La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 43

Dentro del Castillo podía encontrar agua, comida y comodidad, pero pronto el mismo edificio la expulsaría. Esta vez no la tomó por sorpresa; su cuerpo se restableció rápidamente y en cuestión de días tuvo la energía para poder salir y enfrentarse al exterior otra vez.

Los Guerreros le permitían usar el uniforme, pero Kháli sabía que eso le haría un blanco constante afuera entonces prefería vestir ropas andrajosas que hallaba afuera, como los demás habitantes.

Con cada día que transcurría, esperaba encontrarse a Melvin muerto, pero cuando salía del Castillo le era fácil encontrarlo aún con vida, las manos ensangrentadas y su mirada inocente.

Tanto ella como los habitantes llamaban “día” a un período de horas indefinidas ya que el ambiente se mantenía incambiable y no había forma de medir el tiempo. Si algo fuera de lo usual sucedía, utilizaban la palabra “anoche” para relatar el acontecimiento, pero ni la luz ni la oscuridad parecían existir en ese rojizo constante.

En el exterior casi no veía a los otros Guerreros. Parecía que estaban cumpliendo misiones en otros escaques y su éxito aseguraba su estadía dentro del Castillo ya que jamás encontró a alguno que durmiera afuera a diferencia de ella que se vio obligada a hacerlo varias veces.

Melvin y los de su mundo eran los únicos que no mostraban tanto miedo ante los Guerreros, que aunque eran vistos muy esporádicamente, eran los que más terror causaban entre los habitantes. Sin embargo, Kháli pronto pudo comprobar que habían otros individuos también temidos. Entre ellos estaba el grupo liderado por el zoomorfo Cocodrilo que la había atacado junto con el AntroFrank albino. También había un conjunto de individuos liderados por una Mayalle y una Quebrantahuesos pelirroja. Un tercer grupo se componía de tres líderes humanos. Kháli aún no los había visto. Los Sfinxers eran fastidiosos para todos por el hecho de ser difíciles de ubicar. Por último, se hablaba de otro zoomorfo más misterioso que tenía el rostro de un águila filipina. Rara vez se la había visto luchar y siempre estaba solo; después de la pelea se iba lo más rápido posible evidenciando su determinación en rehusarse a hacer alianzas. Lo que se decía que lo hacía temible eran sus movimientos veloces y astutos; su capacidad por ocultarse y crear armas mortales de la nada. Kháli tampoco había llegado a verlo, pero le daba curiosidad descubrir su aspecto. Lo que estaba segura era de que a pesar de ser un Zoomorfo ave, no tendría alas. Nadie las tenía. Se había encontrado con Angelinos y otros zoomorfos, todos con las alas destrozadas o cortadas. Lo que más le llamaba la atención era la parte de la astucia, algo que su actual compañero escaseaba completamente.

La única benevolencia que el Imperio Negro brindaba a sus habitantes era el hecho de que podían entenderse mutuamente dentro de sus límites. Kháli no sabía si era el territorio o el poder de los Alfiles o Reyes. Se lo había preguntado a Dereck un día, pero él mismo parecía ignorarlo.

-¿Qué quieres hacer hoy? - preguntó un día Kháli a Melvin como de costumbre, esperando la misma respuesta de siempre pero esa vez, Melvin la sorprendió.

-¡Matar águila! - contestó entusiasmado.

-¿Qué águila? ¿El zoomorfo?

-¡Matar a águila y yo convertir en Guerrero!

Melvin daba brincos, haciendo saltar arena rojiza.

-Espera, no tan rápido. ¿Acaso sabes en dónde está?

Él se cubrió la boca con ambas manos lo cual era gesto de silencio y le indicó que le siguiera.

-Melvin, ¿cómo sabes en dónde está?

-¡Yo matar a águila y yo convertir en Guerrero!

Era inútil. Algo no estaba bien. Si el águila era tan astuta como otros decían, significaba que probablemente Melvin iba hacia una trampa. Kháli intentó tranquilizarse diciéndose que si ella lo acompañaba, todo estaría bien.

Rodearon un coliseo y los movimientos de Melvin se volvieron más sigilosos, como los de un cazador. Kháli no podía quitarse el mal presentimiento. Todo estaba silencioso y estaban completamente expuestos.

-Melvin, aquí no hay nadie, - dijo mirando el muro impenetrable y frente a él una especie de líquido verduzco que se asemejaba a un lago pero que definitivamente no era agua. - Melvin, - repitió más quedamente.

Él no le prestaba atención, observaba fijamente hacia lo alto en el muro. Ella siguió su mirada y distinguió que en la pared había una gran hendidura; era del tamaño suficiente para que cupiera alguien.

-¿Está ahí? ¿Será su nido?

La voz de Melvin era apenas un susurro cuando indicó: - Yo atacar por arriba y tú hacerlo por abajo. - Sin esperar a que ella aceptara, comenzó a escalar ágilmente.

Mirando la espalda de él, comprendió lo vulnerables que ambos estarían al escalar.

-¡Espera! - gritó y a la vez sintió a alguien atacándola por detrás. Giró para ver cabello rojizo sobre una piel púrpura. ¡La Mayalle! pensó esquivando la patada y dándole otra en su lugar justo en el estómago. ¡“Aqan”!

-¡Atacaste muy pronto! - le exclamó a la Mayalle una Quebrantahuesos emergiendo de detrás de una roca. Al mismo tiempo, otras criaturas parecieron brotar de diferentes lugares.

Melvin quiso bajar al ver a Kháli siendo atacada, pero también se vio rodeado de enemigos.




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