Mi nombre es Leo, bueno, en realidad Leonora Martínez, pero odio mi nombre y solo mi mamá me llama de esa forma, así que prefiero que me digan Leo. Tengo 23 años, soy de Costa Rica y vivo en Turrialba. Llevo dos años en la universidad estudiando veterinaria y no soy becada, ya que mi solicitud fue rechazada dos veces, por lo que me vi obligada a hacer actividades recreativas en la universidad para obtener una beca por exoneración de créditos y así seguir estudiando.
Sin embargo, desde que inició la cuarentena por el nuevo coronavirus me siento impotente, ansiosa preocupada. Me veo obligada a vivir en un departamento sola cerca de la U, el cual paga mi padrino hermano de mi papá y no tiene hijos, ya que aquí tengo más acceso a internet gracias a la dueña de los departamentos donde vivo. Solo que extraño a mi familia montones. Por fuerza tengo que quedarme aquí para terminar el semestre, si no, me atrasaría un año de carrera y no es lo que quiero; pero, aun así, no creo que estar en condiciones de seguir.
A veces me pregunto porque continúo estudiando. Tuve que haber pausado este semestre en cuanto tuve oportunidad, pero mi familia me dijo que no, que esta situación no tiene por qué detenerme. Yo dolo estaba preocupada por ellos porque solo me tienen a mí. Durante un tiempo antes entrar a la universidad, trabajé en un hotel, como hablaba inglés me contrataron por los turistas, y mi ingreso económico era mejor que el de mi papá, quién es un peón en una finca recogiendo guayabas cada que hay temporada, de ahí hacen jalea y los galones son exportados a Estados Unidos, Europa y así; pero es un trabajo inestable. Cuando decidí matricularme, me preocupaba dejar a mi familia desprotegida, pero mi madre me dijo:
- No quiero que termines como yo, una empleada tonta y sin estudios -dijo entre sollozos-. Es momento que pienses en tu futuro. Nosotros estaremos bien. Yo quiero verte triunfar, quiero verte con el título en la mano que ni tu papá ni yo tenemos. ¿Estamos?
- Está bien, mami -dije con lágrimas en los ojos y luego me abrazó fuertemente.
Ella siempre me ha motivado hacer las cosas que gustan hacer. Ella y mi papá son mi motor. Es por lo que sigo estudiando, quiero hacerlos sentir orgullosos. Ya no puedo esperar a verlos en vacaciones. Solo que por esta cuarentena veo lejos ese día. Pensé en regresar a pasar el confinamiento a su lado, acompañados y en familia, así no sentirme tan sola en estás cuatro paredes; pero, además de la nula accesibilidad a internet, me da miedo ir. Tengo miedo de salir y que en el bis haya alguien con el coronavirus y sin saberlo contagiar a mis papás.
Mi papá es fuerte, pero tiene problemas cardíacos, y mi mamá es diabética. No puedo hacer eso a mis papás. Por eso estoy pensando en quedarme aquí, conseguir un trabajo para subsistir un tiempo, hasta el próximo semestre y seguir con mis estudios, pero esta situación está tan difícil. La economía de los comercios no se presta para estar contratando trabajadores en esta época, lo que me deja pensando en qué haré. Aún si tomo las precauciones necesarias y cumplo las medidas del Ministerio de Salud, me queda la inquietud de si estoy haciendo lo correcto, no quiero ser imprudente. A veces esta situación me causa insomnio, no duermo bien, a veces despierto a las tres de la madrugada sudando, temblando y llorando de tan solo pensar en que mis padres se podrían contagiar y morir por mi culpa. Tan solo pensarlo me causa escalofríos.
Por otro lado, me siento muy sola. Mis amigas no están cerca, nunca hablo con mis vecinos, de por sí no son muy amigables, y mi novia se fue para su casa con sus papás para pasar la cuarentena con ellos. Necesito un abrazo, necesito un beso, necesito estar con alguien sino me volveré loca. Ya comencé a comprar plantitas para sentir que hago algo productivo, porque esa es otra que me tiene mal. A pesar de conectarme a las clases online, no me concentro bien. Me pierdo después de veinte minutos, luego me conecto, pero mi cerebro ya no sabe de qué está hablando el profesor. Creo que voy a perder el curso de Anatomía.
Luego, cuando me voy a sentar en mi escritorio para hacer los trabajos que tengo que entregar, no puedo. Me siento desconectada, como si mi mente emprendiera un viaje astral por el tiempo y el espacio y de repente cuando me doy cuenta han pasado cuatro o cinco horas y no hice nada. A veces, ni siquiera tengo que buscar en Youtube videos para animarme o leer un libro para distraerme, simplemente me quedo mirando el techo sin hacer nada pensando en la vida, ahogándose en mi sufrimiento interno. Y cuando me doy cuenta, me encuentro hecha un puño en la cama, llorando sin razón alguna. Simplemente me dan ganas de llorar.
El otro día, estaba viendo videos en Tiktok, estaba normal riéndome con las estupideces de la gente, haciendo chistes sobre el coronavirus y las clases virtuales, con los cuáles me sentí totalmente identificada, cuando vi uno sobre unos chicos estadounidenses acerca del racismo y los privilegios blancos, y me puse a llorar cuando uno de ellos hizo referencia a los jóvenes negros ya no podían seguir estudiando porque habían sido asesinados, y el otro chico hizo referencia a los jóvenes blancos que seguían estudiando, y al final dieron un mensaje sobre que los derechos de las personas negras a ser tratados como personas racionales y como el derecho de disfrutar los mismos privilegios que las personas blancas, a no ser discriminados por su color de piel, de no ser vistos o señalados como criminales estereotipado, etiquetando y encasillando a cierto tipo de personas solo por su color de piel, y al final del video me atrapé llorando por el sufrimiento que estaban pasando, por la impotencia que yo estaba sintiendo por no poder apoyarles, por acompañarlos en su lucha de forma física.
Luego, vi videos en Twitter relacionados a lo mismo, donde se veían policías golpeando personas, matándolas, atropellándolas con las patrullas; al ejército llegando con armas, con actitudes soberbias desde sus posiciones de poder, y eso me hizo vomitar. Pensé en lo frustrante que debía ser estar allí, marchando, manifestándose por que se haga justicia, pero un pensamiento me cruzó por la mente, ¡estas personas estaban en medio de una manifestación! Tan solo me imaginé los números extremadamente altos del índice de contagio. Por lo que sentí rabia al mismo tiempo.