Capítulo 21: El Desastre Doméstico

El regreso de la luna de miel fue un golpe de realidad. El apartamento de Nando, antes un set de grabación, era ahora el hogar de un matrimonio. El camión de comida los esperaba, con pedidos de catering atrasados y una fila de clientes ansiosos.
Nando y Maru, que habían sido la pareja más unida en el caos, empezaron a chocar en la rutina. Una mañana, Nando olvidó comprar la harina para las arepas. Maru, que estaba estresada por un nuevo contrato, reaccionó con una exasperación que nunca antes había mostrado.
"¡Nando, no lo puedo creer!", exclamó Maru, con los brazos cruzados. "Es la harina. ¡El ingrediente principal! ¿Cómo te pudiste olvidar?".
Nando se sintió atacado. "¿Y qué querías que hiciera? Estuve despierto hasta tarde revisando los libros de contabilidad. ¡Es tu culpa que tengamos un negocio tan exitoso!".
La pelea, que empezó con un ingrediente, se convirtió en una discusión sobre la división de tareas, el estrés del trabajo y los pequeños detalles que, en el pasado, no habrían importado. El desastre, que antes era una fuente de risa, ahora era una fuente de tensión.
Esa noche, se acostaron dándose la espalda. La arepa rota se había vuelto una metáfora de su discusión.
A la mañana siguiente, Maru se despertó con un mensaje en su teléfono: una foto de una arepa perfectamente redonda, con un mensaje de Nando: "Lo siento. Fui a la tienda temprano y compré suficiente harina para un mes. La arepa... la hice perfecta. Para ti. Pero creo que te quiero más cuando soy un desastre".
Maru se levantó y se dirigió a la cocina. Nando estaba allí, con la arepa humeante en la mano. La arepa estaba perfecta, como si nunca se hubiera roto.
"Yo también lo siento", dijo Maru, con una sonrisa. "A veces, la perfección es aburrida. Nuestro amor, como nuestra arepa, es mejor cuando es un poco imperfecto".
Nando se rio y la abrazó. La arepa perfecta no era el problema, el problema era su miedo a perder su magia en la rutina. Y se dieron cuenta de que su amor, al igual que su negocio, sobreviviría a cualquier desastre, siempre y cuando no se olvidaran de dónde venían.