La puerta de la sala se abrió con un golpe fuerte. Luis y Anita se escondieron debajo de la mesa de sonido. Los pasos encima del tabloncillo se escuchaba como si estuvieran cambiando en la cabina junto a ellos.
—¿Anita?, sé que estás aquí —escucharon que decía una voz de hombre—, no quiero hacerte daño, solo quiero verte.
Anita puso un dedo encima de sus labios, pidiéndole silencio a Luis.
—Ana, si Luis está contigo, también quiero verlo —dijo la misma voz.
Los pasos se acercaban cada vez más a ellos. Ella no quería salir, sabía que quería él, ella no quería dárselo.
—Es… —comenzó diciendo Luis.
—Lo sé —dijo Anita.
—Podemos…
—No.
—Pero…
—No lo haremos, silencio —ordenó Anita.
Luis guardó silencio, pero ya no quería seguir debajo de aquella mesa. Salió como pudo y corrió fuera de la cabina de sonido. A mitad de camino sintió un dolor fuerte en el pecho, como si lo estuvieran apretando con un compresor. Tratando de respirar, pero a la vez no queriendo hacerlo, miró al hombre que tenía frente y a la mujer que tenía detrás. Ellos no lo miraban a él, se miraban como si no estuviera sufriendo.
—¡Ya basta! —gritaron Anita y el nuevo hombre a la vez.
—¡Es tu culpa! —la acusación salió de los dos.
—Ya era una excelente bailarina —dijo Anita.
–Y yo un excelente coreógrafo —dijo él.
El dolor de Luis aumentaba, pero estaba en el olvido mientras seguían gritándose.
—Este teatro es mío —aseguró el hombre.
—Mío también —indicó ella.
Él se enojó, las venas del cuello querían reventarle. La sangre en el cuerpo de Anita aumentó. Luis estaba sin aliento, tirado en el piso, cambiando a morado por la falta de aire de sus pulmones.
–A-yu-da —rogó Luis con las pocas fuerzas que tenía.
Ninguno de los dos hicieron caso, siguieron mirándose como si estuvieran en un campo de batalla. Uno matando al pobre hombre, el otro lamentándolo, pero consciente que era inevitable.
La vista de Luis se oscurecía, ya sin ver a los dos contrincantes. Sus últimos pensamientos ni siquiera iba dirigido a sus seres queridos, solo podía pensar que la masacre volvería el próximo Halloween.
—No te acerques, debe morir —fueron las últimas palabras que escuchó.
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Hola, corazones. Espero que este relato les haya gustado. Es mi primera vez escribiendo terror (o tratando de escribir terror) y quizás la última vez, ja, ja, ja, es muy complicado.
Les agradezco por haber tomado de su tiempo para leerme. (´▽`ʃ♡ƪ)