La apuesta perfecta

Capítulo 32

Y todo está muy callado... Desearía que hablara más, que dijera lo que pensaba como ayer, que me contara algo, pero que hablara.
Porque yo no sabía que decirle. Y quería que mínimo alguien de los dos dijera algo.

—Entonces —Y por fin empezó a hablar— ¿Qué vas a querer que haga?

Pregunta algo nerviosa. Lo cierto es que no se me había ocurrido nada bueno todavía, y no es como que lo pensara mucho. Eso no era lo que me importaba en estos momentos. Simplemente yo no le podía sacar de la cabeza el beso.

Le sonrío.

—Eso no te lo puedo decir todavía —Porque todavía no lo sabía claramente, pero dejemos la duda, así que solamente le guiño el ojo derecho.

Frunce su ceño, si definitivamente no le agradaba que no le contará sobre ello.

—¿Qué tiene de malo que me digas? Total... A nomas que... —Y entonces abre mucho sus ojos—. ¿Vas a querer que te bese? Porque si es eso créeme que prefiero hacer otra cosa, cualquier cosa excepto eso.

Empiezo a reír, si definitivamente fue buena idea no decirle nada de ayer.

Pero demonios, pensar que ayer pasó lo del beso (Y varios besos más) y que ahora ella diga que todos menos un beso por parte de mi, me vuelve loco.

—Auch, eso duele —Finjo que me dolió mientras me agarro mi camisa en donde se supone que está el corazón, niego con la cabeza — No, no es eso. No te lo pienso decir todavía.

—Eres un idiota.

—¡Hey! Cuida ese vocabulario, cariño —Sonrió—, pero si lo soy.

Me saca la lengua le respondo de la misma manera, después la mesera se nos queda viendo raro cuando deja el cambio.

Se va y Leire y yo nos empezamos a reír demasiado fuerte por su cara.

Salimos de la cafetería.

—¿Me puedes llevar a mi casa? —Me pregunta con un tono de vergüenza—. Sigo con dolor de cabeza y sería genial si descanso.

—Está bien —Miento. No la llevaré ahí.

Tengo otros planes, necesitaba aclarar algunas cosas.

Nos subimos al auto, y empiezo a manejar. Pero no la llevo a su casa.

Después de un rato, se empieza a dar cuenta que no estamos yendo para su casa, y cuando siento que está apunto de reclamarme vuelvo a hablar.

—Llegamos —Le informo.

—Valerio... ¿Qué demonios hacemos aquí? —No se si sea buena idea traerla, ni si quiera sé porque quería que viniera, simplemente lo hice —. Te pedí que me llevaras a casa para descansar. ¿Qué parte de llevarme a casa no entendiste? ¿El llevarme o a casa?

—Esta es mi casa —Suelto por fin y abre muchos sus ojos.

—¿Qué hacemos en tu casa? —Ahora parece seria.

En serio, creo que es un poco bipolar está chica.
Si quiero que ella empiece a confiar más en mi, sin duda —Para mis adentros— es buena idea traerla a mi casa.

Me encojo de hombros.

—Pasamos a visitar —Le sonrió.

—Ja-ja que gracioso, yo quería ir a mi casa y no a que me trajeras a tu casa para sabe que —Hace una pausa—. ¿Por qué me trajiste?

—Ya déjate de quejar y baja —Me quito mi cinturón y bajo del auto, llego hasta el otro lado de este, y le abro la puerta—. Vamos baja, si no bajas te quedaras aquí afuera, sola.

Suspira y después de varios segundos por fin se digna a bajar.

Caminamos hasta llegar a la puerta, la abro, entonces le grito a mi mamá que ya me encuentro en casa.

—¡Mamá llegue —Hago una pausa y le doy un vistazo rápido a Leire—, traigo visita!

—¡Ya bajo! —Responde la instante.

Tal vez crea que es un amigo, de hecho lo más seguro es que piense eso. ¿Por qué pensaría que es una chica? Jamás lo pensaría y eso provoca que esté un poco, solo un poco nervioso.

—Me imagino que piensa que traje a algún amigo —Le suelto a ella lo que estaba pensando.

—¿Por qué pensaría eso? —Frunce su ceño—. ¿Qué no está acostumbrado a verte con muchas chicas?

—Porque...  —Antes de que pueda decir algo mi mamá termina de bajar las escaleras.

Abre mucho los ojos y está así por varios segundos después reacciona que se queda por mucho tiempo callada y continua bajando hasta el último escalón, después sonríe, si bueno, no creo que se lo esperara... A decir verdad, yo tampoco lo esperaba. Debí avisarle, lo más seguro es que esto la haya tomado por completamente de sorpresa. De hecho es una completa sorpresa para ella y debo de aceptar que eso me pone algo nervioso.
No se que espera realmente de todo esto. Ni yo se que esperar de todo esto.

—Hola... Esto es... —Si, como dije sorpresa, la escuchamos carraspear y ponerse derecha—. Soy Miriam, mamá de Eli, mucho gusto.

—Mucho gusto soy Leire... —Hace una pausa, después suelta una risa medio torpe—. Una amiga, supongo.

—Si, claro —Dice sarcástica mi mamá.

—¡Mamá! —Le reclamo en susurro.

—Bueno dime Eli, ¿A que se debe que Leire nos acompañe en la casa el día de hoy? —Mi mamá sabe que es muy extraño esto.




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