La arquitecta de papel

Capítulo 6: El Gesto de la Igualdad

Impulsado por la necesidad de redimirse, Gabriel anunció un Concurso Nacional de Diseño para jóvenes talentos.

El premio era un contrato real para trabajar como arquitecto junior en la siguiente fase de "El Nido" – un hotel boutique adjunto – y una suma de dinero sustancial, no como regalo, sino como salario. Era una oportunidad legítima, basada en el mérito.

​Elena, aunque recelosa, vio la oportunidad que no podía ignorar. Pasó noches sin dormir, elaborando un diseño innovador, con la certeza de que su trabajo hablaría por ella. Se presentó bajo un seudónimo.

​La sorpresa llegó cuando se anunciaron los finalistas. El diseño de Elena no solo estaba entre los mejores, sino que era, indiscutiblemente, el ganador. Su talento había brillado con luz propia, sin la ayuda de nadie.

​Gabriel la convocó a su oficina para la presentación del contrato. El aire estaba cargado, no de tensión romántica, sino de una expectación casi profesional.

"Has ganado, Elena," dijo Gabriel, sus ojos fijos en los de ella. Había respeto, una pizca de asombro y una vulnerabilidad que nunca había visto. "Tu diseño es... perfecto. Eres la arquitecta que prometiste ser."

​Elena, de pie frente a él, ya no era la asistente asustada. Era una profesional.

"Ganamos, Gabriel," corrigió ella, su voz firme. "Yo gané por mi talento. Y ahora vas a pagarme lo que valgo como arquitecta. No como un objeto, no como una distracción, sino como una socia."

​Le exigió que no solo respetara sus límites económicos, sino que derribara los muros de su propio corazón. Le pidió que admitiera que la relación se había roto por su miedo, no por la avaricia de ella.

​Gabriel, con el corazón en la garganta, se rindió. Por primera vez, se abrió completamente. Confesó su amor, su miedo a la vulnerabilidad, su error al juzgarla.

"Te amo, Elena," susurró, la verdad finalmente liberada.

"Te amo por tu fuerza, por tu dignidad, por la forma en que me obligaste a ser mejor. No quiero comprarte, quiero construir contigo."

​La confesión fue la clave. Elena se acercó, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. Se dio cuenta de que ella también lo amaba, no al millonario, sino al hombre vulnerable que se había despojado de su armadura.

​Se plasma un beso lento, profundo, cargado de todo el deseo reprimido, de la comprensión mutua, del perdón y de la promesa de un futuro.

Los labios de Gabriel eran suaves, dulces, y se movían con una reverencia que Elena nunca había imaginado.

​Fue un beso que selló su compromiso, no solo con un proyecto, sino con una vida juntos, construida sobre los cimientos de la igualdad y el amor.




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