El lugar era una pequeña empanadería sin nombre, con una fila que daba la vuelta a la esquina. El olor a aceite frito y a empanadas recién hechas era un paraíso para Nando, quien estaba en su salsa. Maru, en cambio, se sentía un poco fuera de lugar. Estaba acostumbrada a la elegancia de los restaurantes, no a la autenticidad de un puesto de comida.
"¿Estás segura de que quieres hacer esto?", le preguntó Nando, riéndose al ver la cara de Maru.
"Sí, Nando. Quiero... vivir la experiencia. Solo que... no estoy acostumbrada a estos lugares. La última vez que vine a un sitio así, lo grabé para mi 'Live'".
"Bueno, hoy no hay 'Live'", dijo Nando, con una sonrisa. "Hoy solo hay comida".
Llegaron a la barra y Nando se adelantó. "Dos empanadas de cazón, por favor. Y dos de queso blanco. ¡Y la de queso bien rellena!".
Maru lo miró con los ojos muy abiertos. "Nando, ¡son cuatro empanadas!".
"Estamos recuperando el tiempo perdido", dijo él, con un guiño.
Se sentaron en una pequeña mesa de plástico, con las empanadas sobre la mesa. Maru tomó un bocado de la empanada de cazón y sus ojos se iluminaron. No era la empanada de la foto, era mejor. El sabor era tan auténtico, tan lleno de vida, que se sintió avergonzada por todas las mentiras que había dicho.
"Nando...", empezó Maru. "Quiero disculparme. Por mentirte. Por hacerte creer que era una chef profesional. Siento que te hice perder tu tiempo".
"No perdiste mi tiempo. Y no te disculpes. Yo también te mentí. Por el miedo a que no me vieras como... alguien interesante", dijo Nando. "Me gustó más conocerte de verdad".
La conversación fluyó con la misma facilidad que el relleno de una empanada. Hablaron de sus trabajos, de sus familias y de sus sueños. Nando le contó que su sueño era abrir un camión de comida para vender sus "arepas deconstruidas". Maru le habló de su deseo de ser una influencer de verdad, con contenido auténtico que la gente pudiera relacionar.
Al final de la cita, Nando se levantó. "Bueno, creo que es hora de irnos".
Maru se sintió un poco triste. "Sí... supongo".
"Pero primero", dijo Nando, "tengo una última cosa para ti". Sacó un pañuelo de papel y limpió una mancha de grasa de la barbilla de Maru. "Estás manchada de cazón", dijo con una sonrisa. "No te preocupes, se ve bien. Y es auténtico".
Maru se sonrojó, pero no apartó la mirada. Nando se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
"Gracias por la cita", susurró Nando. "Y por la empanada. Sin filtros".