La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 19

Las noches duraban tan solo un par de horas, pero los Guerreros lucían como nuevos cada mañana a diferencia de Kháli que se sentía sucia, magullada y deforme de tantas heridas. Usó la Techno para devolverle la fuerza a sus brazos. Bynner notó esto y también el cambio de la espada de cobre, pero se abstuvo de hacer algún comentario.

Horas transcurrieron de la misma manera que días anteriores. Los ropajes de Kháli estaban deshaciéndose. Su cabello parecía estar hecho de alambres de tanta suciedad y movimiento.

Samira los contemplaba desde una gran distancia. Escasos Dacterianos llegaban a ella y cuando lo hacían, los deshacía con un movimiento de su espada sin prestarles mucha atención.

Un par de horas más pasaron y el fastidio del Caballero Negro fue incrementando. -Ya es suficiente, - musitó disgustada mientras miraba a Bynner y Kháli despedazar a las criaturas; y quitándose el broche que solía mordisquear, con gran pulso lo lanzó hacia un Dacteriano que estaba en medio de la multitud. El broche se insertó en el cuerpo peludo y desarrollando su resistencia, el pelaje adoptó puntas doradas.

-¡¿Qué está sucediendo?! - quiso saber Kháli alarmada al ver las bacterias cambiar de color.

Bynner lucía igual de desconcertado. - ¡Samira! - gruñó al comprenderlo. - ¡Ella debió atacarlos con algo de cobre!

-¡¿Qué hago ahora?! ¡Ya no puedo pelear!

La espada se había vuelto inútil, ya no podía cortar los cuerpos con ella.

En eso el suelo tembló una vez más y curvas blancas comenzaron a salir a la superficie.

-¡Dacterianos blanquecinos! ¡Diantres! ¡Por ahora, la retirada! - Bynner se deshizo de los Dacterianos más próximos y guió a Gabriel fuera del grupo.

Kháli bajó furiosa del caballo cuando se alejaron lo suficiente.

-¡¿En qué está pensando Samira?! ¡¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?! ¡Ninguna de las armas me servirá!

-Quédate aquí - fue lo único que dijo el Caballero antes de partir a la batalla otra vez.

-¡Bynner, espera! - Kháli pateó el suelo furiosamente al verlo alejarse. Comenzó a buscar a Samira con la mirada, pero nada estaba a la vista más que el suelo rocoso.

Pensó en regresar a la batalla, aunque pronto cambió de opinión; los Dacterianos eran resistentes a las únicas armas que se le había dado, incluso sus puños no les haría daño, además, tenía quemazones por todo el cuerpo y con los Dacterianos blanquecinos en el exterior, sería un milagro si lograba respirar cerca de ellos.

Gruñó y pateó el suelo otra vez. ¿De qué trataba todo eso? Samira primero le daba armas y luego intentaba matarla; después la alimentaba y ahora le quitaba la única manera que tenía de pelear.

-No se puede confiar en ellos, - musitó mientras veía el cielo oscurecerse una vez más.

Bynner regresó poco después, había logrado mantener a los Dacterianos lejos de Kháli. No había encontrado a Samira.

-Salió del escaque poco después de que te dejé aquí. - El Caballero desmontó de Gabriel y comenzó a caminar. - Aunque creo que acaba de regresar.

-¿No estás seguro? Yo no he sentido nada.

-A veces podemos ocultar nuestra entrada a los escaques. Algunos Guerreros lo tienen más fácil que otros. Por ejemplo, las Torres tienen una gran presencia, por lo que siempre se puede saber si están cerca… Pero los Alfiles… los Alfiles podrían entrar sin ser detectados. Los Caballeros estamos en medio, - después de una pausa, añadió: - Kháli, ya estuve lejos del Imperio por mucho tiempo. El Rey me mandará a llamar dentro de poco, estoy seguro de ello. Logré deshacerme de la mayoría de los Dacterianos de la superficie, pero no sé cuántos quedan debajo.

-¿Me dejarás como si nada?

Esto lo molestó. - Te recuerdo que quien nos dejó fuiste tú…

-¡Ya me cansé de que me reclamen! Julian. No. Es. Un. Guerrero.

El rostro del Caballero se tornó colorado. - ¡El Rey tuvo razón en decir que se avergonzaba de ti!

Aún se encontraba enojada así que no respondió y se alejó de él a su sitio acostumbrado para recostarse mientras él continuaba gritando: -¡Sabes que lo que hiciste fue imperdonable, Kháli! ¡Me iré a primera hora mañana!

Ella siguió caminando dándole la espalda. Cuando llegó a su sitio, quedó de pie esperando la usual llegada de Samira, sin que ella se presentara esa vez.

-¡Eres una cobarde! - frustrada, se dejó caer sobre sus rodillas y ocultó el rostro con sus brazos. - ¿Qué hago ahora?

Ya no contaba con armas ni la ayuda de ningún Guerrero.

Tomó la bolsa con el polvo de sueño entre sus manos. “Te ahorrarías sufrimiento” había dicho Samira, ¿Era así como debía terminar? Pensó en sus padres y sus antiguos amigos. Pensó en Rik cuando despertara. ¿Cómo murió Kháli? Aplastada y deshecha por Dacterianos.

Patético.

Si tan solo tuviera un arma nueva…. ¡Un arma nueva! Kháli giró hacia el Caballero quien ya estaba recostado con los ojos cerrados, su espada siempre ceñida en su cintura. Kháli contempló la funda que guardaba su salvación. Los Dacterianos no podían desarrollar resistencia a las espadas de los Caballeros. Si tan solo tuviera una, podría luchar más libremente. Su respiración se agitó con el pensamiento. Pero los Caballeros jamás se apartaban de sus espadas; además era imposible que Bynner se la diera después de su discusión; y Samira no estaba a la vista.




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