La asistente equivocada

10. Juzgar desde el privilegio

Silvia

♥︎

Chloe colorea con sus lápices a mi lado. Su estuche de setenta y dos colores está abierto frente a ella; como es alto, no la pueden ver desde el otro lado, pero… noto cómo llama la atención con el sonido de los colores al deslizarse sobre las hojas.

Ella adora colorear los libros de princesas de Disney. Todas sus amigas tienen un montón de esos libros, así que Chloe no se puede quedar atrás.

—Silvia —llama Kyle—. Reenvía a la directora de Finanzas el documento de proyecciones que acabo de actualizar.

La mujer se ajusta sus preciosas gafas con forma gatuna mientras me analiza de pies a cabeza. Está sentada al otro lado de Kyle y, por su mirada, noto que no me aprueba en lo absoluto.

—Claro, señor Holloway —respondo, y me pongo manos a la obra en mi nueva tableta electrónica.

No tuvimos otro remedio que traer a Chloe a la revisión del presupuesto. El jefe de Kyle le dijo que no podían posponerla, y no teníamos tiempo para llevar a mi hermanita a casa de Jocelyn.

Así que nos acompaña en esta junta estirada, frente a una enorme mesa ovalada de madera oscura.

A veces se distrae con las tres enormes pantallas que muestran gráficas y números en colores llamativos. O mirando a todo el elegante equipo que se encuentra ahí.

—Silvia, ¿podrías proyectar el archivo llamado «Presupuesto Q4»? Por favor.

Asiento. Sólo presiono enviar en la tableta electrónica y me incorporo despacio, porque siento que los nervios me botarán si me muevo rápido.

Hay una computadora conectada al proyector. Ya tienen los archivos ahí, así que es sólo cuestión de buscarlo. Sin embargo, encuentro tanto silencio en la sala que primero levanto la mirada para saber a qué se debe.

Chloe se ha puesto de pie y enseña su dibujo de Cenicienta que acaba de colorear. Tiene una preciosa sonrisa y parece orgullosa de lo que logró.

Pero nadie sonríe.

Y, con riesgo de ser despedida, suelto:

—Está precioso.

—Tienes talento —dice Kyle.

Entonces noto que él también sonríe.

—A mí me gusta Sebastián, de La Sirenita… ¿no lo tienes por ahí?

—Sí, aquí está —responde Chloe mientras se acerca a Kyle para enseñarle el dibujo en su libro—. ¿Quieres que lo coloree para ti?

—¿Lo harías?

Chloe levanta la mirada risueña hacia Kyle y asiente.

—¡Un Sebastián saliendo! —exclama mi pequeña hermana, mientras regresa corriendo a su silla para empezar a colorear.

Kyle entonces levanta la mirada hacia mí.

Me he congelado sin saber qué hacer, pero su mirada calmada me hace reaccionar y proyectar el archivo que ha pedido.

Entonces regreso a mi asiento, a su lado, y lo escucho hablar en voz alta con los demás ejecutivos.

Me concentro en anotar en mi tableta electrónica lo que dicen, aunque muchas veces ni siquiera entiendo los términos. Kyle me dijo que podía grabarlos, pero siento que sólo sería marearme dos veces, así que intento sacar lo principal de todo lo que dicen. Para mí, es más eficiente así.

De pronto, un ejecutivo de Finanzas señala la pantalla y suelta, con toda naturalidad:

—Entonces, si la proyección de ventas en Asia se mantiene estable, hablamos de un crecimiento anual de al menos dos punto tres billones de dólares.

Levanto la vista de mi tableta, con la pluma digital suspendida en el aire.

¿Billones?

Casi me atraganto con mi propia saliva.

—¿Necesitas que redondeemos a millones para el informe preliminar, Kyle? —pregunta otro, como si hablaran de manzanas o kilos de pan.

Kyle asiente con calma, como si la cifra fuera lo más común del mundo.

—Sí, envíalo en ambas escalas. El board prefiere cifras claras.

Yo me quedo helada. Ni siquiera puedo escribir nada; lo único que pienso es que con un puntito de esos billones podría mantener a Chloe de por vida… y todavía me sobraría.

Un mensaje en el celular me regresa a la realidad, fuera de mi fantasía donde enviaba a Chloe a la mejor universidad sin preocuparme por las colegiaturas.

Kyle: Cuando hablo del «board», me refiero al Consejo de Administración. Son los peces gordos, el CEO, inversores y algunos directivos. Ellos deciden en qué gastamos millones o si expandimos la marca. A ellos no les importa el detalle, sólo ver números claros y rápidos.

Miro a Kyle.

Él sonríe.

Yo también, y apago la pantalla del celular.

Me ha explicado mil cosas en estos dos días. No sé cómo logro retener toda esa información. Tal vez porque sé que necesito este trabajo tanto como el aire que respiro.

Además, no es la primera vez que trabajo en una oficina. He tenido varios trabajos parecidos, aunque sin los billones y el lujo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.