La apuesta perfecta

Capítulo 25

Reviso una vez más el asiento del copiloto, y si, puedo afirmar que todo marcha bien y que no se ha destrozado.
Estoy llegando a la casa de Leire, puedo observar que el auto de su hermano se esta alejando de su casa. Es bueno porque se que no voy a tener que lidiar con ese imbecil, detengo el auto, lo apago, salgo de este y camino a la puerta de la casa de Leire y toco el timbre.

Ella sale a los pocos segundos, le sonrió. Trae puesto un short de color negro, y una blusa de manga larga muy pegada a ella, una coleta de caballo y no trae sus lentes.

—Te ves mas linda sin tus lentes, Cariño —Le aseguro—. De hecho te ves hermosa.

Ella rueda sus ojos, tratando de decirme que no importa lo que le diga, que mejor no me esfuerce.

—¿Por qué haces esto, Valerio? —Suspira algo cansada— ¿Por qué no puedes ir a buscar a alguien mas y divertirte con esa persona? Ni si quiera soy divertida.

Dos razones.
Razón número uno: La apuesta se trata de enamorarla a ella.
Razón número dos: Aunque tenga esa apuesta, me siento bien estando cerca de ella, me siento a gusto con ella.

—¿Y por que no? Vamos, te prometo que te vas a divertir.

Rueda sus ojos, luego estos bajan hacia donde deberían estar mis manos. Pero están detrás de mi espalda.

—¿Que tienes en tus manos que no las quieres enseñar?

Muevo mis brazos para que mis manos queden al frente, sosteniendo el objeto que le traía.

—¿Es... Un girasol... Para mi? —Sonreí un poco ante su expresión, es como si todo lo que pase antes para llegar a ella valiera la pena de tan solo verla en estos momentos con aquella expresión tan... Perfecta, que es la sorpresa en sus ojos.

Podría aceptar que ha valido la pena.

—No, Leire, lo traía para tu hermano para hacer las paces —Me muerdo el labio. No pude evitarlo.

—Idiota —Dice mientras rueda sus ojos.

—Claro, Cariño. Es para ti — Le sonrió y ella también lo hace—. Especial y únicamente para ti.

—Gracias... Hace mucho que no recibía un flor —Se le queda viendo a esta un buen rato—. Espera deja la pongo en agua y en un momento salgo.

Asiento con la cabeza, observó como entra y no tarda mas que un par de minutos en salir.

—¿Lista?.

—Pues. No tengo de otra ¿O si? —En serio, su sarcasmo me divierte mucho, y no se porque.

Levanto la ceja.

—No, creo que no —La tomo de la mano y ella cierra la puerta.

Aunque casi al instante retira su mano de la mía, no me importa mucho que haya hecho eso.
Entramos al auto, empiezo a conducir hacia la playa.

—Hace mucho que no recibía una flor —Me dice mientras estoy estacionando el auto—, en serio, muchas gracias Valerio.

—¿Hace cuánto y quien? —Mi pregunta tuvo un tono algo celoso.

Maldigo por lo bajo. Eso no tenía que haber sonado de esa manera.

—¿Por qué la duda? —Ahora ella estaba divertida ante la situación—. ¿Acaso estas celoso Valerio?

Muerdo mi lengua.

—Por nomas, me entro la duda —¿Celoso yo? Pff jamás. Por favor.

Pero ya no dijo nada así que me dediqué a manejar, después de un rato estábamos llegando a la playa.
Se podía escuchar la música, había muchas luces en el lado oeste de la playa.

Ya estábamos a un par de minutos de llegar cuando me respondió.

—Hace como diez meses, fue mi ultima flor, la recibí por un chico que se llama Antonio, fue una rosa blanca, fue la ultima y la peor de todas.

Me entra la curiosidad de saber.

—¿Por qué fue la peor?

Suspira, se queda unos segundos como si lo estuviera recordado.

—Porque esa flor significó el adiós y me destrozo el alma. Esa flor significó el peor de los significados para mi —Se queda callada—, la ruptura con mi ex. Me regaló una flor para terminar conmigo.

Quedamos unos segundos callados, nos habíamos detenido, antes de bajar del auto. Abro mi puerta y la de ella. Ella sonríe de lado, como si el gesto de abrirle la puerta significará gran cosa para ella.
Caminamos en silencio.
Necesito romper este silencio, no es incomodo pero ella necesita saber algo.
Le tomo de la mano.

—Si esa flor blanca significó el adiós, entre ese Antonio y tu, quiero que sepas —Me acerco hasta llegar a su oído mientras le coloco un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Nunca, de los nunca te voy a dar una rosa blanca.

—¿Como puedes estar tan seguro de eso? Yo creo que todos los chicos quieren jugar con las chicas, solo las ven como diversión, tal vez, de una forma u otra me termines dando una rosa blanca, tal vez no físicamente la flor, pero si imaginaria.

—No lo creo, porque jamás me lo permitiría darte una flor ni física ni imaginaria de color blanca. Eso tenlo por seguro —Me encojo de hombros—, no me imagino dándote una.

Se encoge de hombros ella

—Uno no sabe que podrá pasar, así que no adelantes conclusiones Valerio —Ella observa el lugar donde está la fiesta—. Y ya vamos, tanto insististe en traerme para que no entremos.




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