Las palabras en el suelo…
Kháli no tuvo noticia alguna de los Guerreros en los días después de su viaje a la Tierra de los Angelinos. Cuando regresó, agradeció el silencio con que Ingus la había recibido. No había necesidad de explicaciones, el ex-alfil sabía muy bien que Kháli no tuvo éxito.
Los próximos días los transcurrió junto con él, mirando cómo recogía objetos al azar durante el día y llorando por su fracaso durante la noche. También tenía que tratar con las muchas desventajas que le habían sobrevenido cuando dejó de ser Guerrero. Fue ahí cuando se dio cuenta de cuánta inmunidad disfrutaban ellos. Resfriado, infecciones estomacales, alergias, picaduras de mosquitos, migrañas y dolores musculares fueron algunas de las fastidiosas inconveniencias con las que tuvo que lidar. Por si fuera poco, comenzó también a tener pesadillas.
Ingus aceptó su estadía sin ninguna protesta y le administraba remedios para todo lo que la acosaba por lo que pronto se recuperaba de sus dolencias. Parecía como si hubieran vivido juntos toda la vida. Casi no hablaban entre ellos; Kháli no tenía nada que decir e Ingus prefería hablarse a sí mismo aunque cada cierto tiempo le preguntaba a ella: - ¿Has visto mi melodía?
-No, - era su única respuesta. Kháli miraba el comportamiento de Ingus con la indiferencia de alguien que no tiene y no quiere hacer nada. Se limitaba a comer la comida chatarra que él tenía en su casa, a tomar medicina y a patear de vez en cuando un objeto de los miles que tenía tirado en el suelo. No tenía intenciones de viajar; sabía que si el ánima de Alexandria no había despertado a Rik, nada lo haría. Tampoco pensaba regresar al Imperio, aunque era abrumada constantemente por el pensamiento de que ya no tenía un hogar, era una marginada, un ser sin un propósito ni un camino; sin embargo, la culpa la acechaba más que cualquier otro sentimiento, lo que había hecho era imperdonable y no soportaría ver a sus amigos ni a sus padres… mucho menos a su mentora. Tenía que regresarle su ánima, la necesitaría para la Guerra, pero no lograba reunir la valentía suficiente para hacerlo. También quería saber sobre el estado de Julian. No lo maté, ¿cierto? se preguntó, pero decidió que no, de otra manera ya lo sabría.
Ingus no recibía visitas y los exterminadores no habían vuelto. A pesar de que transcurría todo el día sin nada que hacer, sentía las horas pasar rápidamente.
Las palabras en el suelo…
Una tarde en la que no tenía deseos de pensar en el futuro ni en el pasado, se puso a examinar los objetos que Ingus tenía en su hogar. Estos eran incontables y de diferentes tipos. Notó que la mayoría, aunque esparcidos, los tenía en grupos de diez. Diez floreros, diez lápices, diez lámparas, diez cepillos, diez sillas, diez joyeros, etc.
-¿Por qué tienes diez de cada cosa? - le preguntó.
Ingus estaba recogiendo papeles y metiéndolos en una maceta. - Diez es el número perfecto, sí.
-¿De dónde sacas eso?
-De la Biblia, sí.
-Siete es el número perfecto.
-¡¿Siete?! No, es no suena bien, no. Es diez. Fueron diez plagas de Egipto, fueron diez mandamientos y fueron diez discípulos.
Kháli frunció el ceño. -Fueron doce discípulos.
-Doce, sí, pero uno lo traicionó y el otro lo negó. Entonces quedaron diez, sí. Diez es el número perfecto.
Ella sacudió la cabeza y prosiguió con su aburrida exploración. Los únicos objetos que no parecían tener otros 9 compañeros eran la cama, que era solo una, y los libros que eran cientos. Tenía dos estanterías llenas que llegaban hasta el techo, cada una a la par de la cocina, y otras decenas de libros tirados por el suelo.
-¿Por qué tienes tantos libros? No te he visto leer.
-Los libros nivelan los muebles, sí. El único libro importante es el libro amarillo.
Kháli se detuvo. - ¿Qué dijiste?
-Los libros nivelan…
-¡No! ¡Después! ¿Qué fue eso último que dijiste?
-El libro amarillo. Es muy importante el libro amarillo, sí.
Kháli había olvidado por completo el libro que utilizaron para sellar a los Terrorianos. El General Waito le había advertido que no dejara a Alexandria leerlo, pero ni siquiera Kháli supo su contenido, Reff no había logrado descifrarlo. ¿Ingus se estaría refiriendo al mismo libro?
-¿Y dónde está este libro amarillo? - se atrevió a preguntar.
-En el fondo del mar, sí. En la nación de los Angelinos.
Ella sintió su corazón acelerar. - Ingus, ¿Tú sabes qué contiene el libro amarillo?
-No lo recuerdo, no. - dijo para su decepción. - Hay que leer la copia, sí.
-¿Copia? ¡¿Qué copia?! ¡¿Tienes una?! ¡¿Dónde está?!- Quiso saber nuevamente esperanzada.
-Por ahí, - dijo señalando al librero que estaba a la derecha.
Un poco entusiasmada por tener algo que hacer, Kháli comenzó a buscar. Quizás sí podría leer la copia o al menos intentarlo. No era como si estuviera ocupada con alguna otra cosa. - ¿También es amarillo?
-Sí, sí. - Ingus no parecía interesado en ayudarla. A Kháli no le importó.
Comenzó a ojear cada libro amarillo que se encontraba. Si no entendía el idioma, iba corriendo a Ingus a preguntar “¿Es este?”, pero siempre le daba una negativa.