Veo los petalos caer desde su traje.
Lo amo. Eso es lo único de lo que estoy segura. No sé desde cuándo ni cómo, solo que me enamoré de él.
Me parece el ser más perfecto del planeta entero. Ahí, con su traje blanco haciendo contraste con su negro cabello.
»Mael«
Hoy día lo voy a hacer, no hay otra opción. Es el último día del año escolar, después se vienen las vacaciones de verano y no lo veré más, nunca más. Y no sé si es bueno o malo. Si me llega a rechazar, sería estupendo no verlo jamás. Pero si lo que siento por él es correspondido... va a ser horrible.
Después de presentar el baile con los de mi grado, me voy a cambiar. Realmente el traje es lo más incómodo que existe. Belrae
—¡Listo! Terminaste. —Exclama con emoción Yselle—. Quedó muy bonito. ¡Ahora se viene lo bueno! ¿Lo vas a hacer, verdad? ¿No te has arrepentido?
De solo pensarlo me pongo nerviosa, no quiero pensar en qué dirá. He sido su mejor amiga hace años, y odio eso, odio que solo seamos eso. Porque sé que en el fondo él me quiere, o me quería, ya no estoy segura.
—No. Pero dudo que yo pueda pasarle la carta —Admito.
—Al menos inténtalo.
Respiro hondo y saco de mi bolso un sobre de papel impecable. Me desvelé escribiendo anoche.
—¿No se ha ido, verdad? —Indaga
—No, está ahí —Hago un leve movimiento, apuntando a mi novio que aún no sabe que es mi novio, con la barbilla—. Puede que se vaya en un rato más, pero no enseguida, sus padres están haciendo fila para comprar papitas, y créeme que la fila no es pequeña.
—Bien. Tú puedes, se la entregas y nos vamos corriendo.
Cierro los ojos un segundo, reuniendo el valor necesario para acercarme. A pesar de que es mi amigo, y paso la mayor parte del día hablándole o molestándolo, esto es diferente. Porque cuando me aleje esta vez, ya nada será igual. Él tendrá en sus manos mi corazón, y sabrá que lo tiene.
Me obligo a mover mis pies en su dirección, sintiendo que cada paso quema, que cada paso es un centímetro menos hacia un precipicio. Cuando quedan unos metros, lo observo bien, puede que sea la última vez y no la desperdiciaré.
»Mael«
Es precioso. Varias veces me he tomado el lujo de analizar cada una de sus facciones. Su cabello tan sedoso que he devuelto tantas veces con las manos (y después recibir una réplica ingeniosa de su parte, obviamente), su tez clara, sus ojos de un café tan intenso que me obsesiona —Porque, omitiendo el hecho de que son muy oscuros, tiene un toque cálido que me hace fantasear—, el hermoso lunar en el puente de la nariz es mi favorito, solo tiene otro aparte de ese, que tiene en la mejilla izquierda. Y no me hace falta acercarme más para saber que le llego hasta la nariz. No me hace falta, y no lo haré. No puedo.
No puedo. Es imposible. No puedo verle la cara mientras abra el sobre. Mientras que pregunte qué es y yo solo le diga "Léelo cuando estés solo", se dará cuenta al tiro... no puedo ver su expresión en ese momento.
Doy media vuelta y salgo corriendo hacia Yselle.
—No puedo, no puedo, no puedo... —Me tapo la cara con las manos, frustrada.
—Belrae, tranquila. Puedes hacerlo por chat... le puedes enviar la carta por ahí.
No lo había pensado.
—¡Sí! ¡Vamos!
La tomo de la mano para echarme a correr hacia la salida.
Una vez en mi casa, tiro mis zapatos a ningún lado en concreto de la habitación, me tiro en la cama y saco mi celular. Me meto a su chat y me quedo ahí, pensando en qué escribir.
—¿Qué escribo?
—Ps yo qué sé, lo típico: "Me gustas" y ya.
Al final termino escribiendo un mensaje con la extensión más grande que he hecho.
—Listo. —Miro la pantalla, analizando fijamente el botón de enviar—. No pu...
Yselle se adelanta, me arrebata el celular y pulsa lo que de seguro yo no hubiera podido. El mensaje se envía.
—Sin tanto drama.
Me quedo con la boca abierta.
Lo ha mandado.
No...
Me estoy arrepintiendo.
—¡Bórralo! ¡Ahora, antes de que lo vea! —Grito desesperada, intentando sin éxito quitarle el aparato electrónico.
—Lo leyó.
Es el fin.
Estoy jodida.
Lo único que me consuela es que no lo veré más.
—Está escribiendo.
De aquí solo hay dos formas de salir.
Llorando o saltando de emoción.
Sinceramente prefiero la segunda.
—Te respondió.
—¡No me digas qué dijo! —Tengo la respiración acelerada. Intento calmarme.
»Inhala. Exhala. Inhala...«
—Estoy lista.
»Inhala. Exhala. Inhala...«
—Dijo "Ya" con punto al final.
—Qué. Cómo que ya. ¿Estás de joda, no? —Le quito el celular y leo. Y, en efecto, solo hay un mensaje que dice "Ya."
Comienzo a escribir violentamente, como si el objeto tuviera la culpa.
»¿Cómo que ya? ¿Te acabo de confesar que me gustas y me respondes con eso?«
Escribiendo...
»Mira, Belrae. Lo siento mucho, pero me gusta otra persona«
Qué.
No.
No.
»¿Quién?«
»Sarihel«
Ella no.
¿Esto es una broma?
Me quedo mirando la muralla, aun procesando. Pero no hay nada que analizar. Le gusta alguien, y no soy yo.
Sonrío. Luego suelto una carcajada desprovista de humor. Río, como si fuera lo más gracioso, pero no es una risa de alegría.
»Ríe. Ríe para no llorar«
Yselle me queda mirando y lee los mensajes.
—Bel... tranquila.
Tomo el celular y leo otra vez, pero nada cambia eso.
Lanzo el celular lo más fuerte que puedo contra la muralla, para luego empezar a reír como una psicópata.
—Le gusta otra —Digo con la voz rota. Ya no puedo más. Me quiero derrumbar. Quiero llorar hasta quedar sin fuerzas. Quiero desaparecer. Me tiro en la cama y permito a mis lágrimas caer de una vez.
Me siento débil. Vulnerable. Y odio sentirme así.
Yselle me rodea con los brazos, intentando consolarme.
—No llores, no lo merece.
Pero sus palabras me hacen ahogarme aún más en mi tristeza. ¿Por qué? ¿Por qué ella?