La Amante Adorada Del Príncipe

Capítulo 6

Stel terminó de servir la comida y dejó el delantal sobre el mesón de la cocina. Nahiara tomó una bandeja para llevar cómodamente la comida hasta el patio.

Stel dijo:

—Te debo una disculpa...

Nahiara se quedó quieta, y miró los ojos de la mujer que transmitían sinceridad.

—¿Una disculpa? No es necesario Stel. Así que puedes estar tranquila.

La mujer negó con una sonrisa.

—Te hemos juzgado mal. Aunque para ser sincera mi marido y yo nunca nos creímos ese cuento de la gente. Pero igualmente te dimos la espalda por el que dirán y ahora nos sentimos avergonzados.

Nahiara dejó la bandeja devuelta en el mesón y se acercó a la mujer, hasta que su mano descansó en su hombro.

—No te preocupes por lo que ha pasado. Por favor, veamos este nuevo presente, como una oportunidad para conocernos —la mujer asintió convencida—. Ahora sí debemos ir a la fogata y llevar la cena.

Stel asintió y ambas pasaron la noche junto a sus hombres cerca de una fogata en el patio. A mediados de la media noche Florián fue hasta su habitación y rato después los vecinos se despidieron.

Ahora Gerad y Nahiara se encontraban solos en medio de la fogata que amortiguaba el frío de la oscura noche.

Él dijo mientras miraba las llamas:

—No tengo idea de quién soy.

Nahiara sostenía un abrigo de piel sobre sus hombros. Observó los azules ojos chispeantes de Gerad y respondió:

—Pronto sabrás quién eres. Seguro tienes una familia esperándote.

El hombre tomó un pedazo de madera que estaba no muy lejos y lo echó al fuego.

—¿Crees en la intuición?

—Creo en muchas cosas.

Él sonrió por esa respuesta.

—Siento que no quiero saber nada sobre mí. Como si esto ahora fuera justo lo que siempre quise. Mi intuición me dice que esto es lo que necesito.

Ella que estaba abrazada a sus rodillas se levantó y volvió a sentarse, pero esta vez al lado de Gerad:

—¿Qué es lo que necesitas?

Él dudó en decirle la verdad, pero de nada le servía si le mentía a ella.

—Quiero quedarme con ustedes. Lo sé, es algo loco. No tienes por qué responder o aceptar. No tienes por qué decirme algo.

Nahiara puso su mano sobre el hombro de Gerard y lo apretó.

—Nunca nadie se había acercado hasta aquí y me había ayudado hasta que tú llegaste. Ahora las personas me miran de una manera diferente, ¿qué pasaría si te fueras? ¿Acaso dejarían de respetarme de nuevo?

Él exhaló y dejó que el aire saliera de sus pulmones.

—Deben respetarte esté o no yo aquí. No permitas que las personas te juzguen por tus acciones sin conocer las razones.

—Es cierto. Pero el mundo necesitaría más personas que pensaran como tú, para que eso sucediera. Para que respeten a todas las mujeres solteras. Aún así, me gusta la compañía que brindas. Sin duda todas las mujeres necesitamos de una mano masculina.

—¿Tú crees?

Ella asintió.

—Ustedes son la fuerza bruta y nosotras la inteligencia que los detiene y los hace entrar en razón. Cuando ambas fuerzas se funcionan se crea una balanza. El hombre y la mujer no se crearon para ser enemigos, sino para complementarnos. Nunca seremos iguales, cada uno es especial de una menera distinta y asombrosa.

—¿Eso quiere decir que me quedo?

Ella dejó ver su dentadura en una sonrisa y asintió. Luego, dijo:

—Si no te arrepientes antes, claro.

—No lo creo. No creo que me arrepienta ser tu esposo de mentira.

Ella levantó las cejas pobladas y se echó a reír a carcajadas.

—Será divertido.

No supieron en qué momento las horas pasaron que los gallos comenzaron a cantar la entrada del amanecer, ambos tuvieron que correr a dormir las últimas horas de la noche.

Sería divertido ver como ambos se ayudaban mutuamente...

Un príncipe en casa de la Amante dorada. Caray.

 




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