La asistente equivocada

8. Todo queda entre amigos

Silvia

♥︎

Las tutorías con Kyle son cosas sencillas. Pensé que empezaría a hablarme en términos de negocios o algo por el estilo, pero no.

Hoy aprendí a usar su agenda. Se actualiza en tiempo real con la recepción, Kyle y conmigo, pero quien tiene que aceptar cada modificación es Kyle.

Mientras me explicaba, su agenda se estaba moviendo. La recepcionista estaba acomodando una junta de última hora al otro lado de Manhattan. Kyle la aceptó y partimos.

Él salió de su oficina con paso firme, seguro, la frente en alto.

Yo, cabizbaja. No quería ver a la cara a nadie, porque sabía lo que estaban pensando.

Si fuera verdad, a Kyle le aplaudirían. Y a mí… bueno, me juzgarían. Tal y como lo hacen ahora.

Sólo espero que todo se quede en chismes de oficina, porque necesito mantener una buena imagen por Chloe. Su colegio no acepta escándalos. Es de los mejores públicos que hay…

Aunque…

Ahora podría pagarle un colegio privado.

Sacudo la cabeza, como si así pudiera expulsar ese pensamiento.

No es sólo cambiarla de colegio. Tendríamos que mudarnos de departamento. Chloe se sentiría mal si va a casa de alguna de sus compañeras y descubre que nosotras vivimos con lo esencial, en un sitio de mala muerte.

No puedo lanzarla de golpe a una diferencia social como esa.

Tengo que mantener este empleo. Así que iré por partes.

Primero, mejoraré nuestra alimentación y la ropa. Después, cuando tenga algunos ahorros, buscaré un nuevo departamento en un sitio bonito, pero sin ser demasiado costoso. Y luego… cambiaré de colegio a Chloe.

Sí.

Sonrío.

Tengo metas establecidas.

Hasta me siento mejor por haberme visto tan torpe en la junta con proveedores a la que acabamos de asistir.

Para empezar, todas las mujeres en la sala llevaban ropa elegante que las hacía ver como las ejecutivas profesionales que son.

Yo me veía anormalmente pálida, con mi vestido negro y viejo.

Nunca antes había reparado en lo desgastada que luce mi ropa. Siempre pensé que era normal, porque suelo rodearme de personas que pasan por las mismas dificultades que yo.

Pero hoy descubrí que no…

Mi ropa está vieja y pasada de moda. El color negro es lo de menos, eso no lo cambiaría ni con un guardarropa entero nuevo. Es parte de mí… No me siento capaz de vestir de otro color y fingir que todo está bien.

—Olvidé tu kit —suelta Kyle, al volante de la Cybertruck—. Está en el asiento trasero, ¿lo alcanzas?

Miro sobre el hombro y niego.

Es una caja blanca con un moño rosa. Parece un regalo.

Kyle se detiene en un semáforo en rojo, así que me retiro el cinturón de seguridad y giro para alcanzar la caja, que pesa un poco.

Regreso a mi asiento, me coloco el cinturón y dirijo una mirada expectante a Kyle.

—¿Un regalo?

—No exactamente —ríe él—. Es un kit que se entrega en algunos puestos de trabajo en KAVAN… Ahí tienes todo lo necesario, en cuanto a tecnología, para ser mi asistente.

El moño es rosa pastel, con dibujos de flores. Debe ser un detalle que incorporaron por la esposa del CEO. La famosa florista de Manhattan que se convirtió en reina.

»Pero si renuncias, tienes que devolver todo. Por eso no es realmente un regalo.

La idea me hace sonreír un poco.

Tiro del moño, levanto la tapa de la caja y un sincero «Guau» escapa de mi boca.

En su interior está una tableta electrónica con una pluma digital, algo que yo jamás he sostenido en la vida. También un reloj inteligente y un celular de última generación.

En el fondo se encuentra un bolso de tela, edición limitada de «Calysta by KAVAN». Es la funda para guardar la tableta electrónica.

—No sé configurar todo esto —admito.

Un claxon nos avisa que el semáforo ha pasado a verde.

Kyle se ha distraído mirándome abrir la caja.

Contemplo su perfil. Tiene el ceño fruncido y la mirada pensativa.

Me pregunto cómo será en su vida privada, lejos de KAVAN y de las redes sociales. ¿Será igual de gracioso en casa?

—Puedo ayudarte ahora en la hora del almuerzo, ¿te parece?

—Sí, por favor.

—¿Qué tenemos después del almuerzo?

Él me entrega su celular. Me ha dicho hasta su código para poder desbloquearlo.

Reviso su agenda y, justo cuando estoy por hablar, recibe un mensaje de Sabine. Sólo puedo ver el breve texto que asoma en la notificación, pero enmudezco al leerlo:

Sabine: ¿Puedes hoy a las siete? Tengo ganas.

¿Ganas de qué? ¿De un café? ¿De ir al cine? ¿Comer un helado?




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