La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 15

Todo el cuerpo de Julian dolía. Sin abrir los ojos, sabía que tenía varios moretones en su pecho y cuatro extremidades. ¿Qué son unas cicatrices más?, pensó tocándose la cara; sus dedos sintieron suaves vendas rodéandola.

Recordó el día en que Alexandria le había tirado el ácido y los sucesos que vinieron después ¿Quién hubiera dicho que se enamoraría de la persona que le había hecho la cicatriz más grande de su cuerpo? ¿Y quién hubiera dicho que una pequeña de trece años a quien salvó de Fausto, lo dejaría inconsciente años después?

-¿Cómo te encuentras?

Julian abrió los ojos sorprendido, no esperaba ver al Rey en su habitación.

-Su majestad, - dijo queriéndose sentar.

-Por favor, no te fuerces… - le urgió el Rey tomando asiento al lado de su cama. A través de los rayos del sol que entraban por la ventana, Julian pudo, con su único ojo descubierto, ver la inmensa tristeza que inundaba al Rey.

-¿Kháli…?

El Rey suspiró - Le fueron colocadas las marcas de traición. Lo que hizo… lo que hizo fue atroz.

-¿Tan mal quedé? - preguntó volviendo a recostar su cabeza.

-...No lo sé. El cicatrizante no es una opción para nosotros ahora; Alexandria y la Reina hicieron lo mejor que pudieron.

Inhalando, Julian comenzó a quitarse las vendas. Después de un momento, el Rey, completamente inexpresivo, se levantó para ayudarlo.

Sintió el aire fresco tocar su piel que estaba en extremo entumecida, pero su ojo parecía estar intacto por lo que se sintió aliviado. El Rey le acercó un espejo y pudo ver que el lado derecho de su rostro estaba enrojecido y un poco de piel había comenzado a pelarse. La herida dejaría una cicatriz más pequeña que la de Alexandria, pero ahora era poca la piel lisa que quedaba en su rostro. ¿Qué son unas cicatrices más? pensó de nuevo, aunque no pudo evitar temer lo que Alexandria pensaría de él. No queriendo reflejar sus pensamientos, le dijo al Rey:

-¿Exiliar a Kháli por esto? Su majestad… yo soy solo un marcado, no soy exactamente…

La voz del Rey cobró una nueva firmeza de pronto. -Eres uno de nosotros, lo dejé en claro desde el día en que ayudaste a reunirnos con nuestros Peones hace casi cinco años. Además, no solo intentó lastimarte a ti, no quiso escuchar razones. Debiste verlo, Julian, - el Rey pausó, su mirada estaba lejana. - Ella no creía que había hecho algo malo. Volverse en contra de ti es algo que no esperaría de ninguna de mis Piezas Mayores, mucho menos de la Peón a quien ayudaste tanto.

Julian no pudo responder a eso. Ambos se quedaron en silencio por un rato. Finalmente, el Rey le dio la espalda; Julian creyó que iba a retirarse, pero el Rey se detuvo y dijo:

-Tengo que hacerte una pregunta difícil. ¿Crees que exista una remota posibilidad de que Alexandria planeara lo que sucedió con Kháli?

¿Planearlo? se preguntó el ex-caballero. ¿Permitiría Alexandria que él saliera tan malherido como parte de un plan? Julian reprimió el horrible escalofrío que amenazó con recorrerle y no permitió que el Rey viera sus instantes de duda. - Estoy seguro de que si el Rey creyera a su Alfil capaz de tanta crueldad, sería Alexandria la que tuviera las marcas de traición y no su antigua discípula.

El Rey giró a medias para verlo. - Espero no haberte ofendido.

-En lo absoluto.

- ¿Sabías que dejó que Kháli se llevara su ánima?

-¿Qué? ¿El ánima de Alexandria? Pero… - Julian se veía desconcertado, quiso decir algo, pero lo pensó mejor. - Ya veo. ¿No cree que es algo cruel abandonarla a su suerte a pesar de lo que me hizo?

El Rey sonrió. -Sé que mis Guerreros encontrarán la forma de hallar una brecha en mis órdenes para ayudarla sin que eso signifique desobedecerme directamente. No puedo esperar que la traten como cualquier otra traidora después de todo lo que compartieron. Además, algo me dice que será buen entrenamiento para mis Piezas aunque eso resulte en desafíos en los que no podré guiarlos. Para ser honesto, me preocupa más lo que ella haga de ahora en adelante que su seguridad… pero ya no quiero hablar de ello. Me es grato ver tu pronta recuperación, pero no es esa la única razón por la que estoy aquí.

Julian asintió. - Me imagino que tiene que ver con las nuevas Piezas, ¿han sido halladas?

-Sí, pero tenemos problemas para contactar a una de ellas y para ello necesito de tu ayuda.

Julian frunció el entrecejo, tarea que resultó difícil.-Por supuesto, su majestad, pero estoy seguro de que cualquiera de sus Guerreros podría lograrlo más rápidamente ya que no tienen problemas para acceder a cualquier lugar.

-Lo tienen para este lugar en particular.

Julian palideció al entenderlo.

-Sé lo que estás pensando y estoy consciente del peligro al que te expongo. Te doy mi palabra que no estarás solo, aunque a veces te lo parecerá; mis Guerreros estarán un paso detrás de ti y a la primera señal de verdadero peligro, tienen órdenes de interceder. - El Rey sonrió. - Es más, si Alexandria no perdonó a su discípula por haberte lastimado, dudo mucho que me perdonará a mí si dejo que algo te suceda.

Julian permaneció en silencio, sus heridas olvidadas. Era grande el riesgo, pero no tuvo dudas. - Creo que sé lo que su majestad tiene planeado. Tomará bastante tiempo.




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