La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 8

Las cosas no avanzaban tan rápido como los Guerreros lo hubieran querido.

Las órdenes del Rey fueron acatadas al punto. Las Piezas partieron de inmediato; Danna y Jim entrenaban arduamente contra Julian y Alexandria no se dejó ver durante los próximos días. La única que se mantenía en su habitación mirando el techo, era Kháli con Cai, Diana, Geratyne y Rik constantemente en sus pensamientos, pero sobre todo, la figura del Rey Mathán ocupaba su mente día y noche.

Los siete días que el Rey había dado como plazo para el regreso de Cai transcurrirían en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué harían después de tener a los dos nuevos Peones a su lado? Entrenar por once meses ¿Y luego qué? Cai y Reff no le dirigían la palabra y con el resto tenía conversaciones cortas e incómodas. Las Piezas Mayores creían que si el Rey Negro se le había acercado quería decir que la tenía en la mira, ¿pero por qué ella? se preguntaba; él había dicho que querían un Alfil, pero el pedirle a un Guerrero del bando contrario era algo sin precedentes. ¿Tan malvada le había parecido por el hecho de no poder proteger a Diana? Mathán, Cai (y probablemente Reff y el resto de los Peones) parecían creer que Kháli pudo haber actuado de otra manera.

Kháli suspiró, se levantó y salió para distraerse. Decidió recorrer algunos de los pasillos con obras de arte de los Guerreros anteriores. Su interés al ver las estatuas y pinturas había disminuido las últimas semanas, pero nuevamente volvió a fascinarse con ellas al verlas. Las graves, serias y determinadas expresiones de los Guerreros parecían querer animarla en esos momentos.

Aunque la mayoría de obras eran dedicadas a los Guerreros Blancos, también habían algunas que incluían a criaturas de otros escaques y los Guerreros del Imperio Negro. Por primera vez, estudió más a estos últimos y no tanto a sus propios antecesores. Los Guerreros, siempre con su uniforme oscuro, mostraban gestos perversos y llenos de malicia. Kháli se preguntó, qué tanta influencia había tenido las opiniones del artista a la hora de llevar a cabo su creación.

Se detuvo frente a una enorme pintura que tenía a dos Reyes enfrentándose. Se centró en el Negro. Era un hombre mayor de edad a lo que era Bynner. Su cabello blanco parecía azotarse por el viento y los relámpagos en el fondo que también hacían relucir aún más su armadura oscura.

Viendo el rostro de ese Rey, pensó cómo Mathán le había parecido muy inteligente, había reflejado confianza en sí mismo y brutal honestidad. Cuando se enfrentaron a los Guerreros Negros en el escaque muerto, Kháli sí había notado la actitud confrontativa y desafiante que ellos habían tenido, pero no lo percibió en Matán cuando hablaron solos.

Sacudió su cabeza. ¿De verdad estaba considerando al Rey Negro como alguien capaz de hablar con franqueza?

Sentía que la curiosidad palpitaba en sus venas en lugar de sangre. Algo le hizo estar segura de que si salía del escaque, el Rey Mathán la estaría esperando para reanudar su conversación. ¿Qué otras verdades estaría dispuesto a revelarle? ¿Reiteraría su oferta de que fuera Alfil Negro?

Reprimió un escalofrío por el sendero al que la estaba llevando sus pensamientos. Por más que lo intentó, no pudo evitar continuar… Si salía del escaque, definitavemente se encontaría con el Rey del Imperio Negro de nuevo… pero el Rey del Imperio Blanco lo sabría.

Sacudió la cabeza por segunda vez. No. ¡No podía salir del escaque! ¡Había recibido una orden directa de su Rey! ¡Si lo desobedecía, sería considerado un acto de traición!

A menos que…

A menos que el Rey Mathán se hubiera anticipado a la situación… y de alguna forma encontrara la manera de que Kháli saliera más fácilmente.

¿Pero cómo? ¿Qué podría hacer para obligar a Kháli a hablar nuevamente con él?

Fue cuando Kháli giró bruscamente con la idea. Seguía sola. Miró a ambos lados para asegurarse de ello, como si buscara a alguien. Eso hacía. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que había visto a Lyon.

-¿Lyon? - preguntó en voz alta. Sentía que la sangre palpitaba en sus oídos de la ansiedad repentina que experimentó.

Rápidamente, comenzó a explorar los pasillos buscando al joven que siempre se mantenía por ahí o en la Fortaleza. Cuando no lo encontró, regresó a la Fortaleza, trotando más rápido y alzando la voz. -¡Lyon!

Quiso calmarse. La Fortaleza y sus pasillos afuera eran enormes. El chico podría estar en cualquier lugar. Conforme avanzaba, sabía que eso era una mentira. Estaba segura de que el Rey Mathán había encontrado la forma de secuestrar al muchacho y que ella lo deduciría.

¿Cómo era eso posible? se preguntó sin desistir en su búsqueda a pesar de que su instinto le gritaba que era inútil.

-¡Lyon! - gritaba.

Se detuvo de repente. ¡Alexandria! ¡Alexandria aún estaba en el escaque.

Rápidamente fue a buscarla. ¡Alexandria sabría qué hacer!

Llegó al sótano que tenía el salón del tablero. La puerta estaba cerrada. Kháli golpeó y gritó que creía que Lyon había sido secuestrado.

No pudo entrar.

Y no obtuvo respuesta.

¿Qué debía hacer?

Kháli se detuvo y apretó los puños. Esperar a que Alexandria saliera, tardaría demasiado. No sabría cuánto.




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