La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 37

-Perderás ambas piernas, lo lamento, - informó Crishcas seriamente.

-Te mataré, - dijo Cai.

-¡Estoy bromeando!

-Yo no, - y tomando la mesa de noche hecha de mármol que estaba a la par, se la lanzó al Alfil. Crishcas apenas tuvo tiempo de salir de la habitación antes de que el mueble se estrellara en la puerta y se hiciera añicos.

Bynner, que caminaba por el pasillo, contempló a Crishcas saliendo apresuradamente. El Caballero rió entre dientes y se atusó el bigote.

-Su humor no mejora ni porque es una Torre, - dijo Crishcas arreglándose el uniforme.

-La única Torre con sentido del humor que he conocido, ha sido Rita. - Luego de una pausa, añadió: - Hiciste un buen trabajo.

-No sé si fue suficiente. No podrá mover las piernas en un largo tiempo… no sé si estará listo para la Guerra.

Bynner miró tristemente hacia la puerta cerrada. - Por ahora, me siento contento con que no se las hayas tenido que amputar.

-¿Debes irte tan pronto? - preguntó notando el uniforme del Caballero.

-El universo entero está hecho un caos, - dijo asintiendo. - El Rey me manda con los Sfinxers.

Crishcas frunció el ceño. -Pero ellos no dan problemas.

-No sé qué haya sucedido, pero me da muy mala espina. Está claro que el Imperio Negro está haciendo cosas sin precedentes y los Sfinxers han estado muy silenciosos, temo que algo terrible haya ocurrido.

-Después del Cocodril… no creo que haya algo peor.

-¡No le eches la sal!

-Como sea, eso quiere decir que Cai se quedará solo el día de mañana.

-No. Tiene a su discípula.

Crishcas sonrió nervioso. - No creo que él la considere así.

-No tenemos remedio más que dejarlo solo por un tiempo. Todos están ocupados ¿A ti a dónde te corresponde ir?

-Iré con los Angelinos en unos momentos. La Reina requiere de mi asistencia.

-Ya veo, - murmuró Bynner y con un ligero rubor y un falso tono casual dijo: -Manda mis saludos a la Emperatriz,¿quieres? - sin esperar respuesta se marchó.

Crishcas sonrió y partió para el lado opuesto.

Cai había estado despierto durante todo el procedimiento que Crishcas le administró. Esa noche, seguía sin poder dormir, aunque no le importaba. Con los ojos cerrados, aún intentaba mantenerse alerta a lo que sucedía a su alrededor, pero era distraído por las sensaciones de su cuerpo. No podía sentir nada en las piernas y había sido incapaz de moverlas desde lo sucedido con sus hermanos. El color negruzco en ellas era ahora grisáceo. Recordó cómo Crishcas había derretido muy lenta y cuidadosamente el hielo que las rodeaba. Le proporcionó cuidado y muchos tratamientos, pero la piel seguía viéndose muerta.

Inhaló profundamente, sintiendo el aroma de las manzanas que Rochelle había traído horas antes para él. Los Caballeros y sus frutas, pensó Cai con fastidio, un enorme rollo de tocino era lo que necesitaba. No plantas.

Poco después sintió a alguien entrar a su habitación y abrió los ojos. Mirando hacia abajo, Reff se dirigió hacia una de las sillas y se sentó sin levantar la mirada.

-¿Estás bien? - le preguntó Cai.

Reff sonrió tristemente y lo miró. - Estás postrado en una cama, incapaz de caminar y me preguntas eso a mí.

-Kháli dice que pudiste predecir eso.

Reff se frotó las manos. - Pude… predecir un enfrentamiento con tus hermanos… y deduje que tus posibilidades de no salir lastimado eran inexistentes.

Cai dejó caer su cabeza en la almohada. -¿Y ahora? ¿Sabes cuál es el siguiente paso para el Imperio Negro?

-...No.

-¿Ni siquiera una pista?

Sujetándose la cabeza, Reff cerró los ojos como si tuviera dolor.

-No te fuerces.

Se mantuvieron en silencio un rato.

-También me dijo que le habían disparado, - dijo finalmente Cai con el pecho oprimido. Reff asintió. - ¿El que lo hizo murió?

-No lo sé. Cayó en un barranco. No creo que sobreviviera, pero todo es posible en ese escaque… - pausó y continuó frotándose las manos.

Cai lo examinó con la mirada. Ya no se balanceaba de un lado a otro ni decía incoherencias, pero seguía viéndose frágil mental y físicamente, como si estuviera a punto de tener una crisis nerviosa en cualquier momento. Ser agresivo con él para que espabilara era algo que no pasó por la mente de Cai. Sabía que su amigo estaba pasando por momentos difíciles y jamás había tenido el deseo de ser duro con él. Eso probablemente funcionaría con otros, pero no con Reff. En eso y muchas cosas más le recordaban a su hermana. Cai sentía el mismo deseo de protegerlo como lo haría con un cachorro. En esos instantes no miraba a Reff como un Guerrero y se preguntaba si los demás pensaban lo mismo. Tanta fue su duda que miró hacia las muñecas de su amigo, buscando las marcas que le aseguraba que seguía siendo parte del ejército.

-No creo lograrlo, Cai - dijo Reff. Cai contuvo el aliento. - No creo tener lo que se necesita para la Guerra.




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