La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 10

-¿Dó-nde?...¿Q-ué?... - Kháli balbuceaba tambaleándose entre figuras desconocidas. No lograba enfocar su mirada; le dolían los ojos y la boca.

Miró hacia arriba, solo pudo ver oscuridad así que volvió a bajar la mirada. Las figuras le hablaban, pero no podía entenderlas. - ¿Eres tú… Cai? ¿Dónde? Rik está...No puedo.

Las figuras comenzaron a rodearla y sintió cómo le tocaban los brazos e intentaban sujetarla. -¿...Reff…? Yo no…

Cayó al suelo y las murmuraciones de las figuras incrementaron.

-Cállense, cállense, ¡aléjense de mí! ¡Váyanse!- comenzó a decir cubriéndose los oídos. Logró amortiguar el ruido, pero su cabeza seguía dándole vueltas hasta que pareció que su cerebro estaba vibrando sin parar. Sujetando su cabeza, gruñó y cayó de rodillas al suelo. No podía pensar ni respirar; cerró los ojos concentrándose en detener el zumbido, pero este incrementó hasta que no pudo soportarlo. Finalmente, cayó inconsciente.

Cuando despertó, la vibración y los murmullos se habían detenido. Suspiró de alivio, sin abrir los ojos; aún sentía el ardor en ellos y en su boca. Llevó su mano a su cabeza y la palpó; luego sus sienes. Tenía un leve dolor en todo su cuerpo, pero se sentía mejor.

Abrió los ojos esperando encontrarse en los aposentos que tenía en la Fortaleza. Sorprendida, se vio rodeada de cortinas celestes y catres vacíos.

-¿Dónde estoy?

Una doctora y una enfermera entraron y se acercaron a ella. La doctora le sonrió a Kháli, le hizo un par de pruebas con una linterna frente a sus ojos y luego comenzó a hacerle una serie de preguntas.

Perpleja, Kháli la miró sin entender una sola palabra. - ¿Qué estás diciendo? - musitó. - ¿Dónde estoy? ¿Por qué no puedo entenderte?

Ambas mujeres intercambiaron miradas preocupadas y ante el intento de Kháli por levantarse, las dos la sujetaron de forma gentil y le indicaron que debía quedarse quieta. La doctora le dijo algo a la enfermera y esta se retiró. Entonces, se sentó al lado de Kháli y comenzó a decir lo que parecían palabras reconfortantes.

- ¿Por qué no puedo entenderte? - preguntó Kháli otra vez.

La enfermera regresó acompañada de un joven que no parecía médico. La doctora le dijo unas palabras y el joven tomó su lugar al lado de Kháli.

-Hola, me llamo Sun-Woo. ¿Cómo te sientes?

Tremendamente agradecida de que entendía lo que decía, Kháli lo sujetó del brazo. - ¡¿Dónde estoy?!

-Cálmate, - se apresuró a decir él de forma amable. - Estás en un hospital…

-¿En que escaque?

-Lo siento, no entiendo esa palabra...

-¡¿En qué mundo estoy?! - inquirió perdiendo la paciencia.

Turbado, Sun-Woo miró a la doctora y le dijo algo.

-¡¿Qué estás diciendo?! - quiso saber Kháli. - ¿Por qué no puedo entenderlos?

-Calma, - le dijo Sun-Woo. - Hablamos en coreano, me llamaron para que les traduzca lo que digas y lo que necesiten comunicarte…

-¿Coreano? - preguntó desconcertada. - ¿Estamos en Corea?

-Sí. ¿Me puedes decir tu nombre?

-Eso no tiene sentido, si estamos en Corea tendría que poder entenderlos, ¿Por qué no…? - y entonces recordó de golpe todo lo que había sucedido. Rápidamente, se miró las muñecas y se quedó anonadada al comprobar que las líneas blancas ya no estaban ahí. Nuevamente quiso levantarse y otra vez tuvieron que detenerla.

-¡Suéltenme! ¡Necesito un espejo!

Sun-Woo lo tradujo inmediatamente y la enfermera fue por uno entregándoselo a Kháli cuando hubo regresado.

Kháli lo sostuvo con manos temblorosas hasta que logró ver su reflejo. Horrorizada, contempló las horribles marcas blancas en sus ojos y boca.

- ¿Recuerdas en dónde te hiciste esos tatuajes? - le preguntó Sun-Woo. Kháli no respondió, continuaba inspeccionando su imagen como si fuera el de otra persona, no reconocía de quién era ese reflejo. -¿Perteneces a la banda de patinadores? ¿Ahí te hiciste esos tatuajes?

-¿Banda de patinadores? - preguntó sin comprender.

-Recientemente ha habido un grupo de personas que salen a patinar en la madrugada; la gente los escucha pues son muy ruidosos, pero casi no se dejan ver, creí que pertenecerías con ellos…

-No, - repuso ella dejando el espejo a un lado.

Ante la insistencia de la doctora, Sun-Woo reiteró sus preguntas tras unos segundos. - ¿Nos puedes decir tu nombre? Te desmayaste en plena calle; la gente dijo que saliste de un callejón caminando como si estuvieras drogada, pero los exámenes dieron negativo en toxinas y tampoco pareces tener contusiones. ¿Sabes cómo llegaste ahí?

Kháli sintió su jaqueca incrementar y así se lo comunicó a los que la rodeaban.

La doctora le dijo unas palabras al traductor, este asintió y volviéndose a Khál le dijo: - Volveremos más tarde cuando te sientas mejor, por ahora descansa.

Los tres se retiraron. Ella supuso que era temprano en la madrugada. Mirando a través de la ventana, vio que el cielo estaba completamente negro.




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