La Amante

Capítulo I: Extrañas Conocidas.

Os voy a contar sobre aquella vez que me perdí en un recuerdo, no puedo evitar perderme cada vez más en él, tal vez era un poco complicado de entender, pero como fuera el inicio no fue el mejor de todos.

Estaba en un país que con un poco de suerte conocía, en ese entonces tenía 25 años, un poco más tal vez, pero menos que eso no, andaba con una sudadera color caqui y unos shorts negros que me llegaban hasta un par de dedos por sobre la rodilla, zapatillas deportivas del mismo color, móvil, billetera y llaves en los bolsillos, era todo lo que necesitaba para poder sobrevivir sola en un país que no conocía.

Pero estaba ahí con la intención de conocer a alguien, a una persona con la que había hablado solo un par de veces, en este momento tenía más fe que ansiedad, con la dirección anotada en un papel, roñoso, arrugado y un poco sucio, sabía que era una persona mayor que yo o eso me había dicho ella, la única referencia que tenía respecto a esta persona era la foto de su perfil de Instagram, por el hecho de que su cuenta era privada y que nunca me había aceptado la solicitud, no tenía mucha certeza de si todo esto era verdad o no, tal vez sería otro de esos videos en los cuales la persona cruza medio mundo para luego darse cuenta que la persona con la que había estado hablando por no sé cuánto tiempo y que resultaba ser un señor de 40 y tantos años que viva en el sótano de su madre.

De todos modos, no importaba, ya estaba ahí de pie frente a la puerta, mirando mi móvil y el papel para ver si había escrito bien la dirección en el GPS, no alcance ni a llamar la puerta cuando ella salió, me quedó mirando, fue como si hubiese sabido que yo estaba fuera de la casa.

— ¿Se te ofrece algo? — preguntó y yo la miré, había pensado en esto miles de veces, en qué le diría cuando le viera, pero no pude decir nada y a modo de respuesta solo le mostré la pantalla de mi móvil con mi perfil de Instagram seguido de un gesto que le decía de una forma u otra que era yo, ella se tomó un momento para mirarlo y se llevó una mano a la boca — No creí que vendrías — susurró, al parecer no creía que realmente estaba aquí — Pasa, por favor, no quedes de pie ahí.

No puedo negar que me sentí feliz por el hecho de que me hubiese reconocido y que me hubiese invitado a pasar a su casa, ella ya era una señora de unos 45 - 50 años y no os mentiré se mantenía bien, estaba casada y había tenido dos hijos, un hombre y una mujer que ya se habían ido de casa, por lo que me había dicho pasaba casi todo el día sola, pero no os confundáis yo no había ido a verle en el rollo amante, esa nunca fue mi intención inicialmente. La idea era conocerle, porque ella de un modo u otro había tenido un rol de figura materna en mi vida independiente de que yo viviera al otro lado del océano.

El lugar era amplio, una casa de un solo piso, pero se veía considerablemente grande, como aquí resultaba ser verano me llevo al jardín y me invitó a sentarme en una de las sillas que estaban en él.

— ¿Quieres algo? Té, café, agua o gaseosa — me preguntó antes de ella tomar asiento en una de las sillas frente a mí.

— No gracias — la verdad es que había crecido con la mala costumbre de no tomarme completamente las cosas liquidas y lo último que necesitaba era eso en este momento

— ¿Qué haces aquí? — preguntó finalmente y yo la miré un momento.

— Yo… mph… solo quería salir de la ciudad unos días — ella asintió con la cabeza.

— Eres distinta en persona — comentó nuevamente, no me sorprendía, por lo general a través de mensajes de texto me daba a entender mejor que verbalmente.

— Soy mejor para escuchar en persona — añadí y ella sonrió levemente.

Tal vez la situación no era de lo más cómoda, me estaba arrepintiendo de haber venido, pero ya me había metido en la casa, ya me había visto e irme, así como así iba a parecer descortés. 

Ya os había comentado que ella de una forma u otra había sido una figura materna para mí, no estaba del todo segura de cómo era que habíamos llegado a hablar en algún momento, no sabía cómo había comenzado todo, pero de todos modos ella era mi esponja emocional, cuando la tendencia en esta vida era que yo fuera la esponja emocional de todos. Podría decir que Cristel me conocía mejor de lo que yo misma me conocía a mi así que en ese momento no estaba del todo segura si es que tenía que decir algo o no.

— ¿Cómo estas con el trabajo? — preguntó, si ella quería guiar la conversación entonces estaba bien, no tenía problemas con ello.

— Bien, como siempre supongo — la verdad es que desconocía que tan buena respuesta era aquella pero de todos modos creo que lo peor que podía hacerle era no responderle — Cristel ¿Te puedo preguntar algo? — pregunté y ella solo asintió con la cabeza — ¿Como es eso de tener una relación estable? — ella sonrió y soltó una que otra carcajada, como si le causara gracia, ambas sabíamos que yo no era la mejor persona para tener relaciones que duraran más que un par de semanas o como máximo unos cuantos meses.

— ¿Crees que tengo una relación estable? Cariño que esté casada no significa que tenga la mejor relación con mi esposo, lo veo un par de veces a la semana si es que no menos y tal vez tenga dos hijos, pero mi estabilidad de relación no se basa de ello — No supe que decir en ese momento, pero se veía tranquila hablando como era que veía a su esposo un par de horas al día.



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En el texto hay: amor lgbt, amantes infidelidad

Editado: 29.06.2022

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