonces, y con profundo pesar, contempló cómo los dones que él mismo había entregado como lazos de hermandad se convertían en armas latentes. La magia, al principio, fue un regalo: cada linaje recibió su don para velar por Elandor. Pero el corazón de los hombres es frágil cuando el poder se le ofrece sin límites.
Fue entonces, en el año 82, cuando el Fundador convocó a los altos representantes de las cinco naciones en el Monte Étherys. Allí, al pie de la piedra que cayó del cielo el día de su nacimiento, selló la magia en la Piedra Fundadora. Un acto que le costó muy caro. Nadie volvió a verlo.
El poder quedó dormido. Los dones se convirtieron en leyenda. Pero no desaparecieron.
En el año 85, los cielos se abrieron. Literalmente. Se dice que la aurora se quebró en mil fragmentos de luz, como si el propio cielo llorara. En el clímax de la Guerra Fría -cuando las demás naciones eran arrastradas al abismo por Thorneveil y Valemont-, un haz de estrellas descendió sobre la cima de la Torre de Sovereign, capital de Thorneveil.
Una corona forjada en luz pura emergió ante los ojos de todos, una corona no forjada por manos de hombres, si no por estrellas de los cielos. Los sabios lo llamaron "La Coronación del Cielo". El gesto fue claro: los Thorneveil fueron designados legítimos reyes de Elandor.
No por elección política, ni por conquista, sino por herencia celestial.
Así, las demás naciones juraron paz. No por amor. Por necesidad.
Ahora, un siglo después, esa paz cruje como la madera vieja.
La Alta Princesa Soreya, del linaje celestial, se sienta en el trono como heredera recién nombrada... y ya mueve las piezas de su juego. Un torneo, dicen. A tres semanas de su ascenso.
La última vez que un Thorneveil fue tan osado, el cielo lloró estrellas.
(...)
Año 185d.C Sovereign Capital de Thorneveil - Palacio Real
Dos semanas después, la sala estaba repleta de doncellas que llevaban las bebidas y comidas al gran jardín, como también al campo de entrenamiento.
Los invitados no paraban de llegar al palacio de Sovereign, La Arcontisa Reina Consorte Helena sonreía recibiendo a los invitados.
— Bienvenidos —Sonrío Helena, pero deseaba ya que aparezcan su esposo y su hija.
Mientras Helena recibía a los invitados, Soreya estaba en sus aposentos privados, ella se miraba al espejo mientras Lira le acomodaba la falda del vestido.
— Listo Alta Princesa — dijo Lira mientras retrocedía para ver si no había algo que arreglar.
Soreya no apartaba la mirada del espejo, sonríe suave mientras da un pequeño giro, admirando el vestido girar junto a ella, probar si sus tacones son cómodos para correr.
Aun no olvidaba esa frase por parte de Caelan en su primer encuentro, nunca le preguntó, ya que luego de su segundo encuentro, aunque lo buscará, parecía que se había ido.
— El color rojo realmente es su color, Alta Princesa — añadió Lira —. Se ve hermosa.
— Gracias Lira — agradeció Soreya para caminar alejándose del espejo.— ¿Los invitados ya están llegando?
— Mucha gente — Recalco Lira —. Creo que debimos preparar más comida, su Majestad.
Lira ríe mientras Soreya sonríe al escuchar sus palabras, Soreya abre la cajonera de su mesa de noche para sacar una horquilla de Rosas.
— Pensé que no vendrían — confiesa Soreya para acercarse al espejo con la orquídea en mano, para luego ponérselo en su cabello. Ella se miró al espejo y suspiro mientras voltea a ver a Lira.
— Y bien, ¿parezco más una niña o una adulta?.
— Una Señorita — respondió Lira y Soreya río—. Por cierto, ¿aún..no ha sangrado?
Soreya guardo silencio unos segundos, suspiro algo nerviosa pero respiro profundo para hablar.
— No, mi madre dice que es común.
— ¿Usted y la Arcontisa ya arreglaron sus diferencias?
— Si, de hecho, ella me regalo esta horquilla — apunta a la horquilla recién puesta en su cabello.
Lira asiente levemente mientras sonrio sin mostrar los dientes. — Me alegra que ustedes se hayan arreglado.
Soreya asiente ante sus palabras estando de acuerdo, ella camina para abrir las puertas del balcón, dejando entrar el aire fresco, el día era sin nubes, y un sol que haría derretirse a cualquiera.
#1892 en Fantasía
#333 en Magia
romance drama accion, princesa heredera al trono, reinosmagicos
Editado: 03.06.2025