El Imperio Negro parecía el infierno. Esa fue la única asociación que pudo hacer Kháli la primera vez que pisó el suelo; no precisamente porque hubiera fuego, porque no lo había, sino el simple aire que se respiraba era extremadamente caliente. No había estado ni dos minutos cuando sintió el sudor recorrer su frente y cuello.
Después de la muerte de Uker, los Guerreros Negros no le dirigieron la palabra cuando la llevaron a su Imperio, aunque tampoco era como si esperase una inducción.
Vagamente vio que el Imperio se dividía en varias partes, pero no examinó más. Se sentía demasiado cansada. Para su sorpresa, los demás la dejaron reposar.
-Puedes tomar cualquier habitación que gustes, siempre y cuando los demás no tengan problema con ello, - le dijo el Rey cuando llegaron al enorme castillo negro. Kháli le tomó la palabra y se recostó en la primera cama que encontró para dormir durante largas horas.
La despertó un agudo dolor en varias partes de su cuerpo, incluso su rostro. Al darse cuenta de lo que sucedía, se levantó rápidamente y se apartó para ver que el colchón se había estado hundiendo durante toda la noche, siendo atravesado por púas negras hasta que llegó a sentirlas.
Gruñó enfurecida, viendo puntos rojizos en su cuerpo y que seguramente tenía en su mejía. Escuchó una risilla y vio que Sten estaba reclinado en el marco de la puerta, mirándola. - Me preguntaba cuánto más seguirías durmiendo, tenía la esperanza que murieras sin darte cuenta, aunque…
-Ya, cállate. - dijo ella con tono seco, más enojada con sí misma por haber dejado la puerta abierta. - Vete de aquí.
-Tranquilízate, - Sten entró a la habitación. - Ahora somos compañeros…
Kháli le dio una patada a una de las púas partiéndola a la mitad, la tomó y se la lanzó. Sten la logró esquivar aunque su sorpresa le dio un poco de satisfacción a ella. - ¡No me creas una tonta, sé cómo operan ustedes!
Sten seguía sonriente, pero ya no tan contento. - Bien por ti. Mantén la guardia en alto, te servirá.
Se fue.
Kháli respiró mejor. No se le había olvidado lo que él y su hermano le habían hecho a Cai y los haría pagar caro por ello, pero aún no era el momento.
Después de echarle un último vistazo a la inútil cama y de por más vacía habitación, también salió.
Se quedó en el pasillo sin estar segura de a dónde dirigirse ni qué hacer.
A un extremo de donde estaba, en el lado derecho, emergió Rubén cantando de lo más feliz y llevando en su mano las riendas que guiaban a dos caballos, ambos estaban sangrando por varias partes.
Kháli se puso en guardia, lista para cualquier amenaza o comentario que el Caballero pudiera hacerle, pero este siguió su camino cantando e ignorándola por completo hasta desaparecer por el otro extremo.
Ella decidió seguirlo, pero pronto fue desviada de su camino al sentir el olor de comida. Todo razonamiento se esfumó de su cabeza y como un ser primitivo no pensó en nada más que llegar al lugar donde pudiera alimentarse.
La cocina era enorme y estaba vacía. Cogió lo primero que vio: unos bollos con mantequilla. Le sabía exquisito. Vagó durante un rato por la cocina, introduciendo a su boca todo lo que pudiera hasta estar satisfecha. Salió rápidamente, sabiendo que esa comida le pertenecería a alguien y no quería toparse con el dueño.
Llegó a un salón grande y con amplias gradas que llevaban al nivel de arriba. Se sentó sobre ellas finalmente decidiéndose a reflexionar sobre su situación e inspeccionando sus muñecas y la nueva marca que la señalaba como Guerrero Negro. Pensó que se le irían las marcas blancas en los ojos, pero estas permanecían ahí también con la de la boca como recordatorio permanente de su traición.
Miró a su alrededor. El castillo entero estaba hecho de obsidiana lo cual hacía que se esperara resbalar al caminar, pero el suelo y los escalones eran firmes. El lugar era inmenso y silencioso. Kháli miraba su reflejo por todos lados. No se sentía como si fuera su hogar y no podía creer que estaba en el Castillo del Imperio Negro.
-He llegado de lejos, - se dijo a sí misma, el eco siendo su única respuesta. No sabía qué pensar. Creía que con unirse al Imperio Negro, verías las cosas de forma totalmente diferente. Pensaba que odiaría al Imperio Blanco, que sentiría camaraderismo por los Guerreros Negros y deseo de destrucción de todo a su paso. Pero no se sentía diferente, aún estaba preocupada por sus antiguos amigos, se sentía triste cada vez que recordaba lo que había hecho y cada una de sus traiciones, parte de ella aún deseaba que Rik despertara. ¿Qué había cambiado? Pensó en Uker y se sorprendió al sentirse muy contenta de sí misma. Uker estaba muerto. Había vengado la muerte de Geratyne.
Kháli vio que su reflejo le devolvía una sonrisa cruel, pero no intentó ocultarla. No se arrepentía de haberlo eliminado y si tuviera la oportunidad, lo haría de nuevo excepto que tal vez lo hubiera hecho sufrir un poco más.
Un sonido le llamó la atención. Para seguirlo, tuvo que subir las gradas y entrar al pasillo de arriba. En una habitación estaba una persona contemplando un holograma parecido al que emanaba de los mapas de los Guerreros.
-Derek, ¿cierto? - preguntó ella.
El discípulo de Alfil permaneció inmóvil. Ella se acercó y miró el mapa que estaba cubierto por infinidades de puntos negros que no dejaban de moverse sobre un fondo azul.