La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 28

El escaque era bastante silencioso si no se tomaba en cuenta los disparos, las explosiones, los edificios derrumbándose, los puentes cayendo, las pisadas de la gente corriendo, las armas siendo cargadas, los líderes dando órdenes y los monstruos atacando.

Básicamente tres especies existían ahí: los humanos, quienes residían en las ciudades; los razors, que residían en el subterráneo y los hoasines que residían en los cielos. Las tres especies estaban en una guerra eterna con el único objetivo de exterminarse mutuamente.

Aunque las peleas eran diarias, Kháli decidió que este escaque era el de sus preferidos de los escaques negros que había visitado hasta el momento.

-¡Oye, Melvin, oculta eso! - le ordenó a su nuevo compañero. Este era un joven que parecía de la edad un poco menor que ella; con ojos grandes y pelo corto oscuro. Él se apresuró a guardar el uniforme gris de Kháli, al que le estaba haciendo diversas pruebas como perforarlo con una navaja o quemarlo con un encendedor.

Después de cerciorarse que Melvin metiera el uniforme en un morral, Kháli salió de su guarida e inhaló mientras estiraba su cuerpo.

-Sí, - dijo sintiendo una paz que no había sentido desde los sucesos antes de los Terrorianos. - Creo que será un buen día.

Melvin se acercó y la imitó diciendo algo en su propio idioma. Juntos contemplaron los edificios frente a ellos. En las calle se encontraban personas con toda clase de aspectos y absolutamente todas cargaban armas. A lo lejos, a veces se escuchaba el sonido de disparos o estallidos, pero las personas en sí eran silenciosas. Casi no hablaban entre ellas; caminaban rápido, pero sigilosamente e incluso cuando creían estar a salvo preferían mantenerse callados.

-¿Todavía tenemos comida? - preguntó Kháli. La expresión de Melvin no cambió así que ella le haló el hombro y repitió: - CO-MI-DA. CO-MI-DA - hizo gestos con las manos y boca para hacerse entender.

Con el rostro iluminado, Melvin corrió dentro de la guarida y regresó con solo un pedazo de carne entre sus manos.

-¿Solo eso queda?

Melvin asintió.

-Está bien, tendremos que cazar.

Entusiasmado, Melvin exclamó algo que ella no pudo entender y fue por las armas.

Sonriendo, Kháli tomó el morral y ambos salieron.

Si Kháli no era feliz ahí, al menos se sentía tranquila. Después de que Lince obligara a Rochelle a salir del territorio de los AntroFranks, se había acercado a Kháli diciéndole únicamente “Roba el dammantino”, antes de entregarle una cantimplora y sacarla a ella también.

Estaba oscureciendo cuando Kháli había despertado sobre un suelo duro y siendo indiscretamente inspeccionada por el pico de una extraña criatura. Al moverse ella, la criatura dio un violento graznido y comenzó a atacarla sin misericordia; el uniforme que ella llevaba la salvó de cualquier herida grave, y furiosa logró devolver los ataques hasta dejar inconsciente a la criatura que luego descubrió que se trataba de un hooasin.

Cerca y de un muy buen escondite, había salido Melvin quien vio todo. Se acercó corriendo con un cuchillo alzado. Por un momento, Kháli creyó que se dirigía a ella, pero pronto vio que sus ojos estaban enfocados en el hooasin al que apuñaló hasta dejarlo sin vida.

Helada, Kháli lo contempló hasta que se detuvo. Nunca había visto esa violencia en los ojos de una persona. Ni siquiera los Guerreros Negros tenían esa mirada de sanguinaria locura, pero la mirada de Melvin había cambiado al verla. Le habló, pero Kháli no pudo entenderle. Después, él la había urgido a ir con él. Cuando ella accedió y llegaron a su guarida, Melvin le indicó con el mismo tono de urgencia que se cambiara el uniforme y se pusiera de las ropas que él tenía en un rincón. Al principio, ella se rehusó, pero de ahí se dio cuenta en qué escaque era en el que estaba y recordó el odio que le tenían a los Guerreros así que desde ese momento, había guardado el uniforme en el morral.

Desde entonces, semanas habían transcurrido y ambos habían caído en una rutina confortable.

Al presenciar la capacidad de lucha en Kháli ese primer día, Melvin había visto en ella una invaluable compañera de caza y quiso mantenerse a su lado todo el tiempo. Sin tener más que hacer, ella no se opuso. Lince no le había dado un límite de tiempo y ella sabía lo difícil que sería conseguir el dammantino. Además, no sentía la urgencia de salir de ese lugar como lo había sentido con los otros escaques negros. Así que esa misma noche, Melvin había llegado con una cama y ropajes que creía que a ella le gustaría. Su comida fue el hooacin que él preparó.

Para su sorpresa, en la cantimplora que Lince le había dado, venía savia de monja blanca que se apresuró a echar por todo su cuerpo. El dolor que había re-aparecido después de salir del escaque finito disminuyó y para su asombro pasó la noche más tranquila que había tenido en mucho tiempo.

Melvin le preparaba la comida y hablaba constantemente a pesar de que ella no entendía una sola palabra. Pronto pudo detectar que uno de los sonidos que más pronunciaba se asemejaba a “Melvin” por lo que ella decidió apodarlo de esa manera, aunque aún ignoraba su verdadero nombre.

-¿Alto o bajo? - preguntó Kháli.

Melvin señaló un puente frente a ellos, ella asintió y comenzaron a cruzarlo. Desde ahí podían ver parte de la ciudad y sus habitantes. Era un mundo distópico en el que las ciudades eran iguales a las de la Tierra. Los edificios altos, las calles de concreto y las viviendas llenas de muebles. Pero los edificios no eran usados por empresarios; no había niños corriendo por las calles y los muebles y libros solo servían para usarlos como leña.




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