La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 33

Aterrizó sobre un suelo de madera. Cayó con tanta fuerza, que lo atravesó y lo mismo con otros dos pisos más hasta que el cuarto tuvo la suficiente resistencia para que sólo cayera de espalda con un fuerte golpe.

-O…u…ch… - se quedó recostada hasta sentir que recuperaba el aliento. Había escuchado perfectamente lo que Lince dijo antes de enviarla a ese lugar, pero no le preocupaba. Moriría antes de lastimar a Cai. Eso era algo que jamás podría hacer, no importaba si el mismo Rey se lo ordenaba.

Miró hacia arriba por el hueco en que había caído y vio a lo lejos un cielo oscuro y estrellado. El ambiente estaba en silencio y tranquilo. Solo unos cañonazos muy a lo lejos sonaban de vez en cuando.

Por primera vez en mucho tiempo, se sintió abrumada al viajar entre escaques. Hace unas horas había estado en el más caótico que se había encontrado, creyendo que pasaría el resto de sus días ahí. Todo había cambiado en cuestión de instantes. ¿A cuántos había matado? ¿Continuaría la guerra entre las tres criaturas o se habría establecido un ganador? No lo sabía y probablemente ya nunca lo averiguaría. Ni siquiera pudo saber qué había sido de Melvin. Su único amigo en semanas y ya no lo volvería a ver.

Algo estaba haciendo ruido en la habitación y Kháli giró la cabeza, sin levantarse de su lugar. Vio que al otro extremo de donde estaba, había un rollo de papel higiénico que giraba desde un lado de la habitación hasta el otro y luego regresaba por el mismo camino.

-Estoy en un barco.

-Vaya, a mí me tomó más tiempo averiguarlo, - dijo un hombre que estaba sentado detrás de la puerta.

Kháli se levantó, dudando de si el hombre se estaba mofando de ella. Al verlo pudo cerciorarse que no había gesto de burla en su rostro. Lucía cansado y estaba vestido con andrajos; su cabello era largo, rubio y sucio; él era alto; sus ojos pequeños y tristes. Era difícil calcular su edad, pero no tendría menos de 35.

-Disculpa si no te saludo como debiera. Estoy muy cansado para levantarme. - Al él notar las marcas que tenía en el rostro, dijo: - vaya, ¿tú eres la que atacó a Julian?

Ella parpadeó, insegura de si se trataba de un aliado o enemigo.-¿Lo conoces?

Él asintió. -Formé parte de una de sus tripulaciones hace años, mi nombre es Clemence, - ante la mirada de recelo por parte de ella, le aseguró: - no te preocupes, no tengo rencor por lo que le hiciste. Le tenía aprecio, pero hace años que no lo veo. Por cierto, ¿estás bien? Te escuché gritar y esa fue una tremenda caída, ¿no estás herida?

-Estoy bien, - dijo estirándose y realmente estaba más que bien. Era como si el cicatrizante hubiera desvanecido todo su cansancio y dolor de los últimos días; no tenía nada de hambre o sueño. Solo su oído seguía aturdido, no podía escuchar muy bien en ese. De pronto sintió un dolor en su espalda como si estuviera cargando un enorme paquete sobre ella.

¡Extracto de Ceiba negra! el dolor la llevó a sus rodillas y con esfuerzo extrajo su propia ánima.

-Qué horror, - comentó Clemence mirando con poco interés lo que ella hacía.

El ánima estaba cubierta por sustancia negra y viscosa, jamás había visto un ánima tan sucia, apenas lograba ver destellos de ella.

Recordando cómo había limpiado el ánima de Jim cuando eran adolescentes, Kháli pasó un largo tiempo limpiando la suya. Logró quitar la mayor parte pero habían diminutas secciones en las que parecía que el extracto había ingresado en el ánima, manchándola de forma permanente.

-Es lo mejor que puedo hacer, - se dijo a sí misma y la volvió a absorber sintiéndose renovada y saludable. - Aunque mi ropa podría servirse de unos ajustes - observó que sus pantalones y blusa estaban tan rotos que decidió convertirlos en short y en camiseta para mayor comodidad.

-Encajarás bien aquí, - dijo Clemence cuando la vio terminar.

Examinó la habitación. Había escasos objetos, todos basura. Los suelos y paredes estaban hechos de madera. Parecía un barco extremadamente viejo, y por el movimiento parecería que estaba navegando tranquilamente por el mar, excepto que había un gran pico negro atravesándo la madera justo en medio desde el suelo hasta el techo.

-No estamos en agua, ¿cierto? - preguntó acercándose a un agujero que se encontraba a un costado.

-No.

Afuera, el horizonte mostraba decenas de barcos, todos atravesados por esos picos negros que era lo único que los mantenía en el aire a cientos de metros sobre el nivel de tierra blanca. El cielo estaba de un azul oscuro. Arriba se veían destellos de relámpagos, pero ni una gota caía.

-Qué cambio de escenario, - musitó para sí. Temía volverse loca por todo lo que estaba siendo obligada a ver y de forma tan continua. - Creí que Lince tal vez me hubiera enviado a otro lugar.

-¿Lince fue quien te envió? - por primera vez Clemence mostró algo de interés. Con dificultad se puso de pie utilizando una estaca para apoyarse.

Kháli giró hacia él. - Sí, pero no estoy con el Imperio Negro.

Clemence no sabía si creerle.

-Quiero ayudar a Cai.

-¿La Torre?

-¿Sabes dónde está?

-No será difícil encontrarlo. Solo hay que seguir los golpes.




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