La Amante Premiada

Capitulo #18; La esposa

La esposa de Antonio entró en el restaurante con una elegancia que cautivaba a todos a su paso. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos perfectos y labios pintados de un rojo intenso. Cada paso que daba era como una danza grácil y delicada, atrayendo todas las miradas.

Sus ojos, de un profundo color avellana, irradiaban confianza y seguridad. Su vestido ceñido resaltaba sus curvas sutiles, dejando entrever su silueta esbelta. Era un retrato de elegancia y belleza, una mujer que parecía haber nacido para estar en el centro de atención.

Mis ojos no podían apartarse de ella, y a la vez, sentía un nudo en mi estómago. Observarla caminar con esa gracia y seguridad, sin tener la menor idea de la conexión que existía entre su esposo y yo, me llenaba de un extraño sentimiento de culpa y fascinación.

Mientras ella se dirigía a su mesa, pude notar cómo los demás comensales se volvían para admirarla. Era como si todo el lugar se hubiera detenido por un instante, hipnotizado por su presencia. Pero en medio de esa admiración, yo sabía la verdad. Sabía que detrás de esa imagen perfecta se escondían secretos y engaños.

Antonio, por su parte, seguía a mi lado, sus ojos oscuros siguiendo cada movimiento de su esposa. Era evidente que su presencia despertaba en él una mezcla de emociones contradictorias: amor, culpa, deseo y temor. Aunque él me había confesado su amor, también sabía que su vida estaba atada a ella, a esa mujer que caminaba con tanta seguridad y elegancia.

Mientras la esposa de Antonio se sentaba en su mesa, me vi envuelta en un torbellino de pensamientos. ¿Cómo podía amar a un hombre que vivía una doble vida? ¿Cómo podía permitirme ser parte de un juego tan peligroso? Me preguntaba si él realmente podía amarme de la misma forma en que lo hacía con su esposa, o si era simplemente un consuelo efímero.

En ese instante, me sentí atrapada entre la admiración por su esposa y la incertidumbre de mi propio papel en su vida. Me pregunté si el amor que sentía por él valía la pena, si podía seguir jugando a ser la amante en las sombras, disfrutando de sus atenciones y regalos mientras su esposa ocupaba su lugar legítimo a su lado.

El encuentro en el restaurante, con la presencia de su esposa, había arrojado luz sobre la realidad de nuestra situación. Era consciente de que tarde o temprano tendría que enfrentar las consecuencias de nuestras acciones, y ese pensamiento me llenaba de una mezcla de excitación y temor.




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