La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 39

Kháli y Lince viajaron entre varios escaques hasta detenerse en uno en el cual ella jamás había estado.

Lince dejó caer el costal en el suelo y se escuchó un gruñido de este. Kháli también dejó caer el dammantino e ignorando sus alrededores, se apresuró hacia el costal y lo abrió, queriendo dejar respirar y tranquilizar a su madre, pero en su lugar, descubrió un rostro arrugado, furioso y desconocido.

Desconcertada, retrocedió examinando con la vista a la mujer que parecía tener más de 80 años. Su cabello, completamente plateado estaba atado en trenzas. La anciana era muy pequeña, pero eso no le impedía tratar de forzar sus ataduras y querer gritar a través de la cinta cubriendo su boca. Sin embargo, lo que más predominaba en ella era el enorme tamaño de sus manos, cuatro veces más grande que los de una persona normal.

-¿Quién es? - preguntó Kháli totalmente desconcertada.

-Nadie importante, - aseguró Lince aun reponiéndose de los efectos del escaque anterior; su respiración seguía agitada y tenía las manos apoyadas sobre sus rodillas. - Haz silencio, - añadió dando un empujón con su pie a la anciana haciéndola caer.

-Creí que secuestrarías a mi madre…

-Quería que pensaras eso. De otra manera, te hubieras quedado atendiendo a la Torre. - Kháli lo miró recelosa. - ¿Te das cuenta que viajaste entre escaques sin la ayuda de nadie? - Ella parpadeó. Era cierto, no se había percatado de ello. - Ya estás muy cerca. Por eso te he traído aquí. Para que cumplas tu siguiente mandamiento.

Lince se enderezó, sus movimientos continuaban siendo lentos. Kháli miró el lugar donde estaban y se dio cuenta que había personas caminando alrededor. Una densa niebla los rodeaba y las personas parecían no notarlos. Estaban en una calle y caminaban con expresiones vacías y sin detenerse a mirarlos.

-¿Dónde estamos? - preguntó al no reconocer el escaque.

-En el escaque fantasma. Como el escaque de los Sfinxers, este corre en diferente sintonía a la nuestra. Aquí no pueden vernos ni escucharnos.

Por eso Kháli no sabía de aquel lugar. No era muy visitado por los Guerreros si no podían intervenir en aquel mundo. - ¿No saben que estamos aquí? - preguntó extendiendo la mano para tocar a una mujer, pero su mano se disolvió como si estuviera hecha de humo.

-Algunos son capaces de presentir. Somos lo que ellos llaman espíritus.

La anciana seguía quejándose. Lucía encolerizada y parecía gritarle algo a Lince.

-¿Qué le hiciste para que te odie tanto? - preguntó Kháli.

-Al igual que tú, hay una larga lista de gente que está enojada conmigo. No tengo presente todas las razones. Además, tampoco parece estar muy contenta contigo.

La anciana alternaba sus miradas furiosas entre el Alfil y Kháli.

Lince tomó a la prisionera y el dammantino, Kháli apenas pudo verlo marchar cuando el Rey Mathán bloqueó su panorama.

Otros Guerreros le siguieron a su entrada al escaque. Todos Negros.

Kháli retrocedió viéndose rodeada por casi todos los integrantes del Imperio que meses antes había considerado como enemigo.

-Mis felicitaciones, - dijo el Rey Mathán complacido.

Kháli se tragó el miedo. -Pensé que ya no te volvería a ver.

El Rey rió y aplaudió. La Reina, Rubén y las discípulas de Caballeros sonreían. Los hermanos de Cai, Samira, Dereck y la otra Torre permanecían serios.

-Te has vuelto más valiente. Ya no te tiemblan las rodillas como cuando nos conocimos, pero tampoco quieres pelear contra mí, ¿o sí?

Era verdad. Kháli había dejado de ver a los Guerreros Negros como una amenaza hacia ella. Sin embargo, se mantuvo en silencio.

-Ya no le ves sentido a la pelea. Sobrevivirás a como dé lugar, pero ya no tienes nada por qué luchar. No te preocupes, - añadió acercándose y susurrándole al oído, - yo te daré un propósito. Después de todo, esa es mi tarea como Rey. - se alejó y le dio la espalda, comenzando a pasearse mientras los otros se redujeron a simples espectadores. - Te he visto cumplir con todo lo que mis Guerreros te han ordenado…

-No me dieron opción, - dijo entre dientes.

El Rey la ignoró. - Te he observado. Te has fortalecido, has incrementado el poder y logrado controlar la Techno por completo. Sé que han habido consecuencias que temo, serán permanentes... - agregó en tono más suave. A Kháli se le revolvió el estómago con solo pensar en la viscosidad café que parecía habitar en su cuerpo por forzar tanto tiempo la Ayuda.

En ese momento vio a otros dos Guerreros entrar, pero esta vez eran del Imperio Blanco: Ronnman y el Rey. El miedo que ella ya no sentía tanto por el Imperio Negro, lo sintió ahora al ver a su antiguo líder y el que había ordenado poner las marcas sobre su rostro. Kháli no había visto al Rey desde entonces, ningún cambio se había operado en ellos. Sus rostros solo denotaban una seriedad al estar rodeados por enemigos. Ella temió una confrontación, pero los Guerros Negros no se movieron y los Blancos se mantuvieron apartados.

-Oh, ignoralos, - indicó el Rey Mathán. - No interferirán. Solo han venido a ser testigos de tu desempeño. Has luchado con poco o nada de descanso y comida; lograste todo tú sola, sé que estás exhausta y por eso mismo, te he dejado el mandamiento más fácil para el final… y uno que sé que querrás cumplir.




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