Las campanas dejaron de sonar luego de treinta minutos. El palacio de Sovereign estaba tranquilo a diferencia de antes. El consejo general habían solicitado un banquete en forma de bienvenida a los nuevos príncipes de Elandor. La mayoría estuvo de acuerdo y Maeron no tuvo otra opción que aceptar, aunque aún estaba afectado por la pérdida, pero se mantenía fuerte por el reino.
Soreya había despertado 20 minutos después de la muerte de su madre. Lady Ulira trató de calmarla al verla algo exaltada por el largo sueño, luciendo pérdida. Soreya escuchaba las campanas y miraba a Ulira buscando respuestas. Incluso le había gritado a la joven aprendiz exigiendo respuestas. Lady Ulira le explicó que se había desmayado en la sala Sagrada, y que ya habían nacido sus hermanos, ella no sabía de la muerte de Helena. Siempre estuve al lado de Soreya y nadie le había venido a avisar.
Soreya caminaba por los pasillos yendo a la sala de parto. Lady Ulira la seguía mientras caminaban por los pasillos, las campanas dejaron de sonar en el momento que Soreya se detuvo frente a las puertas de la Sala de Parto.
— ¿Mi madre sigue aquí?
— Debería estarlo, o quizás los bebés estén en los aposentos de la arcontisa real —respondió Ulira.
Soreya abre las puertas, ya que no había guardias escoltandolas, al entrar se detuvo en seco. Ulira asomo su mirada y noto la escena del deber de mujer.
La sangre de la cama aún seguía estando ahí, las sabanas estaban a medio cambiar y los trapos mojados con sangre y diluido con agua. Soreya miró la escena notando que nadie estaba en la cama.
— ¿La reina ya caminar luego de parir dos bebés? —preguntó ella.
— Su madre es una mujer fuerte, Alta princesa. —comentó Ulira— Quizás estén en sus aposentos privados.
Soreya estuvo de acuerdo para caminar junto a Ulira, salieron de la sala hacia los aposentos de Helena. Soreya miraba a las doncellas hacer una reverencia ante su paso, lo hacían antes pero ahora se sentía diferente, sus miradas eran de lástima y tristeza. Soreya se detuvo unos pasos antes de doblar la esquina del pasillo.
— ¿Alta princesa?.
Soreya no respondió. Ella simplemente cambió su dirección para avanzar hacia la sala de sanación. Cada paso que daba lo sentía pesado, por un momento se sintió como el día de su cumpleaños número quince. El mareo, el sonido que se alejaba, sus pasos sonaban más fuertes que su corazón. Sintió recuerdos golpearla por segundos, su respiración iba superando el ritmo.
— ¿Mamá? —la pequeña voz resonó en su mente volviendo a un recuerdo.
— Soreya. —habló Helena para acariciar su mejilla pequeña y besar su frente— Mira esto.
Una insignia de color rojo con bordes dorados cayó suavemente en las pequeñas manos de Soreya. La niña miró a su madre confundida al ver que la insignia tenía forma de un ala, pero no era una ala de un halcón o águila. Esa figura era diferente.
— Me lo dieron en muestra de respeto y alianza —comentó Helena sentándose en su silla, alzando a Soreya para sentarla en su regazo— trate de descifrar que ala de animal es pero no se me ocurre nada, ojalá algún día lo logres descubrir.
— ¿Y si lo descubro?.
— Te ganarás un.... ¡un ataque de besos! —exclama Helena para besar repetidamente el rostro de su hija escuchándola reír.
— Mamá! —exclamó Soreya entre pequeñas risas y dolor de estómago por tanto reír.
— Mamá. —murmuró estaba vez ella bajo luego de abrir las puertas de la Sala de sanación, notando el cuerpo de su madre envuelto en telas, sólo dejando ver su rostro.
Lady Ulira se cubrió la boca conmocionada, las doncellas hicieron reverencia alejándose del cuerpo sobre la mesa. Que estaban preparando para el funeral.
Soreya se acercó en silencio para mirar el rostro de su madre, notando su rostro pálido. Acercó su mano temblorosa a su rostro para acomodar su cabello, las lágrimas no salieron, pero su postura amenazaba con colapsar.
— Mamá —murmuró bajo— aún no los he visto,pero seguro tienen tus ojos. —añadió bajo mientras acariciaba su mejilla— Por favor. No me dejes ahora yo-
Quería decir más, pero sentía que la garganta se le secaba, su lengua se trababa y el dolor en su pecho aumentaba. Soreya la abrazo como pudo, cerró sus ojos tratando de volver a sentir su corazón, pero sabía que no volvería a sentir su latido. Las primeras lágrimas cayeron mientras se reincorporaba para besar la frente de su madre por última vez.
Luego de esa tarde tan tormentosa, y no habló del clima. Ese desayuno familiar que debía haber ocurrido con tranquilidad y una reconciliación entre la realeza, se había partido en miles de pedazos.
Al día siguiente de la muerte de Helena. El cielo se encontraba nublado, tapando el sol de la mañana con las nubes mientras el viento era frío, fuerte. Los estandartes de los soldados flameando sobre sus lanzas. Cada uno con su casco, sus uniformes perfectamente puestos.
El fuego de las antorchas provocaban que hubiera algo de calor en ese ambiente tan frío. Todos los Lores del consejo general del rey y el nuevo consejo de la Alta Princesa estaban presentes con la cabeza baja en forma de respeto. Mientras las capas de sus abrigos flameaban al ritmo de los estandartes de Thorneveil.
El rey Maeron estaba al frente de todos, en silencio mientras miraba el cuerpo de Helena, solo dejando ver su rostro. Mientras los Heraldos mantenían sus manos en alto alrededor de la roca donde estaba Helena. Mientras hacían el rezo de Ascenso al cielo, para que el alma de Helena fuera bienvenida a los cielos, de fondo los tambores sonaban a un ritmo lento. Un golpe cada minuto.
Soreya también estaba presente, llevaba un vestido de negro con mangas largas. Una capa tipo abrigo de piel sobre sus hombros —regalo que recibió en su cumpleaños por parte de la Arcontisa de Merrowind—. No flameaba con el viento por lo pesado que era, pero ella estaba de pie al lado de su padre.
Ambos no se miraban tampoco habian hablado ayer ni esta mañana tan fria. Ella esperaba una visita por parte de él pero nunca llegó ni siquiera había ido a ver a los bebés que Helena dejo antes de partir. Y eso enfurece a la joven.
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Editado: 04.08.2025