Las palabras de Julian no fueron tomadas en vano. Kháli decidió tener un cambio de actitud, algo que no le fue nada sencillo. Comenzó con su familia; dormía en su casa, y salía a comer en el pueblo o en los campos, apartada de todos. Sin embargo, el siguiente día de su plática con Julian, lo transcurrió en la compañía de sus padres. Tanto a Jerome como a Ariadna se les fue difícil ocultar su sorpresa, con complacencia vieron a su hija querer pasar tiempo con ellos. Kháli incluso estuvo presente cuando Alexandria llegó a revisar que todo estuviera bien con el embarazo de Ariadna. Tutora y discípula no cruzaron palabra. La Peón no estaba segura de por qué estaba evadiendo a su mentora y Alexandria tampoco había hecho nada para acercarse a ella.
-¿Todo bien entre Alexandria y tú? - preguntó Ariadna cuando el Alfil se había retirado.
-No lo sé...
Su madre colocó una mano sobre su hombro. -Alexandria puede ser difícil de tratar pero siempre sabe lo que hace.
-Nos ocultó que los gemelos contra los que luchamos hace cuatro años no eran Torres.
Ariadna lo pensó y dijo: - Si ella decidió no decir nada, es porque fue lo mejor.
-¿Por qué la estás defendiendo? - quiso saber Kháli cruzándose de brazos.
Su madre se encogió de hombros. - Es una Alfil.
Kháli suspiró. - Quisiera que la gente tuviera esa certeza con respecto a mis actos.
Su madre se rió. - La tendrán algún día, - aseguró acariciando la mejía de su hija. - Ahora dime, además de todo lo que ha sucedido, ¿hay algo que te molesta?
Kháli estuvo a punto de sincerarse con ella, pero temió molestar a su madre con los pensamientos que tenía respecto al bebé, así que negó con la cabeza y cambió el tema.
Pasó los próximos cinco días al lado de su familia evitando a toda costa ir a la Fortaleza. Era claro que la ceremonia de Cai no había tenido lugar aún ya que era requisito que todos los Guerreros la presenciaran. También parecía que la búsqueda de los Peones se había pospuesto; dado que Kháli no se había quedado a escuchar las conclusiones de la reunión. No comprendía las razones por las que las Piezas Mayores no se estaban moviendo.
Llevada por la curiosidad, salió de su casa y se dirigió a la Fortaleza, mas atrasó su llegada vagando por los pasillos antes de la entrada. Escuchó martillazos, así que con curiosidad se acercó al lugar en que provenía el sonido. Vio un par de escultores trabajando en nuevas obras de arte. Con emoción, se aproximó para ver mejor.
Se estremeció al reconocer que las obras se trataban de Rita y Diana.
Kháli no soportó las miradas inexpresivas de las nuevas estatuas y huyó sin hacer caso a las miradas extrañas por parte de los escultores.
Corrió hasta llegar al campo gigante que tenía el suelo como un tablero de ajedrez. Ahí jadeó con sus manos puestas en las rodillas, más por horror que por cansancio.
-Tranquilizate, - se ordenó a sí misma. Se enderezó, cerró los ojos, se inclinó hacia atrás y respiró aire fresco.
La mañana estaba tan hermosa que le ayudó a recuperar la calma.
Más serena, volvió su vista al tablero y lentamente se colocó en el cuadro negro que le correspondía; miró hacia el frente e intentó imaginarse a sus enemigos. Sin conocer sus rostros más que el de Keneth, podía ver tan solo siluetas de diferentes tamaños.
Miró hacia sus lados; estaba sola, pero podía traer a su mente fácilmente la presencia de sus compañeros como aquella noche que fueron presentados como Peones al pueblo. Todos temerosos de estar en un lugar desconocido y de asumir un cargo del que no tenían idea de qué implicaba. Juntos, pensó, vivos y saludables; cada uno a salvo frente a sus mentores. Ahora, dos personas desconocidas vendrían a reemplazar el espacio frente a la Reina y la que antes era la posición de Cai. ¿Quiénes serían?, no importaba. No serían Diana ni Rita.
-¡En guardia! - exclamó alguien detrás. Kháli giró para ver una espada descendiendo sobre ella; rápido, se quitó justo a tiempo y la hoja rebanó el aire.
-¡Jim! - exclamó ella.
Jim sonreía y sujetaba su espada con ambas manos, continuó acometiendo. - ¡Vamos, Kháli! ¡Te hace falta entrenar!
Kháli esquivaba todos los ataques y viendo que Jim estaba haciéndolo por diversión, ella también sonrió. - ¿Eres tú quién dice eso? ¿Quién grita “en guardia” antes de atacar?
-¡Un caballero con honor! - exclamó él expandiendo su sonrisa.
A pesar de su ceguera, Jim arremetía con increíble puntería; Kháli apenas escapaba de los roces, era una suerte que él no estuviera sobre su yegua. En eso, Kháli se quedó quieta en cuclillas.
Los ojos de Jim se movían hacia los lados sin poder ver nada. Frunció el ceño y sonrió. - Ah, ahora te quedarás en silencio, - dio unos pasos, girando lentamente. - No has invocado la Ayuda para el silencio, te habría escuchado y no puedes mantenerte en silencio por siempre.
Jim tenía razón, la posición era incómoda; estaba haciendo un gran esfuerzo para que sus jadeos no se escucharan. La emoción que sentía pronto la traicionaría así que decidió hacer lo que su amigo esperaba e invocó la Ayuda lo más quedamente que pudo: - “” - pero fue suficiente para que Jim la escuchara, se abalanzó contra ella. Kháli evadió una vez más la espada, con su movimiento, Jim logró sujetarla de sus ropas.