La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 6

Un trapo sucio olvidado, así se sentía Kháli en medio de los Guerreros. No estaban en la sala de reuniones esta vez, el Rey decidió que sería mejor un lugar menos formal así que estaban en otra habitación que usaban normalmente para pasar el tiempo.

Las Piezas Mayores estaban hablando, no habían dejado de hacerlo desde que dejaron el mundo vacío. Kháli no tomaba parte en las conversaciones. Sin embargo, lo escuchaba todo, sentía como si Lyon hubiera dejado olvidado un trapo sucio luego de hacer la limpieza. Un trapo que estaba inevitablemente presente, escuchando cuanto se decía y viendo cuanto ocurría, pero en su inutilidad, era algo sobrante e indeseado en ese momento.

Julian se les unió e inmediatamente adoptó el mismo aire sombrío al entender lo que había sucedido. Crishcas regresó y le explicó a los demás que el Imperio Negro había invadido la tierra de los Mayalles horas antes de la reunión. El gobernador Ruppert había intentado comunicárselos, pero el mensaje fue interceptado por el mismo Rey Negro. Ante la muerte de su hija y las amenazas del Imperio Negro, el gobernador Ruppert había retirado su lealtad al Imperio Blanco. Nadie lo culpó, pero la pérdida de esa alianza presentaba un gran problema a los Guerreros pues el tinte de los Mayalles era uno de los ingredientes clave para la creación del cicatrizante; sin él, el Imperio Blanco comenzaría la Guerra con una gran desventaja.

Después de compartir la información, Crishcas partió nuevamente junto con Ronnman quien cargaba el cuerpo inerte de Geratyne para entregarlo a su padre. La Reina los había acompañado para renegociar con el gobernador Ruppert, pero las Piezas Mayores tenían pocas esperanzas.

Rita y Diana muerta, Rik inconsciente y ahora su hermana… se repetía Kháli quien sentía que iba a perder la cabeza en cualquier segundo. Sus oídos persistían en escuchar lo que se decía.

-El Rey Mathán pareció no saber lo que tenía planeado su Peón, - comentó Alan quedamente mirando a su Rey.

-Puede que nos estuviera engañando - sugirió Cai seriamente.

El Rey negó con la cabeza. - Ese no es el modo de operar de Mathán, él es perverso y extremadamente manipulador, pero detesta este tipo de actos sin sentido, los ve como una forma de cobardía. No creo que esté muy contento con Uker a menos que este le dé una explicación lógica sobre sus actos.

Kháli se estremeció ante la frase “explicación lógica”.

Vacilando, Alan comentó: - Pensé que el Rey estaría al tanto de todos los movimientos de sus Peones como lo está usted con nosotros… Podría decirse que no los controla totalmente, tal vez eso nos dé una ventaja.

Fue Julian quien dijo: - No precisamente. Es cierto que la maldad de cada uno de los Guerreros Negros es demasiado como para vigilarla todo el tiempo, pero a Mathán realmente no le interesa lo que ellos hagan; reprobó los actos de Uker por lo que estos representaron para su imagen, pero la muerte de la Mayalle no le inquieta en lo más mínimo, de hecho probó ser una ventaja. A pesar de que los Guerreros Negros tienen libertad de hacer cuanto quieran, si Mathán les da una orden, su única opción es obedecerle, al igual que ustedes con sus Reyes.

Hubo un silencio después de eso. Bynner fue el siguiente que habló. -Entienden ahora un poco mejor a la clase de enemigos a los que nos enfrentamos. Mantengan los ojos abiertos, la mente alerta y los brazos en guardia.

El Rey también añadió: - Ninguno de nosotros se percató de que llevaban a la Mayalle, fue error de todos. Un error que no puede suceder de nuevo. Los Guerreros Negros son despiadados e impredecibles. Ya no podemos hacer nada por la hija del gobernador, pero sí podemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para hacerles pagar por lo que han hecho.

Kháli apretó los puños con furia y sintió cómo algo en su interior se movía cuando se decidió: mataría a Uker aunque fuera lo último que hiciera.

Esa noche no pudo dormir. Su mirada se quedó vagando en el techo de su habitación.

“¿Cómo reaccionaría tu novio cuando despertase y le tuvieras que decir que dejaste morir a su hermana frente a tus propios ojos?”

El deseo más grande de Kháli hasta ese momento era que Rik despertara… pero con Geratyne muerta, su deseo era perder la conciencia al lado de él y desvanecerse eternamente.

Se levantó temprano a la siguiente madrugada; sin querer encontrarse con nadie, salió rápidamente del escaque.

Desde que la batalla con los Terrorianos había terminado, Kháli iba a la tierra de los Angelinos cada vez que podía a pesar de que se le negaba ver a Rik. Siempre preguntaba por su estado y la respuesta que obtenía era siempre la misma. Así que después de asegurarse que Rik continuaba inconsciente, Kháli vagaba entre los árboles, campos o llanuras cercanos. Esa vez, sintió un pequeño alivio cuando los Angelinos le dijeron que Rik continuaba en coma y se retiró más apresuradamente que otros días.

Optó por caminar hacia la montaña negra. Cuando llegó al pie de ella, miró hacia arriba y suspiró. Lentamente comenzó a subirla.

Con cada paso que daba recordaba los sucesos de aquel día en que había salvado a Julian; recordó cómo le ordenó a Diana irse y cómo supo después que ella le había dicho a Rik que Kháli estaba en problemas.

Llegó a la cima justo cuando su mente recapitulaba las imágenes de Fraiton y Vinicio empujándola, Rik abrazándola, ambos cayendo y solo uno despertando.




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