- Hey niño levántate ya llegamos. Me gritaba mientras que, con su mano en mi hombro me sacudía el cuerpo.
- Ah que? Ya voy.
Abrí bien los ojos y me di cuenta que ese lugar no lo conocía que había llegado a Roma "pensé".
Le pregunté al señor chófer.
- ¿Dónde estamos? Estamos en la estación de la 106, Cooperativa Gallegos Lara "respondió".
Entonces allí es dónde todos mis sueños de ser un hombre grande y responsable se vinieron abajo. Había agarrado el bus equivocado. Me preocupé, me asusté casi al punto de llorar.
Baje del bus, caminé unos metros y le pregunté a una señora que estaba sentada afuera de su casa en una piedra plana muy grande.
- Disculpe señora. ¿Hacia dónde puedo caminar para ir a la Cooperativa Francisco Jacome?
La respuesta no la recuerdo porque me hizo un trabalenguas de calles.
Haciéndome el que entendió todo.. le dije:
- Listo, muchas gracias señora.
Me alejé, no supe qué calle tomar y caminé sin rumbo fijo, con el sol a todo lo que da, recordando lo de esta mañana en mi cama cuando el sol me calcinaba la cara.
Camine, camine y caminé casi en círculo para no alejarme más de lo que estaba.
Asustado y desconcertado pensaba en mis padres.
¿Estarán preocupados?
¿Me estarán buscando?
Empecé a preocuparme más, comencé a sentir un nudo en la garganta que parecía que alguien la ajustaba cada vez más y más. Moría de sed, mi media botella de agua ya se había terminado.
Decidí armarme de valor y pedir agua. Recuerdo el cercado. La casa tenía unas rejas negras con un pasillo que se dirigían hacia la puerta de madera color marrón, las paredes blancas y un timbre casi camuflado. Lo presioné dos veces, parecía deshabitado el lugar, a la tercera, se asoma por la ventana la señora de cuatro décadas de Arjona, le pedí muy amablemente un vaso de agua pero sin hacer notar lo asustado que estaba, la vi dudosa.
- Mmm ya le traigo. Me dijo.
- Está bien, Gracias.
Esperé, y unos instantes después, con la puerta abierta un pitbull gris aparecía lentamente entre lo oscuro de su sala. Me miraba con desprecio y ganas de sacarme a mordiscos de allí.
Mientras el canino asomaba más su trompa, llega mi refuerzo a calmar mi sed. Vaso transparente de vidrio, y cuando bebía el agua, un ser divino en el fondo se veía, con vestido largo y negro. Un Ángel no siempre tiene que estar de blanco ¿O si?
Luego de un corto pero muy profundo agradecimiento me despedí de la señora de las 4 décadas que a lo lejos agitaba sus manos diciendo, ¡hasta luego!, ¡cuídate!.