Todos se sorprendieron con la rápida recuperación de Cai, pero el Rey no lo dejó salir del Imperio hasta que pudo correr de nuevo, lo que tardó varias semanas. Con cada día que transcurría, Cai sentía su desesperación incrementar. No sabía nada de Kháli y no tenía forma de obtener noticias. No había rumores sobre ella. De lo único que se hablaba era de la captura de los líderes a manos del Imperio Negro y eso era todo.
Cuando Cai se enteró de que Kháli se había tornado en uno de ellos, pensó que la utilizarían para causar desastres como los demás lo estaban haciendo, pero era como si la tuvieran cautiva.
No estaba muerta. De eso estaba seguro. No sabía por qué, pero lo estaba.
-Cai, tenemos cosas qué hacer, - le dijo Alan un día que Cai estaba ejercitando sus piernas, intentando recuperar su agilidad. Al ver que no le respondía, Alan continuó: - Sé en lo que estás pensando y es imposible…
-Estoy pensando en recuperar a la madre de Alexandria.
-No. Estás pensando en ir a ver a Kháli. Escucha, el resto de los Peones se están desanimando...
-No es mi problema. Yo no soy su líder.
Alan suspiró. - No, pero eres su amigo.
-Alan. Jim, Rochelle y Reff perdieron al ser más querido para ellos. Tú también estarías “desanimado” si el Imperio Negro fuera por tu padre. Están cortando los pocos lazos que nos unían al Imperio Blanco.
-No los están cortando, Cai - el tono de Alan se volvía más serio. - Ya lo hicieron. ¿Qué esperas? ¿Que si vas por Kháli ella regrese al Imperio Blanco sujetada de tu mano? - Cai lo miró encolerizado, pero Alan no se detuvo. - Es una de ellos ahora. Esto no representa una simple etapa de rebeldía o confusión, ni siquiera es fanatismo ¿entiendes?...
-¡No, no lo entiendo!
-¡Si vas a buscarla, no lograrás lo que quieres! Puedes ser más de ayuda aquí, con los verdaderos amigos que te quedan.
Cai sintió las últimas palabras como agujas en su pecho. Alan se retiró y Cai no sabía qué hacer. Tras la muerte de Diana, él había quedado devastado, pero su objetivo seguía siendo claro: ganar la guerra. Ahora parecía que ese único objetivo se había dividido en miles de ramas y tenía que ir una por una para lograrlo y aún así no estaba seguro de que valiera la pena. Pero lo que él había dicho antes era cierto, no podía ayudar a sus compañeros Peones. Era como si cada uno de ellos estuviera luchando su propia guerra y en lugar de ser un Imperio conformado por dieciséis Guerreros, eran doce personas aisladas lidiando con su propia lucha.
-No lograré nada estando aquí sentado, - dijo tras sus reflexiones y se puso de pie para encontrar que el Rey estaba de pie cerca de él. A Cai se le encogió el corazón; temía que el Rey le diera prohibiciones de salir del escaque, pero para su sorpresa fue todo lo contrario.
-Mi Imperio se desmorona, - dijo el Rey. Estupefacto, Cai no supo qué decir. Nunca se imaginó que un Rey admitiera algo así frente a alguien. El Rey no se encontraba triste, era como si estuviera dando a conocer un hecho, nada más. - Sabes que no es usual que los Guerreros traicionen a sus Imperios, pero durante mi reinado tuve a 9 traidores, algo que jamás se había escuchado en toda la historia. Kháli fue la décima. Siempre es una vergüenza para un Rey el marcar a alguien, no importa a qué Imperio pertenezca. Pero… - añadió después de una pausa, - no me arrepiento. Hice lo que tenía que hacer y es justo que tú lo veas.
Cai lo miró confundido. El Rey continuó: -Confío en ti. Tienes mi permiso para ir a donde quieras y hacer lo que te venga en gana.
Con eso, se marchó. Cai seguía sin saber qué pensar.
En las siguientes semanas dedicadas a su recuperación, poco fue lo que supo de otros escaques aunque no había mucho de qué actualizarse. Sabía que la situación estaba caótica en todos los mundos incluidos en la tierra con ese extraño virus aquejándoles. Las Piezas Mayores dedicaban los días y las noches a restaurar la tranquilidad, pero con muy poco efecto. Los Peones, aunque ayudaban en gran manera, se iban distanciando cada vez más.
Sus piernas seguían ennegrecidas, pero cuando pudo correr nuevamente, supo que era tiempo de darle una visita al Imperio Negro.
A diferencia del Imperio Blanco, cualquiera podía ingresar al Imperio Negro, pero nadie quería hacerlo. Excepto él. Aún así, no creyó que fuera así de fácil entrar, pero cuando finalmente se decidió, sus pies tocaron el suelo sin problemas.
Una densa niebla cubría su vista y al inhalar, supo que había algo tóxico en ella. Un ser que no fuera Guerrero, se asfixiaría ahí. Cai se cubrió la nariz y boca; incluso para una Torre, el aire era difícil de respirar. De repente sintió como si algo quería cortarle la piel de sus tobillos. Miró hacia abajo, pero no veía nada más que un suelo rojo. La niebla parecía estar elevada por sobre un metro del suelo.
Cai caminó y a pesar de que escuchaba mucho ruido, no veía a nadie. Los ruidos se mezclaban entre mecánicos, gritos, sonidos de construcción, gemidos, suspiros, seres corriendo y otros bullicios más. El suelo tampoco se mantenía tranquilo. Cai podía sentir toda clase de vibraciones en él y muchas presencias alrededor suyo, pero seguía sin distinguir señales de vida cercanos a él.
-¡Cai! - susurraron de algún lugar debajo de la niebla. Cai sintió su corazón latir ante esa voz que aunque estaba carrasposa, pudo reconocer de quién era. - ¡Cai, por aquí!