La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 44

Después de la masacre de los Sfinxers, Kháli fue admitida en el Castillo durante varios días. Se quedó en su habitación la mayor parte del tiempo, durmiendo durante varias horas y solo saliendo para comer y recorrer algunos pasillos.

Ya no pensaba en Melvin, pensaba en los Guerreros Blancos y se preguntaba qué sería de ellos. La curiosidad la llevó a intentar averiguarlo y espiaba a los Guerreros Negros que a veces conversaban entre ellos.

Descubrió que las cosas poco habían cambiado. Rochelle seguía preocupada sobre los AntroFranks, Jim estaba con los zoomorfos deprimido por la pérdida de su Caballo. Alan había sido herido en el mundo de los Angelinos; Andi y Crishcas habían sido heridos en la tierra de los Mayalles y no tenían noticias de Cai, lo cual la preocupó inmensamente. Las Piezas Mayores estaban en constante movimiento, parecía que el ejército Blanco se componía de solo 8 integrantes.

-¿Preocupada por tus amigos? - preguntó Sten sonriendo un día que la descubrió escuchando a escondidas. Kháli se maldijo, intentaba nunca espiar a las Torres y sus discípulos.

-No, - dijo ella y se dirigió a la cocina.

El Peón Negro siguió sus pasos. - Creí que los Guerreros Blancos cocinaban su propia comida, - observó cuando ella tomó un bollo.

-No soy un Guerrero Blanco, - dijo con comida en la boca y alcanzando un vaso con limonada. Cuando tenía el vaso en los labios se heló al notar que no era limonada el contenido sino ácido. Sten la miraba expectante con una sonrisa en los labios. Furiosa, le lanzó el vaso a su cara. Riendo, Sten lo esquivó y se fue cuando el vaso se estrelló en la puerta. - ¡Inténtalo otra vez y verás!

No era la primera ocasión que Sten hacía algo así. Ella odiaba recordar la vez que había comido baba de Foilok creyendo que era avena.

Más tarde, mientras dormía, Kháli escuchó un sonido ensordecedor que no había escuchado en ese lugar: el de una sirena. Se levantó, se restregó los ojos y escuchó. A través de los muros, los cuales eran normalmente a prueba de ruido, pudo escuchar muchas palabras incomprensibles y alboroto.

-¿Qué diantres sucede? - preguntó a la habitación vacía. La sirena continuaba llegando a todos los rincones.

“Kháli, ve hacia la cascada y vigila”

Kháli se quedó pasmada siendo la primera vez que escuchaba la voz del Rey del Imperio Negro en su cabeza.

“Es una orden”.

Ella suspiró y después de un bostezo hizo lo que se le decía.

Afuera, la sirena sonaba más fuerte. Los habitantes corrían huyendo por todos lados.

Cuando Kháli llegó a donde la saliva de los escarabajos caían preguntó a la nada: - ¿Y qué se supone que haga ahora?

El Rey no contestó y confundida, se recostó sobre una pared y esperó mirando a cada uno de los individuos esconderse.

El Rey le había indicado que vigilara, no que matara así que ella no atacó a nadie. ¿Qué tenía que vigilar?, no estaba segura; creía que el Rey le daría más indicaciones, pero los minutos se transformaron en horas hasta que la sirena dejó de sonar dejando un zumbido en los oídos de todos los habitantes. Poco después, distinguió a los Guerreros Negros regresar al Castillo así que hizo lo mismo.

-¿Qué sucedió? - le preguntó a Rubén quien lucía enojado, sudor le corría por la frente.

-Alguien se escapó de la prisión.

Esto le interesó a ella. - ¿Lo lograron capturar?

-No. - Fue todo lo que dijo el Caballero antes de regresar a sus habitaciones.

Un prófugo en el propio Imperio Negro, ¿Qué clase de criatura sería para poder escapar de los Guerreros?

Después de dormir un poco más, Kháli salió. El tema del prisionero fugado seguía causando revuelo, pero nadie sabía los detalles, ni siquiera el aspecto del reo, de qué mundo provenía y mucho menos cómo había salido.

Los largos días transcurrieron y como los Guerreros dejaron de buscar, lo demás volvió a la normalidad. Los habitantes creyeron que al final el prisionero había sido encontrado y puesto de nuevo en cautiverio.

Kháli deambulaba por las calles. Sin Melvin, no buscaba peleas. Era suficiente con esperar a que alguien se acercara para deshacerse de su atacante. Su mente era ocupada por el reo y por el Cocodrilo al que no había visto desde la muerte de Melvin. Miraba a todos, incluso a los que no querían pelear, preguntándose cuál de todos era el prisionero y por qué lo habían mantenido ahí. Sin embargo, perdió el interés en el tema tan pronto como creyó ver la figura del zoomorfo Cocodrilo. Este lanzó miradas hacia sus costados sin percatarse que estaba siendo observado por ella y se adentró entre la maleza que estaba al pie de una montaña.

Intrigada por el comportamiento tan sospechoso, decidió seguirlo sin atacarlo ni revelar su presencia. -”Xumatzab´a´” - susurró silenciando sus movimientos y siguió los pasos del Cocodrilo a lo largo de la montaña. El zoomorfo se detenía cada cierto tiempo para asegurarse de que estuviera solo; olfateaba el suelo y las paredes como si él mismo también estuviera siguiendo a alguien.

El camino estaba lleno de púas, lo que hacía casi imposible de caminar por ahí. Subieron hasta que los sonidos del exterior fueron enmudecidos y solo se escuchaba el viento entre la maleza. Lo rojizo del sol parecía no llegar ahí, por lo que la escena fue cubierta por una penumbra que se iba haciendo más espesa conforme avanzaban.




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