La asistente equivocada

7. Un equipo disparejo

Silvia

♥︎

El segundo día debería ser más fácil.

Al menos eso me digo mientras atravieso el lobby de KAVAN con mi nuevo gafete colgando, intentando parecer alguien que sabe lo que hace. Y la verdad es que no tengo idea.

Ayer apenas tuve tiempo de sentarme antes de que Kyle me arrastrara a reuniones, llamadas y algo que él juró que era «un almuerzo rápido», pero terminó siendo un desfile improvisado en el showroom.

Sí, al fin encontré el showroom.

—Esto es un desastre —murmuro mientras abordo el ascensor.

Hoy, en cambio, tengo toda la mañana para ponerme al día… lo cual es la forma elegante de decir que tengo una montaña de caos esperándome en mi escritorio.

Tres reuniones encimadas para la misma hora —en lugares distintos—, una videollamada con Italia que arranca en media hora y que nadie confirmó, un itinerario de viaje a Los Ángeles sin hotel, un evento en París al que Kyle prometió asistir, pero nunca aceptó oficialmente, y un correo de Rowan con copia a medio planeta pidiendo un informe que «íbamos a hacer» hace dos semanas.

«Íbamos», en plural, porque ahora somos un «equipo». O eso dijo Kyle unas sesenta veces.

Suspiro hondo y masajeo el puente de mi nariz.

También está un transportista reclamando por un pago atrasado, un diseñador pidiendo confirmación de unas muestras que no sé si existen, y un reporte de gastos que se necesita antes del mediodía.

Y, por supuesto, el pedido «urgente» de Kyle de quinientas cápsulas de café gourmet, anotado en un post-it con dibujitos.

Me ajusto el gafete y suspiro. Tal vez sobreviva a esto… o tal vez hoy sea el día en que decida renunciar.

No. Renunciar a una oportunidad como esta sería el peor error de mi vida. Al menos tengo que intentarlo, porque con ese salario puedo darle una vida de ensueño a Chloe.

Incluso podría pensar en mí. Comprarme ese vestido bonito que vi en internet, arreglarme las uñas o… ir a un spa.

Mis pensamientos me hacen sonreír poquito, una débil y efímera sonrisa, porque sé que no hay nada seguro en esta vida. Ni siquiera la presencia de los padres.

El ascensor se detiene en el último piso. Las puertas se abren y avanzo hacia el lobby del departamento, donde varias personas están conversando con la recepcionista.

Todos callan al verme pasar. Ni siquiera disimulan sus miradas curiosas.

Yo bajo la mirada.

Y sé lo que piensan.

Los videos de Kyle son virales en internet. Ni sé cuántos millones de reproducciones ya tienen algunos.

Creo que estos son mis cinco minutos de fama. Y no dudo de lo que piensan todos, que Kyle me ha contratado como su asistente porque quiere «otra cosa» conmigo.

Es una tontería.

Todo ha sido un terrible error.

Y Kyle no puede querer nada conmigo. Se llevaría una tremenda desilusión porque no me veo para nada como las mujeres que suelen rodearlo.

Bostezo, en contra de mi voluntad, y me froto un poco los ojos cuando diviso mi escritorio.

Creo que Kyle no ha llegado. Tampoco me envió alguna exigencia extraña después de mis horas de trabajo, aunque la «offer letter» especificaba que mi puesto no tiene un horario normal. Por eso el sueldo exorbitante.

No he sabido nada de él por otra forma que no sean sus redes sociales.

Por eso sé que fue a un partido de hockey de los Phantoms, que es amigo del capitán y que luego se tomó un whisky en su hogar.

La última imagen, la del whisky, me pareció cálida y solitaria. Parece vivir en un sitio hermoso, pero… me transmitió tanta soledad.

No sé mucho de él, casi nada, así que pasé gran parte de mi noche de insomnio revisando sus redes sociales.

Tiene muchísimas fotografías y videos. Nadie tiene que saber que tengo un archivo en el celular anotando las fechas que voy consultando, para no repetir, y así ver todo lo que tiene.

Si soy su asistente, debo conocerlo un poco, ¿no?

Al menos repasé su historia como asistente de Rowan, el CEO de KAVAN, y que era su mano derecha. Por eso lo ascendieron a Director de Operaciones, porque en muchas ocasiones se desempeñó casi como CEO para ayudar a Rowan.

Me pregunto si espera que haga todo eso… No sé si pueda. Nunca he sido tan segura de mí misma como para levantar la voz en una reunión o tomar una decisión importante sin consultar.

Coloco mi bolso en el pequeño perchero detrás de mi escritorio y enciendo la computadora.

Ni siquiera sé por dónde empezar. Quizá por intentar mover la videollamada para más tarde… pero no sé italiano.

Los murmullos y la atención tampoco me dejan concentrarme.

Soy lo más interesante de la mañana en KAVAN. La chica despedida de la lavandería que ahora es asistente del Director de Operaciones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.