La Balada de la Hija de la Luna

CAPÍTULO DOS

Amber:

Hemos perdido la dirección del río.

Nuestro caballo apenas ha descansado y temo que en cualquier momento resbale, ya que ha empezado a llover. La oscuridad lo rodea todo, por lo que no hay certeza de qué dirección hemos tomado, pero ellos nos siguen persiguiendo. Me aferro con todas mis fuerzas al caballo, apretando mis piernas, mientras Jase intenta disipar a los lobos con sus flechas. El viento nos golpea. Escucho sus aullidos. Siento la lluvia pesada cayendo con violencia sobre nosotros, al mismo tiempo que el latir desorbitante de mi corazón. Hay tantas sensaciones y sonidos a mi alrededor que no logro concentrarme en ninguno.

De repente, el aliento se escapa de mis pulmones. Mi cuerpo impacta contra el lomo del caballo cuando éste se desploma cuesta abajo. Escucho el sonido de su relinchar, pero no puedo concentrarme en otra cosa que no sea el dolor en mi cuerpo mientras mi cuerpo impacta sobre la tierra dura y mojada. El aire se escapa de mis pulmones, inmovilizándome. Mi espalda arde, al igual que mi pierna derecha.

Permanezco inmóvil en el suelo, intentando recuperar el aliento. Cuando logro alzar un poco la cabeza, inhalo aire e intento buscar a Jase, pero no logro percibir nada con precisión, ya que mi cabeza no deja de dar vueltas. Me siento desorientada, pero todavía escucho. Hay gritos, rugidos, pasos, pero no sé si son reales o no. El dolor abraza todo mi cuerpo, ardiendo como agua caliente y poco a poco, asentándose en una sensación fría. Quiero gritar, quiero llorar, pero no lo logro.

Después de unos minutos, logro ver el cuerpo del caballo a unos pocos metros de distancia. Mi vista es borrosa, pero intento darle forma a todo lo que veo. Los lobos, los Greinlods… están devorando al caballo. Siento náuseas, quiero vomitar, pero no puedo permitírmelo ahora mismo.

Intento buscar a Jase mientras me arrastro y, cuando intento ponerme de pie, un dolor punzante me impide mover mi pierna derecha. Ahogo el grito en mi garganta y cuando miro la herida, de nuevo pierdo el aliento. Es profunda. Hay sangre correando por montón, tanto que no sé si me he roto la pierda o ha sido un desgarre. Intento guardar la calma, pero ya es tarde. Voy a morir.

Mis manos tiemblan y el pánico se apodera de mí cuando escucho la voz de Jase de nuevo.

—¡Amber! ¿Puedes moverte? —pregunta, mientras sigue disparando sus flechas hacia los lobos que, apenas me percato, están rodeándonos.

—Jase…

Es lo único que logro emitir de mis labios. Veo que hay sangre en su hombro y parte del rostro, pero no puedo identificar la herida.

—¡Por favor, Amber! —grita de nuevo y cuando me mira, veo en sus ojos verdadero terror, como nunca antes.

—No puedo… —apenas logro decir las palabras. Mi voz es débil, apenas audible.

—¡No, no puedes rendirte ahora! —comanda Jase, mientras sigue disparando, pero más que una orden, es una súplica. Puedo percibir su desesperación, especialmente por el temblor de su voz.

Miro a dirección de los lobos, los cuales se ven incluso más grandes que antes. Algunos de ellos siguen devorando al caballo, pero otros se acercan lentamente. Ya no hay tiempo. No hay forma de poder zafarnos de esto. Si Jase se queda… morirá conmigo.

— Por favor… vete. Déjame aquí —pido, aunque no es lo que quiero.

—¿Estás loca? ¡eso nunca! —grita de nuevo.

—No me harán daño —intento persuadirlo, aunque no estoy segura de si lo que digo es cierto —. El rey me quiere viva —le aseguro —. Ahora… vete —le suplico una vez más —. Por favor, Jase, por favor… no mueras también.

Sus ojos se llenan no sólo de horror, sino de pura ira. Veo que con fuerza frunce el ceño, al igual que aprieta con fuerza su mandíbula, como si fuese a romperse. Sin embargo, antes de que escuche respuesta de su parte, mi cuerpo comienza a abandonarme, y lo último que veo es a él sosteniendo su arco y flecha, apuntando hacia los lobos que nos acechan.

Su imagen es difusa, mi audición se vuelve lejana y mi cuerpo comienza a sudar frío. No siento mi cuerpo, es como si poco a poco… todo se apagara.

Jase…

Intento decir su nombre, pero mis labios no me responden, pero aún así, puedo ser capaz de sentir las lágrimas calientes y pesadas que salen de mis ojos. ¿Este es el final? ¿es así como se siente morir?

De repente, todo se suspende y se hace oscuridad por unos segundos, minutos, ¿horas?… ya no sé dimensionar el tiempo, hasta que, en medio de tanto silencio y ausencia, puedo sentir un tacto nuevo alrededor de mi cuerpo. Intento abrir los ojos, pero apenas logro hacerlo, lo único que logro ver no es a Jase, no es a esos lobos, sino a un par de ojos verdes, los cuales me miran con una fuerza inquieta y aterradora, al mismo tiempo.

***

«Una dama de la Corte no necesita usar armas. No necesita preocuparse por nada»

Eso fue lo que me dijo mi mamá mucho antes de que esto pasara. Dijo que nunca debería preocuparme por nada, y a pesar de que ella tuvo una formación militar privilegiada, jamás quiso que yo la tuviera dado a que no había esa necesidad.

Sin embargo, de haber sabido que todo resultaría así… se lo habría exigido.

—Estás a salvo. Eso es prueba suficiente para que sepas que no estamos en tu contra.




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