La asistente equivocada

11. Una mentira que duele menos que la verdad

Silvia

♥︎

No sé si algún día dejará de intimidarme la oficina de Kyle.

Y eso que no es, en absoluto, el cliché de la oficina de un ejecutivo de alto rango como él. Su colección de tazas la hace más amena.

Sin embargo, verlo ahí, detrás de su escritorio, con ese impecable traje mientras está concentrado en la computadora… intimida.

Así, como ahora, es difícil relacionarlo con el hombre gracioso y relajado que tiene miles de seguidores en redes sociales.

Y su físico de modelo no ayuda en nada. Quizá sería más adecuado para las pasarelas, luciendo alguna prenda de KAVAN, en lugar de ocupar uno de sus puestos ejecutivos.

—Toma asiento, Silvia, por favor —dice sin mirarme—. Sólo debo terminar esto…

Trago duro antes de reunir el valor para acortar la distancia hacia la silla frente a su escritorio.

—¿Necesitas ayuda?

Kyle niega con una sonrisa.

—No te preocupes —responde con amabilidad—. ¿Quieres un café?

Entonces se endereza un poco, me mira y señala la cafetera del rincón.

»Ya está preparado.

—Sí, gracias —musito, y al incorporarme, pregunto—: ¿Quieres uno?

—Por favor —dice, dedicándome una sonrisa más amplia.

Me dirijo a la cafetera sin dejar de lanzarle miradas de reojo. Ha vuelto a concentrarse en la pantalla mientras sirvo el par de cafés.

No aparta la vista de la computadora hasta que regreso a mi asiento frente a su escritorio, y dejo su taza —una de Chewbacca— junto al monitor.

—¿Cómo te has sentido en el trabajo? —pregunta con tono amable, aunque he estado en tantos empleos y conocido a tantos jefes que sé cuándo una pregunta encierra otra que todavía no se atreven a decir.

—Bien —respondo con calma—. Tengo mucho por aprender, pero pretendo hacerlo rápido.

—Entiendo… —dice, bajando la mirada.

Quizá no me gustará lo que viene a continuación.

»Creo que sabes que no estás calificada para el puesto.

Me quedo quieta, observándolo. Ni siquiera puedo extender la mano para sujetar mi taza de café. Siento que, si me muevo, empezaré a gritar.

No pueden despedirme tan rápido… ¿o sí?

»El perfil de un asistente en esta área suele ser bastante específico —explica con un tono tan calmado que parece estar hablando con un niño—. Normalmente contratamos a alguien con estudios en administración o negocios. Alguien que maneje con soltura Excel, agendas electrónicas, coordinación de viajes internacionales, que entienda el lenguaje corporativo y, por supuesto, que domine por lo menos dos idiomas.

¿Dos…?

Trago saliva y asiento, aunque mi estómago se retuerce en un nudo.

Kyle levanta la mirada y me observa con una media sonrisa.

—Sé que todo eso puede sonar abrumador —continúa—, pero no quiero que pienses que estoy comparándote o poniéndote a prueba.

Lo que quiero decir es que, aunque en el papel no tengas ese perfil, hay algo que sí tienes y que no aparece en ningún currículum, eso es rapidez para adaptarte y ganas de aprender.

Siento que mis mejillas arden. No sé si agradecerle o disculparme por no ser lo que esperaba.

»Lo demás —añade, inclinándose un poco hacia mí—, lo aprenderás conmigo. No necesito a alguien perfecto, Silvia. Necesito a alguien que me respalde, que sepa escuchar, que tenga iniciativa. Y en eso… confío en ti.

Asiento, y la pregunta se me escapa antes de poder detenerla:

—¿Entonces no me vas a despedir…?

Kyle amplía su sonrisa y niega.

—No, claro que no…

Hoy te desenvolviste con naturalidad en la junta mientras cuidabas de tu hermanita, y también fuiste madura al no estrellarle la tableta en la cara a la directora de Finanzas.

Es mi turno de sonreír.

—No debería opinar sobre otras maternidades… —suelto, aunque recuerdo—: Bueno, no soy madre de Chloe, pero… me entiendes, ¿verdad?

Él asiente.

—Entiendo, Chloe —confirma—. Soy el menor de mis hermanos, nunca tuve que cuidar de nadie, pero… creo que te entiendo. Y, por eso, te admiro. Porque siento que estás haciendo un trabajo increíble con tu hermana.

El nudo que tenía en el estómago se traslada a mi garganta.

No recuerdo la última vez que alguien me reconoció algo así…

—Creo que podría hacer más, pero lo estoy intentando…

—Eres una gran madre, Silvia.

Sus palabras aprietan el nudo hasta que, sin previo aviso, una lágrima resbala por mi mejilla. La retiro rápido.

Kyle saca una caja de pañuelos desechables del cajón de su escritorio y la empuja hacia mí.

¿Soy madre? Chloe es mi hermana, pero… si me dieran a elegir entre mi vida y la de ella, elegiría la de ella. Siempre.




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