Owen.
Era la primera vez que había dormido con tanta paz en toda mi vida. Una casa deteriorada había logrado que me relajara completamente. Tal ves era la lluvia que caía imparable en la madrugada. Se escuchan las gotas azotando los ventanales.
Me senté sobre el sofá para estrujar mi cara y despertarme. Un olor delicioso llegó a mi nariz. Caminando vagamente hacia la cocina mientras el estomago me gruñía por el hambre.
La mujer de cabello alborotado estaba preparando la mesa. Vestida con un traje hasta las rodillas y descalza. ¿Cómo no podía tener frío? Como siempre tenia la mirada perdida ignorando que había llegada silbando una melodía.
Me senté en la mesa sin apartar la mirada de ella. Era hipnotizante observarla. Parecía danzar con nada movimiento. Y que su cabello no estaba arreglado le daba ese aspecto diferente y único, salvaje, fuerte. No podía negarlo, era hermosa. Sus mejillas sonrojadas, su cabello marrón oscuro como la tierra lleno de trenzas y plumas.
Aparté la mirada cuando se volteó para comenzar a poner la comida sobre la mesa. Sonriendo amablemente cuando al fin me miró.
—¡Buenos días Owen! — me dijo llenando mi vaso de jugo de naranja y algunos panqueques sobre mi plato.
— Buenos días — le dije aun desconfiado.
— Tu hermana pronto bajará a desayunar — comunicó sentándose a mi lado.
— ¿No tienes televisión aquí? — pregunté interesado de ver las noticias.
—No. Trato de llevar una vida alejada de algunas tecnologías — explicó.
Comenzamos a comer en silencio, por Dios la comida estaba deliciosa. Al ver mi rostro de sorpresa por el sabor Astrid sonrió mas abiertamente.
—¿te gusta? — preguntó emocionada.
—Si… es lo mejor que he probado— acepté.
— ¡Que bueno! la mayoría de los ingredientes son orgánicos.
No dije mas disfrutando de ese rico desayuno. Levantando mi mirada para encontrarme con mi hermanita parada en la entrada de la cocina, congelada al verme en la casa como si nada. Parecía un fantasma de lo blanca que se puso.
—Owen ¿Qué estas haciendo aquí? — preguntó Helen con histeria y miedo poniendo su mano en el pecho.
— Vine a llevarte a casa. Pero después de comerme esto — le dije con la boca llena con molestia.
— Creo que es mejor que los deje a solas — pensó Astrid levantándose para salir del lugar.
— Es muy lista esta mujer — apunté señalándola.
— No puedo volver a casa hermano — comenzó Helen la discusión poniendo sus manos sobre la mesa desafiante.
— Si lo harás y punto final. Este no es tu lugar.
— ¿Y tu que sabes cual es mi lugar?
— Sé lo que es mejor para ti, Helen — le espeté mirándola a los ojos.
— Solamente yo sé que camino tengo que elegir. Y aun que no sea el indicado, al menos puedo decir que lo intenté, no como tu — me dijo dando en la mesa para salir como una ráfaga por la puerta a la sala.
Me quede ahí sentado terminando de comer. No me importaban sus rabietas de niña mimada. La sacaría de ese lugar y punto final.