La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 32

Kháli despertó de un sobresalto; a menos de dos centímetros de su rostro estaba la máscara de Lince. Con un grito ahogado quiso propinarle un puñetazo, pero el Alfil se alejó rápidamente.

-Nada mal, - dijo Lince con su voz calmada. - Es la primera vez que un humano sobrevive al cicatrizante. Creo que ni el General Waito hubiera sido capaz...

Jadeando, Kháli se miró sus extremidades sin poder creer que seguía viva.

-Sí, sigues aquí. No creía que el Peón fuera capaz de usar el cicatrizante y cuando lo hizo, me sentí decepcionado pues estaba seguro que te había matado… pero… sobreviviste… aunque quedaste desfigurada.

Rápidamente, Kháli examinó donde le habían disparado. Lince no exageraba. En su costado había quedado una hendidura mucho más profunda que el ombligo, como si la piel de esa parte de su estómago estuviera permanentemente presionada con una aguja hasta hacer contacto con la espalda. Horrorizada, volvió a ocultar su deformidad bajo la blusa y pensó de nuevo en lo que Lince dijo.

-Reff… ¡¿Dónde está Reff?!

-Se fue tan pronto como se aseguró que seguías respirando.

Seguía en el panal. Lince se recostaba en el borde de la salida. Sus gafas, capucha y guantes impedían que ella pudiera ver siquiera un atisbo de su piel; lo único que podía ver era su propio reflejo en aquellas gafas negras. Notó cómo este conjunto lo hacía parecer un lince; incluso las costuras cerca de la boca y los relieves a ambos extremos de la cabeza le daban el aspecto de este animal.

Ella jamás se había sentido tan vulnerable. Despertarse cerca de ese Guerrero era similar a despertarse en una tina sucia en un apartamento extraño y sin sus dos riñones. Así de indefensa se sentía.

Afuera había un silencio sepulcral. Lince pareció leer sus pensamientos.

-Los Guerreros Blancos evitan entrar en este escaque para no hacer una masacre. Nosotros no tenemos ese inconveniente.

-¡¿Los mataste a todos?!

-Todos los que estaban cerca de aquí. La pelea sigue en la ciudad. Además, ¿me estás reclamando? ¿no es un poco hipócrita? vi que te estabas deshaciendo de ellos para llegar hasta aquí. Además, te hice el favor de recaudar las ánimas.

Como prueba de ello las ánimas levitaban en ese silencio acusador.

¡No las quiero! quería gritar ella, pero las palabras no salieron de sus labios. Eran tantas que al acumularlas le darían más poder que el que ya tenía. Quizá si hubiera tenido todas esas, hubiera logrado conseguir el dammantino en lugar de Alexandria. Quizá.

Lince notó su indecisión. - Si no las deseas, las devolveré.

-¡No! - exclamó ella y atrajo a las ánimas para sí, ignorando el desagradable sentimiento de poseer la esencia de seres que habían estado vivos hacía pocas horas. También se cercioró de que todavía tenía la de Alexandria y que Lince no se la había quitado.

-No te la quitaré. Estás a salvo.

A pesar de sus palabras, el nerviosismo de ella comenzó a incrementar. Lince le había dado todas esas ánimas sin quedarse con una sola, como si no tuviera la mínima necesidad de ellas.

-¿Por qué me estás ayudando?

-No lo hago. Tú mataste a todas aquellas criaturas. Extraer ánimas es solo un hábito para mí.

-Podrías habértelas quedado sin ofrecermelas.

- ¿Y para qué haría eso?

Kháli dudó si estaba soñando. - ¿Pues para… incrementar tu poder?

Su reflejo estaba permanente en las gafas de él y no había nada que le indicara qué expresión había debajo de esa capucha.

-Solo hay un ánima que me interesa…

-El de Alexandria. Pudiste matarme y quedártela.

-El Rey Negro jamás dejaría que me quedara con ella; al Imperio le sirve más si la unimos al Árbol Negro que es lo que que tienen planeado si mueres. De lo contrario, es mejor que lo tengas e incrementes tu propio poder.

Lince permaneció en silencio después de eso. De cualquier manera, el Imperio Negro se quedará con el ánima de Alexandria, pensó Kháli y contemplando a Lince vio que era muy diferente a Keneth.

-Keneth, - dijo recordando al Alfil Negro que había conocido cuando estaba junto a Rik. No se había dado cuenta que habló en voz alta hasta que Lince dijo:

-Lo maté.

-¡¿Fuiste tú?!

-Él me atacó primero, - respondió casualmente.

Kháli sacudió la cabeza. - Si se matan entre ustedes, al Imperio Blanco le será más fácil ganar de lo que pensé.

-El Imperio Negro está haciendo ajustes constantemente. Tú eres prueba viva de ello. Si no hubiera matado a Keneth, tú no estarías aquí.

Kháli guardó silencio.

-¿Estás molesta porque no fuiste tú quien se libró de él? ¿Querías venganza por lo que sucedió con los Sfinxers?

Ella siguió sin responder, pero una punzada en su estómago le dijo que Lince había dado en el clavo. Hasta ese momento, no se había percatado los deseos que tenía de enfrentarse a Keneth de nuevo y esta vez no huir como lo había hecho la última vez. Pero por más increíble que le pareciera, Keneth estaba muerto.




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