Después de la reseña, Nando y Maru decidieron tomar un respiro. Con la fama del restaurante en su punto más alto, sintieron que era el momento perfecto para regresar a casa. No para descansar, sino para enfrentar a sus familias, quienes aún los veían como el contable torpe y la chica que no sabía freír un huevo.
El viaje al pueblo natal de Nando y Maru fue como un viaje en el tiempo. Las calles estrechas, el calor húmedo y las miradas curiosas de los vecinos. Cuando llegaron a la casa de la abuela de Nando, la familia los recibió con una mezcla de orgullo y confusión.
"¡Nandito, mi amor!", exclamó su abuela, abrazándolo con fuerza. "¿Cómo va la contabilidad? ¿Ya no eres contador? ¿Y de verdad vendes arepas rotas?".
La madre de Maru, al ver a su hija, la abrazó con una mezcla de alegría y preocupación. "Hija, ¿por qué no vienes a la cocina? Te enseñaré a hacer arepas perfectas, para que no te sigan criticando. ¿Y ese muchacho, sigue siendo tu esposo?".
El humor de la situación se hizo evidente. Sus familias no comprendían el éxito de @LaArepaMagica. Para ellos, la fama de internet era una cosa fugaz. La vida real era un trabajo en una oficina o una cocina impecable.
Nando trató de explicarles el concepto de la "imperfección mágica", pero su tío, un ingeniero, solo le decía que "un negocio con fallas no es negocio". La mamá de Maru insistía en que la única forma de tener éxito era con la receta secreta de la abuela.
Pero Maru y Nando no se rindieron. En lugar de discutir, decidieron demostrarlo. Invitaron a toda la familia a la plaza del pueblo. En el centro, estacionaron una pequeña réplica de su camión de comida. Maru le dijo a Nando que hiciera una arepa, y Nando, con una sonrisa, hizo una arepa que parecía un óvalo. El queso se desbordó, la masa se rompió y la arepa se partió en dos.
La familia de Nando se miró, decepcionada. Pero Nando, en lugar de avergonzarse, le dio un pedazo de arepa a su abuela. "Abuela, pruébala. No es perfecta, pero es real".
La abuela probó la arepa. Sus ojos se abrieron, no de decepción, sino de asombro. La arepa no era redonda, pero el sabor era delicioso. Era el sabor de la pasión, de la honestidad.
La familia, uno por uno, fue probando las arepas "rotas" de Nando. Y en ese momento, se dieron cuenta de la verdad. Nando y Maru no eran una farsa. No eran una moda de internet. Eran un equipo, una fuerza imparable. Su amor era tan real y tan delicioso como la arepa que habían creado.