El primer día de Nando en la app "¡JANIPA!" fue, en una palabra, un desastre. La aplicación no era para él. Mientras los perfiles de sus amigos se llenaban de fotos gloriosas de cachapas con queso de mano derretido, de parrillas que casi se veían en 3D, el suyo era una oda al fracaso culinario.
Su perfil de foto principal era una arepa, sí, pero no una cualquiera. Era una arepa de queso que se había desintegrado a medio camino entre el budare y el plato, con el queso aún humeante, saliéndose por una grieta fatal. Debajo, en el recuadro de descripción, había escrito con la solemnidad de un poeta atormentado: "Arepa de queso desconstruida. Un tributo al caos. ¡Acepto consejos!"
Su mejor amigo, Luis, un maestro en el arte de la parrilla, había sido el culpable. "Fernando, la comida es el camino al corazón, ¡el de las mujeres y el tuyo!", le había gritado mientras lo obligaba a descargar la aplicación. "Deja de llorar por la ex y busca alguien que te aprecie... aunque sea por la comida que no sabes hacer".
Bien disgustado, Nando se sentó en el sofá de su apartamento en Maracay y empezó a deslizar. El "swipe" de la app era adictivo:
"Sí, con arepa" a la foto de una cachapa con queso de telita que parecía una obra de arte.
"No, ni con yuca" a un plato de pasta con un exceso de salsa de tomate que le dolió en el alma.
Otro "Sí, con arepa" a la foto de un plato de pastelitos de Cumaná.
Llevaba quince minutos de "deslizar" cuando el sistema le notificó que su "índice de sabor" era tan bajo que la app lo había puesto en cuarentena por "desnutrición emocional". Nando suspiró, frustrado, a punto de cerrar la aplicación, cuando de repente, una nueva foto apareció en su pantalla.
No era una foto, era una obra de arte. Era una empanada, pero no una cualquiera. Era una empanada de cazón, frita a la perfección, de un dorado glorioso que brillaba bajo el sol. El relleno se veía jugoso, con pequeños trozos de aceitunas y alcaparras. La foto estaba tomada con una luz perfecta y un fondo borroso que le daba la impresión de ser una profesional. El perfil era de alguien llamada "Maru".
Su descripción, corta pero contundente, decía: "El amor es como una empanada: si no tiene buen relleno, mejor no la frías".
Nando se quedó hipnotizado. No solo por la empanada, sino porque Maru tenía una sonrisa radiante. Sus ojos, en otra foto, parecían brillantes, llenos de chispa. No se parecía a nadie que hubiera visto en la app. Era la mezcla perfecta de belleza y un evidente talento culinario.
Nando no lo dudó. Deslizó con la emoción de alguien que había encontrado oro. No un "Sí, con arepa", sino un "Ñapa". El super like de la app. Si esta mujer le enseñaba a cocinar, podría hacer una empanada perfecta. Y, quizás, encontrar el amor.
Cerró la app con un sentimiento de esperanza que no sentía en mucho tiempo.
Un minuto después, su teléfono vibró con una notificación: "¡Felicidades! ¡Tu Ñapa valió la pena! ¡Maru te ha dado un Sí, con arepa! ¡Tu plato deconstruido parece que es un éxito! ¡Ya tienen un match!"
Nando no lo podía creer. La chef de la empanada de cazón le había dado "match". Él no lo sabía, pero del otro lado de la pantalla, Maru pensaba algo muy diferente: "Este tipo debe ser un chef súper excéntrico para que le guste su propia arepa rota. Quizás él es el profesional que necesito para mi Instagram. El 'Ñapa' lo confirma. Es mi oportunidad. Este chico es mi próximo golpe de suerte".