La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 23

-Me estoy cansando de visitar a mi gente convaleciente, - anunció el Rey al entrar en la pequeña habitación en la que estaba su Caballero.

-Oh, no tiene de qué preocuparse,- le aseguró Bynner cuando terminó su desayuno. - En poco tiempo estaré montando de un escaque a otro, ¡ya lo verá!

El Rey sonrió, ninguno de los dos mencionó el hecho de que Bynner no había logrado mover su brazo desde que había regresado de la tierra de los Dacterianos y que la herida estaba tardando en cerrarse. El Rey se enderezó y dijo:

-La emperatriz de los Angelinos ya se ha enterado de tu condición. - Bynner se atragantó, aunque no estaba comiendo ni bebiendo nada. - Me escribió casi exigiendo que te enviara para allá. Está segura de que te repondrías más rápido si estás en su tierra.

-Tonterías, - musitó avergonzado cuando terminó de toser. Aunque no podía evitar pensar que estar entre los brazos de la Emperatriz lo confortaría. - ¡Ya sabe usted cómo son los Angelinos! Hacen relajo por todo.

El Rey parecía divertido por la reacción de su Caballero y tardó en ponerse serio. - Tu espada está partida…

-¿¡No estará pensando…!? - preguntó Bynner, viendo alarmado hacia sus muñecas.

El Rey rió quedamente. - Aún cuando solo tengas uñas para pelear, te seguiré considerando un mejor Caballero que cualquier otro hombre… - Bynner respiró tranquilo. - Pero tardaremos en conseguirte otra.

-Déjemelo a mí…

El Rey negó con la cabeza. -No saldrás del escaque. Yo veré qué hacer.

Bynner se volvió a recostar y después de un poco de silencio, decidió preguntar: -¿Qué noticias de la Tierra?

El Rey suspiró - ...Hay rumores de una tercera guerra mundial.

-¡¿Qué, qué?! - Su estallido le hizo toser y se sujetó el brazo. - ¡Me llevan todas las criaturas del infierno! ¡Si esto se desata nos lo complicará todo! - Bynner se recostó y sacudió la cabeza. - ¿Cómo es posible que hayan líderes tan idiotas?

-Hasta los AntroFranks están mostrando una cultura más civilizada que los humanos últimamente.

El Caballero se volvió a sentar, su voz llena de indignación. - ¿Sabe que comencé a preocuparme desde mi última visita a ese lugar? Sí, ¡los humanos ahora quieren ser monstruos! en ocasiones se disfrazan de piratas, psicópatas y brujas. ¡Cielos! ¡Dentro de poco querrán ser nazis de nuevo!

-O Guerreros Negros, - dijo el Rey volviendo a divertirse con la reacción de su Guerrero.

Bynner pegó un salto, - ¡Su majestad, por favor, ni siquiera diga esas cosas en voz alta! - sacudió su cabeza otra vez. - ¿Qué se puede esperar de una especie así? A veces me avergüenzo de ser humano y con todo respeto me pregunto si el Árbol Blanco está en sus cabales de escoger a nuestra especie como sus Guerreros.

El Rey rió entre dientes aprovechando el pequeño sosiego que su Caballero le hacía sentir y sabiendo que le esperaba momentos difíciles cuando un Jim afligido regresara al escaque.




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