La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 42

Comenzó con los dos círculos que había visto en el mapa. Fue primero al de la izquierda el cual era literalmente una construcción con forma de círculo que le hizo pensar en un enorme coliseo. No encontró ninguna entrada así que se marchó sin poder confirmar su teoría.

La prisión también tenía forma de círculo, pero muchísimo más pequeño que el coliseo. Tampoco había entrada. Encontró a Collan haciendo guardia por los alrededores.

-Tú no tienes permitido estar aquí, - anunció al verla.

-¿Quiénes están ahí?

Él cogió una enorme roca y se la lanzó furioso - ¡Vete!

La roca estrelló en el suelo, por poco siendo el rostro de Kháli en su lugar. Collan se veía verdaderamente amenazante así que decidió irse.

Los círculos seguirían siendo un misterio para ella, pero pronto los olvidó con todas las cosas que habían fuera de ellos.

No podía llamar a ese lugar un “Imperio”, pues no había ciudades, ni siquiera pueblos. El lugar entero era un caos. No había ninguna clase de orden u organización y a cada minuto ella se topaba con seres provenientes de distintos escaques, la mayoría con un aspecto grotesco y rudo. Muchos utilizaban sus propios cuerpos para luchar, solo unos cuantos tenían armas. Pero también había individuos con apariencia dócil y sin deseos de hacer daño. Estos, notó Kháli, eran los que menos esperanza de vida tenían, siendo devorados rápidamente por otros a menos que tuvieran grandes habilidades para ocultarse o escapar.

Con el paso de un par de días, pudo ver las ventajas que conllevaba dormir en el castillo. El sol era abrasante; jamás anochecía en aquel mundo. No había agua y la comida era realmente escasa si no se estaba dispuesto a aceptar el canibalismo. Kháli recordó el relato que había hecho Rochelle en el cual había tenido que comer sopa de cleópatas y cómo le había dado inmensas náuseas. Incluso ella había comido seres inteligentes en el escaque de la zona roja, pero entonces había tenido a Melvin para que preparara la comida. Por otro lado, estando sola en este lugar, la idea de matar a un zoomorfo con cara de ave para luego comérselo, se la hacía extremadamente repugnante a pesar de que técnicamente no era canibalismo. Pero con el paso de las horas esta idea le daba cada vez menos asco.

Ir al Castillo Negro probó ser inútil. Las puertas se mantenían cerradas para ella.

-Tendrás que matar si quieres dormir adentro, - le había gritado Sten desde el otro lado. Ella hizo como si no le escuchara. Sin embargo, pronto se volvería a encontrar en el interior de aquellas puertas y la forma en que lo hizo, lo consideró como accidente.

Era un día en que se sentía de lo más extenuada. El hambre, la falta de sueño y el calor incansable le impedían explorar tanto como ella lo hubiera deseado. Sentía su boca seca y un sabor amargo en ella.

-Necesito agua.

-La sangre quita la sed, - dijo de pronto alguien detrás de ella y fue atacada por un zoomorfo con cara de rata.

Ambos cayeron al suelo. Ella le asestó un codazo en su hocico y se desprendió. Él iba a arremeter nuevamente, pero fue atacado por un tercer individuo quien con un pedazo de metal atravesó el estómago de la rata y siguió atacando aún después de que esta muriera.

Kháli no pudo apartar los ojos de aquella escena. - ¿Melvin? - preguntó creyendo reconocer la cabeza y los movimientos de ese joven. Él giró y pudo confirmar que se trataba de su antiguo compañero. - ¡Melvin!

-¡Marcada! - Melvin estaba de lo más contento.

-¿”marcada”?

--¡Yo entender lo que dices!

-¿Qué haces en este lugar?

-¡Yo matar a todos! - dijo haciendo gestos con su trozo de metal sangriento y apuntando a su víctima más reciente.

-Sí, pero ¿cómo llegaste aquí?

-¡Yo matar a todos! - exclamó sonriente.

Ella frunció el ceño, a pesar de que ahora podían entenderse, la mente de Melvin seguía siendo básica. - Entiendo, Lince te trajo aquel día, ¿no es cierto? Nunca lo imaginé.

-¡Marcada, tú ser Guerrero! - exclamó Melvin apuntando a sus muñecas.

-Me llamo Kháli. ¿Cuál es tu nombre? Te llamo Melvin, pero no creo que ese sea.

-¿Quieres comer? - preguntó él sin hacer caso a lo que ella decía y colocándose de cuclillas sobre la rata.

Ella dio varios pasos hacia atrás intentando retener el asco y el hambre. - No. Tengo sed.

-Agua no haber, - dijo él mientras sacudía la cabeza y cortaba la rata. - No haber agua en varios días. La cascada no funcionar.

-¿De qué hablas?

-La cascada con agua no tener agua.

Ella parpadeó. - Llévame a esa cascada de la que hablas.

Tuvo que esperar a que Melvin se hubiera saciado y mientras a ella le rugía el estómago y le ardían hasta los dientes de la sed, Melvin la llevó hacia el extremo izquierdo del Imperio. Llegaron a un enorme risco el cual estaba siendo escalado por numerosos habitantes. Melvin señaló al altísimo trozo de tierra.

-La cascada no tener agua, - repitió con su voz juvenil.

-Así que esta solía ser una cascada, - dijo ella mirando hacia arriba. Efectivamente en la parte más alta parecía tener una apertura por la que debía salir agua. - ¿Por qué ya no caerá?




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