La apuesta de un vizconde.

Capítulo 11:

Maggie esa mañana se encontraba frente a su espejo viéndose mientras pensaba en lo que había acontecido la noche de ayer. Reflexionaba sobre lo que había sucedido con Jude y sus mejillas ardieron al instante. Lo recordó todo. Trajo a la memoria el momento exacto en donde las manos fuertes y dominantes de Jude recorrieron sus curvas dejándose llevar por el momento hasta al límite de querer besarlo. Se quedó observando su reflejo mientras su mente divagaba en cada caricia, en cada roce, en cada suspiro de la noche de ayer, sintió como su cuerpo reaccionaba ante esos pendientes, sintió la necesidad de querer ser acariciada y reclamada, y exactamente por Jude, pero al instante aquella burbuja de deseo explotó y Maggie tuvo que volver a apaciguar su mente cuando la presencia de Emily, su doncella, irrumpió en su habitación. 

—Milady —la llamó mientras en sus manos llevaba un vestido de seda de color verde—. ¿Qué le parece este vestido que he elegido para usted? ¿Piensa que a su prometido le puede llegar a agradar? 

Maggie giró a apreciar el vestido que le exhibía Emily, sin mucho entusiasmo. 

—Me parece una opción bastante acertada de tu parte. Aunque de igual manera, considero que a sir John Lucas no le llegara a interesar tanto esos mínimos detalles. No se ve la clase de hombre que tenga interés en la moda femenina. 

—Pero… debo suponer que a sir John Lucas le interesa verte bonita. Todos los hombres quieren a su lado a una mujer atractiva y que luzca como una reina. 

—Supongo que eso es una verdad… 

—Además, agregar que una siempre quiere verse bien cuando su pretendiente viene a visitarla. ¿No lo supone así, milady? 

En parte sí, pensó Maggie, una siempre quiere lucir bonita para su enamorado, pero para la desgracia de ella, esa persona se trataba de un hombre anciano y a punto de abandonar este mundo. 

¡Por todos los cielos! ¿En qué estaba pensando? 

Trató de alejar esos pensamientos, pero le era inevitable, ella no estaba enamorada y no sentía ninguna estima por ese hombre. Su matrimonio solamente sería de pura conveniencia. Ella lo quería únicamente para ayudar a su amigo Bukayo a que tenga una mejor vida; y él la quería para engendrar un heredero… o simplemente para no morir en soledad. 

Suspiró desde adentro y se alentó a mostrar una brillante sonrisa. 

—En eso tienes razón, Emily —respondió para acallar todos sus pensamientos—. ¿Crees entonces que ese vestido le llegará a gustar? 

—Si el hombre tiene buen gusto y buenos ojos, estoy segurísima que le gustará. ¡No! De hecho, le encantará, se lo aseguro. 

Maggie tras escucharlo, forzó otra sonrisa y se puso de pie, dispuesta a que Emily la vistiera, para que de esta manera, pudiera lucir encantadora para sir John Lucas. 

Tras unos largos minutos en donde Emily la vestía y la peinaba y también la maquillaba, Maggie en ningún momento dejó de pensar en Jude; estaba adherido a su mente. 

Cómo deseaba que el hombre que la visitará esa misma mañana no se tratara de sir John Lucas sino que se tratará de Jude. 

Pero, desgraciadamente, eso nunca iba a ocurrir. 


Maggie bajaba por las escaleras ya arreglada para la ocasión. Su mayordomo Joseph le había dado aviso que sir John Lucas ya se había presentado en McLaren House y la estaba esperando en el salón de visitas, a lo que Maggie se lo agradeció muy cordialmente. 

Entró en el salón en donde suponía la estaba esperando su pretendiente y al instante vio a sir John Lucas sentado en el sofá. El hombre al verla ingresar se puso de pie y fue de inmediato a saludarla con estimación. Emily permaneció a sus espaldas, puesto que ella sería la encargada de acompañar a Maggie mientras durará la visita de su pretendiente. 

—Déjeme decirle, lady Margaret, que esta misma mañana luce verdaderamente encantadora —dijo sir John Lucas mientras plantaba un beso prolongado en el dorso de su mano. 

Maggie trató de sonreír sin que se le notará la incomodidad del beso dado por el hombre. Y de nuevo, se imaginó a Jude, deseando que fuera él el que plantara esos besos alargados sobre su mano. 

—Lo mismo digo, sir John Lucas. Usted luce muy agradable esta mañana. 

—Le traje un obsequió. —El hombre sacó de debajo de su chaqueta una pequeña cajita envuelta con unos lazos pequeños de seda y se lo entregó a Maggie. 

—Oh… en verdad no hacía falta, sir John Lucas. 

—Ni lo mencione, siempre lo mejor para usted, mi amada. 

¡¿Amada?! Era la primera vez que se atrevía a llamarla de una manera tan… íntima. De nuevo, sintió ganas de querer que fuera otra persona la que le dijera todas esas palabras dulces. 

—Ábralo, por favor. —Se lo pidió con un gesto de manos. 

Maggie miró el envoltorio y se decidió a abrirlo con sumo cuidado. Cuando terminó con ello, vio un collar brillante de diamantes dentro de la pequeña caja. 

Su cara se llenó de espanto; aunque sir John Lucas esperaba otra reacción, quizás un grito lleno de emoción o miles de elogios hacia su persona. 

—¿No le ha gustado? 

—Ah… yo… no sé qué decir, esto es tan… No hacía falta tal detalle, sir John Lucas. 

El hombre se acercó a ella y Maggie sintió pánico de tenerlo a centímetros de ella, para su suerte, Emily estaba presente. No quisiera encontrarse a solas con un hombre como sir John Lucas. Éste le tomó de ambas manos a lo que Maggie volvió a alterarse; su semblante se llenó de incertidumbre y dudas. 

—Ya sé lo mencioné anteriormente. Todo lo mejor para mi futura esposa. 

Maggie vio cómo el hombre volvía a plantar besos sobre los nudillos de su mano mientras permanecía con los ojos cerrados. Pero esta vez, Maggie alejó sus manos de él y se dio la vuelta, para de esta manera, darle la espalda e ir hacia Emily. 

—Que lindo detalle por su parte, sir John Lucas, lo atesoraré demasiado. 

Le hizo entrega de la caja con el collar dentro a Emily, y ésta lo tomó entre sus manos. Luego, volvió a mirarlo con una sonrisa radiante. 




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