La Aprendiz

Uno.

 

Astrid

 

Todo es monótono. Aburrido y sin ningún chiste. Siempre imagino que me diría a mi misma si pudiera verme cuando era pequeña. Saltándome las clases para escaparme al cementerio a escuchar un poco de música y fumar un cigarrillo. ¿Acaso es extraño que una persona busque tanto la soledad? Pero una aprendiz siempre esta sola, jamás se llena con nada. Podemos comernos el mundo y tener miles de dones. Pero siempre al final nos sentimos solos. Caminamos en un mundo donde los humanos no caminan. Nos sentimos excluidos de todo, de lo bueno de lo malo y de lo normal, por que no somos normales.

Sabía que toda mi vida era observada por un maestro encapuchado, y mis conocimientos fueron creciendo luego de lo básico en la soledad. Pero empecemos desde el inicio, sentada en una cafetería hablando con una chica de 18 años, acabada de salir de la secundaria. Ella estaba perdida, como un pájaro que no encuentra su nido, su norte o su rumbo. Amando lo desconocido, abrazándolo, como un gato negro que se esconde en las sombras. Mientras yo, Astrid, tomo un sorbo de mi té.

—¿Por qué quieres aprender? — solo pregunté… mirando como se tomaba sus manos en la mesa, nerviosa de mi. Del aura rara y llamativa a lo desconocido.

— No sé…— tartamudeó.

— Eso no fue lo que me dijiste en la biblioteca — le recordé levantando una ceja.

— Es que… me pones nerviosa — admitió mirando a todas partes.

Reí por lo bajo… recordándome a mi misma en el pasado.

— Si te pongo nervioso entonces el camino que buscas no es el indicado. Ve a una iglesia — dije sin perder mi tiempo, levantándome de la mesa. Odiaba perder mi tiempo.

— No… por favor… no se vaya — suplicó —. ¿Podemos hablar en un lugar mas… privado?

Dudas… siempre dudas… bien y mal, moral que importa. Si quería aprender… tenía que hacerlo, después de todo no dejamos de ser aprendices nunca, jamás, y eso lo sabía bien.

Suspiré, tomando mi cartera para sacar una tarjeta con mi dirección.

—Ten, ven mañana temprano a mi hogar si es que aun quieres saber. Pero antes piénsalo, deberías ir a una universidad como todas las jóvenes comunes — le propuse.

— No soy común — dijo por lo bajo mirándome.

— Lo sé — dije alejándome a mi casa, alejada de todo en la colina…

 

 

 



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En el texto hay: romance, conocimiento

Editado: 01.09.2019

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