Dos días después del torneo, rumores seguían esparciendose por el palacio de Sovereign. Rumores que Maeron no pudo ignorar, que el consejo general no pudo ignorar, ni los Heraldos. Pronto llegaría a las otras naciones.
El sol entraba a la torre de alto sol, en los aposentos de los reyes, Helena estaba en silencio mientras miraba la ventana, acariciaba su vientre en silencio. Mientras el rey estaba bebiendo la copa de vino.
Trago fuerte antes de hablar.
— Los rumores están por salir de Thorneveil —dijo Maeron mientras golpeaba sus dedos contra la mesa de madera—. Nuestra hija, llamada ramera, una fazi de casa baja solo por ser encontrada en una escena comprometedora con el Miral Rhaego y ese joven de casa baja que ni siquiera reconozco.
La voz de Maeron sonaba molesto, no con su hija, si no con los rumores. Helena miró a su esposo, ella suspira para sentarse en la silla mientras sentía su vientre hinchado moverse, su bebé pateaba. Helena se muerde el interior de su mejilla unos segundos para hablar.
— Si Soreya tiene la edad suficiente de meterse a una habitación sin guardias con dos hombres de su edad, creo que tiene edad también para resolver esto sola.
— Helena, ¿te estás escuchando?.
— Se lo que estoy diciendo, no necesito que me digas que esta mal o bien, Maeron. —habló— Solo digo que dejes a ella resolver sus propios problemas.
— Ella tiene quince años, recién está entrando en la política. —Maeron la miró— No voy a dejarla sola si necesita un guía, estaré para ayudarla.
— Ella es la Alta Princesa ahora. —corrigió— Ella no es solo Mirala de Thorneveil, ella es mayor según las tradiciones.
Helena miró a su esposo, notando como este alzaba una ceja.
— Si lo miras desde mi punto de vista, entenderías que es mejor dejar que ella lo resuelva, que ella puede sola.
— ¿Y si no puede sola? —preguntó Maeron.
— Cortarme la garganta. —declaró Helena— Si ella sale más perjudicada, cortaré mi propia garganta.
Maeron la miró incrédulo y sorprendido, Helena se pone de pie.
— Ella ya tiene un consejo, ya tiene heraldo —nombro— solo le faltan dos cosas.
— Un ejército de guardias a su nombre. —dijo Maeron
— Y un esposo.
Maeron baja su mirada unos segundos, Helena camina hacia el y pone una mano en el hombro de él.
— Esposo mio, tu sabes que esto no será lo peor que Soreya tenga que enfrentar —empezó bajo, hizo una presión en su hombro—. Será mejor que se acostumbre, nosotros no estaremos siempre para sostenerla.
— Ella...es una niña.
— Ella es de Elandor.
Maeron miró a Helena, Helena le sonrió suave, parecía notar el conflicto que Maeron tenía entre su deber y rol como padre.
— Es mi primera hija y..— murmuró Maeron—. Aveces me pongo a pensar si fue apresurado nombrarla como la Alta Princesa.
Helena se sienta en el asiento de su lado para estar cerca, ella pone su mano sobre la de él.
— ¿A que le tienes miedo Maeron?.
— Que mi hija no pueda vivir en paz —dijo él mientras trataba de controlar sus emociones—. Cuando yo muera, ella tenga que llevar la carga, el resultado de mi decisión.
— Si Soreya no hubiera querido esto, ya habría hablado contigo sobre la decisión —murmuró Helena—. Pero mírala, ella sigue en pie con la decisión, ya creó su propio consejo general, también nombro al heraldo Garrett como suyo.
Maeron asiente en silencio mientras se limpia sus mejillas, las lágrimas que se habían escapado.
— Ella acepto la decisión y la de los cielos. —dijo— Es hora de dejarla empezar su camino.
— Ilennia también fue aceptada —murmuró Maeron— Cinco años, solo cinco inviernos estuvo reinando para luego ser asesinada por su propia gente, y los escritos desaparecieron.
— Y si tal vez, Ilennia nunca existió. —dijo Helena, Maeron volteo a verla— Solo sabemos de ella por los ecos que fueron pasando en lengua a lengua.
— Si Ilennia nunca existió, el derecho de Soreya está en juego —hablo él— Nombre a Soreya Alta Princesa, y uno de mis motivos fueron que Ilennia, la reina roja gobernó antes.
Helena suspiro bajo para bajar su mirada, Maeron se pasa la mano por su cabello.
— No puede haber una Lady en la corte antes que una Reina sentada en el trono.
Murmuró Helena, Maeron la miró.
— Hay Ladys en la corte, y primogénitas de Arcontes, pronto serán Miralas. —añadió Helena— No pueden ocupar esos cargos antes que una Reina se siente en el trono.
— Helena.
— Si las tradiciones cambiaron fue por que si hubo una reina sentada en el trono —Helena analizo sus propias palabras— Y si es así, no tendrían por qué estar molestos con que una mujer se siente en el trono, si ya se sientan en el consejo y en sus gobiernos de naciones.
— Tiene sentido.
— Es claro amado mio —hablo ella para mirarlo—. Hay más mujeres en el reino que hombres.
Maeron miró a su mujer, pasaron años, ya no eran esos jóvenes adolescentes casándose por un acuerdo. Ahora eran adultos, reyes, arcontes y padres. No había lugar para dudas, ni para lamentos.
— Solo falta que las mujeres abramos camino para gobernar el campo de batalla y el trono —dijo Helena—. y Soreya, será clave para esto.
Maeron sonrió bajo ante sus palabras, había notado a Helena algo perdida estos días, pero parece que ahora volvió en sí.
— Los hombres pueden detenernos con acero —comentó— pero nosotras, nos defenderemos con nuestras lenguas.
Helena miró a su esposo, él sonrió más, ella se acerca para abrazarlo. No le gustaba verlo angustiado y triste, suspiro mientras sentía como el la abrazaba con cuidado.
— Gracias —murmuró Maeron.
Las dudas que quería discutir Helena en primer lugar fueron a segundo plano, ella se decidió. Desde que la piedra del alba; la del fundador brilló dorado, ella sintió incertidumbre, dudas del pasado la volvieron a atormentar. Pero ahora, se decidió.
Protegería a su hija, a su esposo y a su nación, por encima de sus propias dudas. Aunque por su mente paso la idea de que Soreya era ilegítima, eso fue a segundo plano. Los cielos decidieron, y eligieron a Soreya.
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Editado: 03.06.2025